No hace mucho tiempo, aunque hoy parezca mentira, levantar la bandera feminista era un acto de valentía que entrañaba graves riesgos para la seguridad de aquellas que se atrevían. Declararse feminista e ir abriendo el camino de la emancipación de las mujeres, en la España de los años setenta, significaba también sufrir la incomprensión dentro de la propia izquierda y ser sometida a un cierto ostracismo social, profesional y familiar.