
Don Miguel hizo una apología patriótica de este símbolo universal de rebeldía ante el invasor. Esta producción exalta si cabe heroísmo y sacrificio en una puesta en escena muy tradicional con romanos y pastorcillos (numantinos) que parecen sacados de los belenes tradicionales. Destaca por encima de todo su texto versificado y su trama épica en un montaje espectacular de los que no abundan. ‘La Numancia’ es una tragedia renacentista escrita hacia 1585 por Miguel de Cervantes inspirada en el asedio de esta ciudad por las legiones romanas en el siglo II a. C. para lograr el dominio total de la península ibérica. Pero se basó en crónicas muy posteriores que ya habían ido adornando las primeras descripciones de Tito Livio y otros. Además tampoco se conserva el manuscrito original y se da por buena una versión de 1784 que no se sabe cuánto de fiel pueda ser al texto cervantino. Aunque Cervantes fue mejor poeta de lo que él se consideraba («la gracia que no quiso darme el cielo») puede que las carencias métricas y estilísticas de la pieza sean producto de sucesivas copias posteriores. Hoy está considerada la mejor tragedia del Siglo de Oro español, pero estuvo olvidada hasta su rescate por los románticos alemanes, Goethe y Schopenhauer. Como en toda tragedia, el argumento se desvela al principio y es la irremediable fatalidad a que se ven abocados los numantinos, lo que mantiene la tensión dramática y a logra una catarsis final. La ciudad celtibérica resiste desde hace veinte años a los ocupantes romanos, y el imperio envía al general Escipión Emiliano (Publius Cornelius Scipio Aemilianus Africanus minor Numantinus) (185 a. C.-129 a. C.), hijo adoptivo de un hijo del famoso Escipión el Africano) para solucionar la afrenta. Y este cambia de táctica: nada de ataques frontales, un asedio…
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