Es ginecóloga, a los 50 se vio como una mujer agotada y transformó su vida y la de otras mujeres: “Mejora la autoestima y da felicidad”

La NaciónLifestyleLa Nacion12/11/20256 Views

Durante mucho tiempo su vida fue hiperactiva, sus días transcurrían entre una agenda cargada de los turnos y sobreturnos de su consultorio, las actividades de los hijos, los congresos médicos y los compromisos sociales.

Hasta que en uno de esos días del 2020 que ya nadie quiere recordar, en medio de la pandemia y el encierro en la casa que desaceleró las rutinas de todo el mundo, tuvo esa revelación que solo puede darse cuando uno se enfrenta al espejo durante el tiempo suficiente para mirarse a uno mismo. El cristal le devolvió una imagen que no reconoció: la de una mujer agotada, muy distinta a la curiosa joven que siempre había sido. ¿Adonde estaba la Vilma siempre lista para todo, que era la primera en anotarse para una salida improvisada, un partido de tenis, la que se ofrecía para organizar un asado?

Estaba llegando esa etapa que -siendo médica ginecóloga, ella lo sabía- iban a empezar un montón de cambios en su cuerpo, era inevitable, es la biología, el ciclo de la vida, los años, como dice un viejo refrán, “no vienen solos”.

Para Vilma Rosciszewski, médica ginecóloga de 56 años, frenar su rutina habitual al mismo tiempo que atravesaba la menopausia le dio la oportunidad de tomar consciencia de los cambios que estaba atravesando su propio cuerpo y sus emociones. Mirarse hacia adentro con la misma precisión que atendía a sus pacientes en el consultorio.

Nacida en Posadas, Misiones, llegó a Buenos Aires a los 18 años para estudiar Medicina en la UBA. Se quedó, formó familia y hoy vive con sus dos hijos y un perro. Separada, organiza la vida entre la práctica clínica, los compromisos académicos y una rutina de entrenamiento que sostiene como un pilar. Sus días empiezan temprano: a las siete ya está en movimiento, entre consultas, entrenamientos y, cuando corresponde, alguna salida con amigas o un evento.

Lo que podría haber sido un punto de quiebre -como todavía es la menopausia para miles de mujeres que la atraviesan en soledad, sin información y con desconcierto- para ella se convirtió en una oportunidad y no lo dudó un instante: iba a volver al deporte.

“Salir a correr, volver a nadar, fue volver a enfrentar un desafío que me devolvió muchísimo entusiasmo.“

Fue así que llegado el final de la pandemia, cuando una amiga la invitó a sumarse a un grupo de personas que practican triatlón, aceptó con un efusivo Sí. No tuvo que pensarlo demasiado. Conocía la disciplina desde que había comenzado a entrenarla a sus 38 años, pero sin continuidad, siempre interrumpida por las obligaciones del trabajo y la familia. “Empecé a entrenar y no paré nunca más”, cuenta Vilma. “Salir a correr, volver a nadar, después de cinco años que no lo hacía, fue volver a enfrentar un desafío que me devolvió muchísimo entusiasmo.“, evoca Vilma. Solo había un pequeño detalle que resolver…

¿Si le tengo miedo al agua puedo competir en triatlón?

El triatlón es un deporte de resistencia que combina natación, ciclismo y carrera a pie, en ese orden. Pero Vilma desde chica tuvo miedo al agua, un temor que en parte había superado algún tiempo atrás, pero después de tantos años no sabía si resurgiría cuando le tocara sumergirse en aguas abiertas. “¿Si le tengo miedo al agua voy a poder competir en triatlón?, ¿Y si me vuelve el pánico?“, se preguntó.

Pasó hace mucho tiempo pero la escena todavía persiste en su memoria. A los trece años Vilma casi se ahoga en el mar y el episodio le dejó un miedo persistente hasta que la maternidad la hizo más fuerte: “Mi exmarido me dijo que tenía que aprender a nadar por si le pasaba algo a los chicos”, recuerda. Con esa necesidad empezó a entrenar con un grupo de triatlón; lo que era una obligación se volvió una conquista. Tirarse a la pileta, literalmente, le resultó difícil pero lo superó enseguida. El verdadero desafío llegó en el mar: olas, tormentas, la sal en los ojos, la ausencia de límites en el horizonte le exigieron adquirir no solo mucha destreza en los estilos de nado sino control emocional. Para eso trabajó con una psicóloga deportiva que le enseñó varias técnicas para superar los miedos: exposición, respiración y simulaciones de carrera la ayudaron a transformar el pánico en capacidad de concentración. El miedo no desapareció, pero dejó de paralizarla y hoy es un motor que ante la menor duda la empuja a superarse. Al retomar, en 2021, con el entrenamiento fue clave hacerlo en grupo: “Mejora la autoestima y activa hormonas de la felicidad; además, uno se compromete y se mantiene”, cuenta.

Lo que el deporte enseña y cómo lo comunica

La experiencia personal en la vida de Vilma se tradujo en lecciones concretas que aplicó luego al tratamiento de sus pacientes y en los consejos que brinda a sus seguidoras en su cuenta de Instagram. “El ejercicio eleva endorfinas, dopamina y serotonina; ayuda a prevenir osteoporosis, diabetes y enfermedad cardiovascular; mejora el ánimo y reduce el riesgo de depresión”, enumera la ginecóloga. “Moverse en la menopausia no es opcional; es una indicación médica, como lo es, por ejemplo, tomar una pastilla para la hipertensión para un paciente hipertenso.”, afirma.

La menopausia reduce estrógenos y modifica el rendimiento, pero no es una excusa para la inactividad. “Evaluar la terapia hormonal con el médico especialista puede ser parte del plan para mitigar los síntomas que produce la merma de estrógenos”, asegura la ginecóloga, “pero nunca reemplaza la base: ejercicio, alimentación y acompañamiento profesional.”, concluye.

La experiencia personal en la vida de Vilma se tradujo en lecciones concretas que aplicó luego al tratamiento de sus pacientes y en los consejos que brinda a sus seguidoras en su cuenta de Instagram.

Su mensaje es simple pero eficaz: no hace falta competir para sentir los beneficios de hacer un deporte, basta con incorporar movimiento sostenido en el tiempo y alguna rutina de trabajo de fuerza.

“Convertirme en influencer fue como enfrentarme al agua otra vez”

Desde hace cinco años Vilma incursionó en las redes sociales y el resultado es una comunidad con cientos de miles de seguidores. Tanta repercusión de sus primeros contenidos la llevó a profesionalizarse y hoy la comunicación en Instagram es parte de su trabajo diario. Publica historias de su día a día, eventos a los que acude, consejos para cada tema de la salud de las mujeres, educación sexual integral para adolescentes, aclara mitos y creencias erróneas en temas de salud y sexualidad, y, por supuesto se aboca a difundir sus descubrimientos en torno a los beneficios del deporte en la menopausia, lo que la conecta con su propia experiencia vital.

“Convertirme en influencer fue como enfrentarme al agua otra vez. Pararme frente a la cámara era un desafío”, recuerda. Hoy tiene más de un millón y medio de seguidores en TikTok y casi 140.000 en Instagram, desde donde transmite su mensaje: la salud y el movimiento no tienen edad.

Sus propias vivencias se transforman en contenidos: cuenta desde los mensajes que se envían entre los miembros de su grupo de entrenamiento antes de una competición, escenas de entrenamientos bajo la lluvia, o las caras de felicidad y cansancio al llegar a una meta. Sus relatos incentivan a otras personas a implementar cambios saludables en sus vidas.

“Si estoy bien, mis hijos y quienes me rodean también lo están. Mi función es motivar a las mujeres a cuidar su salud y entender que esta etapa de la vida no es el final. Podemos estar activas, felices y sin dolores, sin importar la edad”, asegura  Vilma, ginecóloga y deportista.

Al incluir su experiencia personal en la forma de trabajar con sus pacientes y su comunidad social, Vilma descubrió que su actividad profesional y su presencia en redes se retroalimentan en un círculo virtuoso. Así hoy ofrece charlas, participa en congresos y produce contenidos que combinan evidencia clínica y experiencia personal. Su credencial es doble: formación médica y práctica deportiva. Eso le permite difundir contenido sobre la importancia del movimiento en la etapa reproductiva tardía y en la menopausia, y sobre cómo integrar actividades físicas seguras y sostenibles en la vida cotidiana.

“Si estoy bien, mis hijos y quienes me rodean también lo están. Mi función es motivar a las mujeres a cuidar su salud y entender que esta etapa de la vida no es el final. Podemos estar activas, felices y sin dolores, sin importar la edad”, concluye.

“Descubrí que así como pude nadar pese al miedo al agua, también pude empezar a dar charlas, salir del consultorio para volverme comunicadora”, asegura y resalta: “Nada es imposible y ninguna edad es tarde para empezar”.

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