
Las reglas estrictas sobre autonomía e imparcialidad de la radiotelevisión pública no bastan contra los crecientes ataques de políticos en el Reino Unido y Estados Unidos, donde la BBC se mantiene como el medio con mayor confianza de la audiencia.
El matinal de radio de BBC4 contó este lunes la renuncia de los principales líderes del medio público, entrevistó a críticos y defensores y cuestionó por qué el presidente de la cadena no se dejaba entrevistar de inmediato (dio una entrevista a la televisión pública unas horas después). Pocos medios del mundo, especialmente fuera del Reino Unido y Estados Unidos, superan esta prueba de informar sobre sí mismos con rigor y espíritu crítico.
La BBC está de nuevo en medio de la polémica por la renuncia de Tim Davie, director general, y Deborah Turness, consejera delegada de informativos, después de la publicación de una queja interna que acusaba a la cadena de no actuar ante la edición incorrecta de un segmento de un programa sobre Donald Trump unos días antes de las elecciones presidenciales de 2024, y de tener un sesgo propalestino y protrans. El tono de las palabras del memorando escrito hace unos meses por un asesor independiente de la BBC y publicado ahora por el diario conservador The Telegraph se hace eco de algunas quejas habituales de la derecha anglosajona.
Lo que pasó en las últimas horas es un recordatorio de que hasta los filtros de protección de la BBC para apuntalar su autonomía del poder político se pueden resquebrajar en el bronco y digital espacio público actual, que en el Reino Unido está cada vez más intoxicado por los debates de Estados Unidos y algunas de sus figuras, en particular Elon Musk, que está financiando en su red la promoción de las voces más extremas de la derecha, según una investigación de Sky News.
Además, la amenaza de una querella contra la BBC por difamación por parte de Trump de hasta 1.000 millones de dólares inquieta más que en Estados Unidos, puesto que en el Reino Unido no existen equivalentes a la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense que da amplia protección a la libertad de expresión ni la jurisprudencia del Tribunal Supremo que durante décadas amparó la información incluso cuando es errónea.
El presentador del matinal de radio, Nick Robinson, también se preguntaba este lunes por el propio interés de las noticias sobre la BBC para la vida de los oyentes. Pero el papel de la radiotelevisión pública en el Reino Unido y más allá es único en cuanto alcance y nivel de confianza.
En este momento de polarización y cuestionamiento continuo de los hechos más básicos, el 60% de la audiencia confía en las noticias que ve, oye y lee en la BBC, según los datos del Instituto Reuters para el estudio del periodismo de la Universidad de Oxford. Es el medio con la tasa más alta de confianza tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos, donde el alcance de la televisión es menor, pero su web también tiene una fuerte presencia.
Lo especial de la BBC es la combinación de su volumen de audiencia y la diversidad también ideológica de su público. En el Reino Unido, las personas que se identifican como centristas o de izquierda son las que más confían en la BBC –el 67%–, pero casi la mitad de quienes se describen como conservadores también lo hacen. De hecho, los conservadores confían más en las noticias de la BBC que en las que leen en el Sun o el Daily Mail, dos referentes constantes de la derecha.
La BBC depende de un consejo cuyo presidente es nombrado en un proceso público supervisado por el Gobierno, pero no controlado por él, y está compuesto por un grupo de periodistas, abogados, empresarios y otros expertos. Su función es el control general de que la BBC está cumpliendo su misión con los estándares editoriales más altos y está respetando sus propias reglas de imparcialidad, pero no interviene –o no debería intervenir– en la gestión del día a día, que depende del director general, hasta ahora Tim Davie. La BBC tiene que hacer informes periódicos sobre el cumplimiento de sus estándares, responde al regulador de medios (Ofcom, según sus siglas en inglés), a una comisión parlamentaria y a los propios espectadores, que se pueden quejar a través de un proceso oficial al que la BBC está obligada a atender y contestar.
La polémica actual, que llevó a la inusual renuncia de Davie y Turness, empezó con un memorando de 19 páginas de un asesor independiente sobre estándares, Michael Prescott, antes de dejar el puesto en junio. La carta se quejaba de que Davie no había dado suficiente respuesta a la edición incorrecta del documental Trump: A Second Chance? (Trump: ¿una segunda oportunidad?), emitido el 2 de noviembre de 2024.
Prescott, que fue periodista político del Sunday Times y luego trabajó para la empresa de telecomunicaciones BT y otras del sector, fue durante tres años asesor independiente para estándares. Pero el experiodista también revelaba sus propios sesgos en la carta.
La queja más concreta era sobre el reportaje del programa Panorama sobre cómo Trump había vuelto a la primera línea tras el asalto al Capitolio que provocó el segundo impeachment, dos procesos judiciales, uno federal y otro en el estado de Georgia, y una comisión de investigación del Congreso. El programa unió dos frases del discurso de Trump el 6 de enero de 2021 junto al Capitolio mientras su entonces vicepresidente, Mike Pence, se disponía a presidir la sesión para certificar los resultados de las elecciones presidenciales de 2020, que ganó Joe Biden. La BBC puso de manera consecutiva la frase “vamos a caminar al Capitolio” y la que Trump pronunció en otro momento del discurso, casi una hora después: “Lucharemos con todas nuestras fuerzas”.
Prescott se había quejado de que el programa había hecho una edición “engañosa”, pero añadía que Trump no había sido acusado de “incitar” el asalto justo por esa frase en la acusación federal contra él, que fue abandonada por su victoria electoral hace un año. Sin embargo, obviaba el informe de investigación del Congreso de EEUU, que concluyó en 2022 que Trump cargaba la culpa en un esfuerzo concertado para revertir el resultado de las elecciones presidenciales de 2020. Prescott también se quejaba de que la BBC no hubiera emitido un reportaje “igualmente agresivo” sobre Kamala Harris, la vicepresidenta y entonces candidata demócrata a la presidencia que no es conocida por haber participado en nada parecido.
Al hablar de los derechos trans, Prescott escribió que la cobertura estaba siendo “censurada por sus propios reporteros” y que la radiotelevisión pública era “prisionera de un pequeño grupo que promueve la visión de Stonewall”, una referencia al bar de Nueva York símbolo de la lucha por los derechos LGTBI el siglo pasado.
Sus quejas sobre la cobertura de Gaza encuentran reflejo en informes más detallados que dicen que la BBC tiene un sesgo anti-Israel, pero también están en contradicción con otros que dicen que su sesgo es a favor. La BBC dice haber recibido un número de quejas parecido de ambos lados. En uno de los casos en los que intervino, este octubre, el regulador de medios, Ofcom, dijo que la cadena había violado sus estándares en un documental donde el narrador era el hijo de un líder de Hamas, que no había sido identificado como tal. La BBC ya había retirado de su plataforma el documental en febrero.
El presidente de la BBC, Samir Shah, pidió perdón este lunes por la edición del documental sobre Trump y reconoció una “falta de juicio” del programa a la hora de editar ese segmento del discurso antes del asalto al Capitolio, pero defendió que la BBC no está sesgada y describió el documento de Prescott como una “opinión personal” que no refleja “la foto completa” de su cobertura.
Shah no pudo mandar la carta que pretendía al Parlamento hace una semana porque algunos miembros del consejo la retrasaron por supuestamente no estar suficientemente clara. Ese retraso hizo que aumentara la presión en especial sobre la encargada de informativos, Deborah Turness, que ofreció su renuncia ya el sábado, según The Observer. En ese momento, Davie decidió renunciar con ella por solidaridad.

El Observer cuestiona el papel de un directivo clave del consejo de la BBC, Robbie Gibb, exportavoz del Partido Conservador y apoyado por el Gobierno de Boris Johnson en 2021 para “desmantelar lo que él considera un sesgo progresista en la BBC”. Habitualmente, como recalca el semanario, los directores del consejo no intervienen en decisiones editoriales. En julio, más de un centenar de periodistas de la BBC pidieron que fuera despedido del consejo por su conflicto de interés sobre la cobertura de Gaza dado su anterior trabajo para The Jewish Chronicle, un medio de Londres que se presenta como el diario judío más antiguo del mundo.
“El proceso de intimidación que los defensores de la BBC temían desde hace años que estuviera sucediendo entre bambalinas está pasando ahora a la luz del día”, se queja un editorial de The Observer, el semanario que ahora es propiedad de Tortoise Media, un medio fundado y dirigido por James Harding, exdirector del diario The Times y de la división de noticias de la BBC.
Las propias reglas de la radiotelevisión pública británica, especialmente en el mundo actual de reacción inmediata en redes sociales, dificultan su propia defensa. Los obstáculos vienen de que cualquier reacción a una crítica que viene de políticos puede ser interpretada como un enfrentamiento partidista y que por tanto vulnera sus reglas de imparcialidad.
La BBC ya suele entrevistar con regularidad a los aliados de Trump –incluidos amigos personales– para comentar las noticias políticas de Estados Unidos y hace unos días describía al nuevo alcalde de Nueva York, Zohran Mamdani, como “un radical de izquierda”. El precio de enojar a Trump o a su entorno ahora es especialmente alto, después de la amenaza de querella y de los insultos de Trump.
Pocas horas después de renunciar, Turness fue clara este lunes en su defensa de la misión de la BBC. También fue la primera que respondió a los ataques de Trump, que acusó a los periodistas de la radiotelevisión británica de “corruptos” por “manipular” lo que según él fue un discurso “perfecto” el 6 de enero de 2021.
“Por supuesto que nuestros periodistas no son corruptos. Nuestros periodistas son personas que trabajan duro y aspiran a la imparcialidad. Y defenderé su periodismo”, dijo Turness, que había sonado hasta ahora como posible directora general.
Ed Davey, el líder de los liberaldemócratas, pidió al primer ministro, Keir Starmer, y a los líderes del Partido Conservador y de Reform, de extrema derecha, que defiendan a la BBC ante los ataques de Trump. Un portavoz de Starmer dijo que los periodistas de la cadena no son corruptos y que no existe un sesgo institucional, pero evitó mencionar al presidente de Estados Unidos.
La paradoja de los medios en el Reino Unido es que mientras la BBC está sujeta a reglas estrictas, es cuidadosa con cada palabra y tiene que dar explicaciones por cada decisión, cada vez hay más mezcla de información y opinión en el resto de la prensa. Una de las cuestiones polémicas sin resolver es que Nigel Farage, diputado y líder de Reform, sigue siendo presentador de un programa en el canal GB News. El regulador Ofcom, que también vela por las reglas en las cadenas privadas, decidió no intervenir.
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