Infancias a la intemperie

elDiarioAREl Diario Ar11/10/20254 Views

Una nueva categoría de orfandad refiere a las niñas y los niños cuyos hogares fueron destruídos por el femicidio de sus madres. El libro de Sonia Almada, “Huérfanos”, pone luz sobre esta experiencia traumática silenciada. Escucha, acompañamiento y reparación.

Un día después de la conmemoración de la salud mental, pienso en las niñas y los niños que quedan huérfanos por el femicidio de sus madres. Vidas que han sido oscurecidas y segadas en el lugar que debería ser el de mayor cuidado y protección, el hogar.

Encuentro entre mi correspondencia el sobre de papel blanco que contiene el nuevo libro de la psicóloga de la UBA, Sonia Almada. La experiencia de lectura del volumen me topa con una problemática silenciada de gran alcance, donde se nombra Huérfanos a estas infancias que fueron desprotegidas al extremo, pero que tiene una singularidad específica.

Almada pone sobre el tapete una nueva categoría de orfandad, que desarrolla el concepto de duelo complejo y que visibiliza lo propio de las infancias atravesada por una de las violencias más brutales. La organización Atravesados por el Femicidio acompañó la investigación y las familias compartieron sus historias con gran generosidad.

El libro llegar para intentar reparar una deuda social con una situación casi inenarrable que no hemos podido reparar como sociedad. “Surge después de más de 30 años de trabajo con infancias atravesadas por la violencia y con el compromiso en distintos grados de las familias sobrevivientes”, dice Almada, también magister Internacional en Derechos Humanos para la Mujer y el niño, especialista en violencia de género e intrafamiliar y juventudes en América Latina por Clacso

Huérfanos tiene como subtítulo Atravesados por el femicidio, nombra además la afectación de la violencia de género en niños y niñas y abre la posibilidad de una clínica de lo traumático, me cuenta la cofundadora de la editorial feminista argentino-mexicana Bocas pintadas.

Lo acaba de presentar en el espacio violeta del Domo del Centenario, Chaco, lo que le da un valor ético y político especial: “comenzar en un territorio atravesado por casos paradigmáticos, como el de Cecilia Strzyzowski, cuyo juicio se inicia en octubre”. Desde allí el libro recorre distintos lugares de la Argentina, pero la problemática que aborda trasciende fronteras: “atraviesa el mundo y revela la forma más extrema en que la violencia de género impacta sobre la infancia”.

Cecilia vivía en Resistencia, que se encuentra desaparecida por presunto femicidio, desde el 2 de junio de 2023, cuando contaba con 28 años. Entre los principales sospechosos e imputados se encuentran su pareja, César Sena junto a sus padres Emerenciano Sena y Marcela Acuña, dirigentes sociales con influencia en la política provincial y vínculos con el Gobierno del Chaco, incluyendo al entonces gobernador Jorge Capitanich.

“En esta clase de orfandad hay una fractura doble”, prosigue la creadora de la asociación civil Aralma, desde donde se impulsan acciones para erradicar todo tipo de violencia contra la infancia y las juventudes“.

Se refiere a la pérdida violenta de la madre y al vínculo con quien fue el agresor, que muchas veces también formaba parte de los afectos. “No se trata solo de una muerte, sino de una escena de destrucción que deja marcas psíquicas y simbólicas difíciles de tramitar”, explica.

Por eso habla de duelo complejo, porque se desarrolla “en un entramado de violencia, silencio y procesos judiciales que interrumpen el trabajo psíquico del duelo. Cada niño queda suspendido entre el amor, la pérdida y la espera de justicia”.

El trauma, un suceso emocionalmente abrumador, angustiante y aterrador, no se cura, pero la víctima puede recuperarse. “La orfandad por femicidio deja huellas profundas que requieren acompañamiento clínico y social sostenido”.

Huérfanos propone una clínica de lo traumático, de orientación psicoanalítica, que reconoce que sin la dimensión social es muy difícil reponerse. Esta niñez requiere de un espacio terapéutico, pero también de justicia efectiva y una red comunitaria que sostenga, reconozca y no invisibilice.

“Esa mirada clínica lleva inevitablemente a una lectura política: la violencia de género no solo destruye vínculos familiares, también constituye una forma directa de maltrato infantil. Sin embargo, con frecuencia se sigue nombrando a los huérfanos por femicidio como víctimas ”secundarias“ o ”vinculadas“, cuando en realidad son víctimas directas de una violencia extrema que atraviesa fronteras, culturas y sistemas”.

El Registro Nacional de Femicidios de la Justicia Argentina, dependiente de la Corte Suprema, informó que en 2024 al menos 96 mujeres asesinadas tenían a su cargo 204 niñas y niños. Pero los menciona solo como “a cargo”, sin reconocerlos como víctimas.

El Observatorio de Ahora Que Sí Nos Ven sí los nombra como huérfanos de femicidio y hasta septiembre último contabilizaba 148. La diferencia revela una tendencia que se repite en muchos países: los Estados registran la violencia de género, pero no el impacto que deja en la infancia.

Aunque no hay estadísticas en el país, se sabe que cuando no hay condena firme, las familias destrozadas que sobreviven al crimen deben luchar para impedir que los niños mantengan vínculo con el asesino de su madre. “Nadie lo quiere: lo viven como una nueva forma de violencia y es profundamente revictimizante”.

Dado el ocultamiento de esta problemática, en la mayoría de las sociedades la violencia de género se aborda “desde la figura de la mujer asesinada y de sus deudos adultos -madres, hermanas, amigas-, mientras que los niños quedan relegados, como si su sufrimiento fuera una consecuencia y no el núcleo mismo de la tragedia”.

Por eso Almada propone una Clínica de lo Traumático: no como una técnica, sino “como un modo de pensar la escucha, el acompañamiento y la reparación. Un dispositivo que no se limita a la orfandad por femicidio, sino que incluye también la violencia sexual y el maltrato en la infancia”.

Parte del psicoanálisis entiende que, sin justicia, sin una red comunitaria y sin políticas de cuidado no hay verdadera posibilidad de recuperación. “Lo traumático no se elabora en soledad: solo puede procesarse cuando la sociedad asume su responsabilidad y construye condiciones de reparación colectiva”.

En la Argentina existe la Ley Brisa (27.452), que creó el Régimen de Reparación Económica para Niñas, Niños y Adolescentes, RENNYA. En los papeles contempla una reparación integral: un monto mensual, salud y educación. Sin embargo, el problema es que en la práctica no logra cumplirse como debería: solo se paga con condena firme, lo que implica años de espera, y se interrumpe cuando el femicida cumple su condena, como si la orfandad tuviera fecha de vencimiento.

Esa brecha entre lo que las leyes reconocen y lo que efectivamente se garantiza no es exclusiva de Argentina: forma parte de una deuda global en materia de protección y reparación a la infancia frente a la violencia de género.

Trabajar en el volumen fue para Almada un camino doloroso y desafiante. “No por los relatos —a los que estoy acostumbrada a escuchar como psicoanalista—, sino por la intemperie y la impunidad en que quedan los deudos, especialmente los niños y niñas”. 

En sus años de formación, Almada quiso investigar lo que en aquel entonces se llamaba violencia familiar —hoy reconocida como violencia de género— y su impacto en la infancia, “pero en ese momento el tema no despertaba interés. Este libro me permitió retomar aquella inquietud y transformarla en una propuesta concreta”.

LH/MF

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