“Un espacio único en el mundo, diseñado como puente de unión y diálogo con América”. A grandes rasgos, la descripción podría parecer sacada de un documento amarilleado por el tiempo, cuando el descubrimiento del Nuevo Mundo impulsó la reutilización como astilleros de las Reales Atarazanas de Sevilla, un edificio de asombrosa magnitud que había levantado Alfonso X El Sabio, en el siglo XIII como infraestructura para la guerra contra el reino de Granada. Sin embargo, la frase ha sido pronunciada este jueves, en pleno siglo XXI, por el presidente de la Fundación Cajasol, Antonio Pulido, para establecer una línea de continuidad entre lo que fueron y lo que serán las Atarazanas, que vuelven, después de treinta años cerradas, al paisaje cultural y patrimonial de la ciudad.