
Los gobernadores peronistas piden flexibilidad y anticipan que acompañarán algunas de las leyes del Gobierno. La amenaza de la ruptura y el operativo contención para mantenerse unidos en el Congreso hasta marzo.
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“Mirá, yo no me voy a endeudar para pagar gastos corrientes. $400.000 millones me deben estos tipos”, masculló un gobernador peronista mientras conversaba con uno de los emisarios de Cristina Fernández de Kirchner. La escena se repite, hace semanas, en distintos despachos provinciales: gobernadores que, cuando los cruzan por acompañar al Gobierno después de hacer campaña como opositores, se quejan de las cuentas en rojo. La conducción peronista lo sabe y, a una semana de que arranque el debate por las reformas de Javier Milei, predomina una estrategia: prolijidad en la ruptura y agenda propia.
Cristina tiene varios operadores que se encargan de dialogar con los gobernadores y jefes territoriales de las provincias. Por lo general son el jefe de bloque en el Senado, José Mayans, y “Wado” de Pedro, pero también dirigentes como Sergio Massa, Cecilia Moreau o el jefe de bloque en Diputados, Germán Martínez, funcionan como interlocutores. Y todos, de alguna manera u otra, coinciden en el mismo diagnóstico: es inevitable que Milei apruebe sus leyes con algún que otro voto peronista, pero el desafío es evitar que esas diferencias se cristalicen en una ruptura en el bloque.

La partida del catamarqueño Raúl Jalil fue una advertencia. La conducción cristinista en el Congreso intentó matizarlo –afirman que el gobernador de Catamarca hace tiempo que cerró un acuerdo con Milei–, pero la fuga de los tres diputados catamarqueños resonó en el bloque como el preludio de una fractura largamente anunciada.
La conducción cristinista en Diputados, que responde a la dupla Massa-Máximo Kirchner, acordó dos puntos con los peronistas díscolos de las provincias en la última reunión de bloque. Se ratificaría, por un lado, las autoridades en manos de Martínez, Moreau y Paula Penacca. Y, a cambio, se trabajaría en conformar una mesa federal de trabajo en donde incluir a diputados del interior que vienen reclamando hace tiempo mayor protagonismo en el bloque.
La propuesta, sin embargo, apenas logró conseguir el objetivo real de la negociación: evitar nuevas rupturas hasta marzo. El compromiso al que intentó llegar Martínez fue que, durante el período de sesiones extraordinarias, el bloque peronista buscará mantenerse lo más unido posible frente a la avalancha de reformas de Milei. Unido, idealmente, en los votos. Pero unido, fundamentalmente, en la formalidad de un mismo bloque.
“Está todo atado con alambres. Estamos pidiendo un cambio en la lógica de conducción del bloque, un lugar en la mesa de toma de decisiones, y nos ofrecen una mesa de diálogo”, se quejó una diputada peronista que encabeza, junto a los diputados de Ricardo Quintela y Gerardo Zamora, así como varios “sin tierra”, la rebelión interna por un cambio de conducción.

Se hacen llamar los “federales”, y representan casi un tercio del bloque peronista. Al igual que los catamarqueños, vienen amagando con romper con el bloque hace años. Su reclamo, al igual que en el Senado, es por no poder formar parte de la toma de decisiones. Cuestionan que el cristinismo monopolice la estrategia, la agenda de proyectos y los cargos. Y advierten que, si no hay cambios, más de uno seguirá los pasos de Jalil en marzo.
La semana pasada, este sector intentó impulsar al tucumano Pablo Yedlin como vice presidente del bloque. Un cargo que no existe, pero que permitiría tener una silla en la mesa chica. “Pero ni eso nos quisieron dar. Ni un caramelo de madera para calmar las tensiones. A este ritmo en marzo explota todo”, advierte uno de los “federales”.
En el Senado se vive una situación similar. Allí, Mayans está intentando evitar que el catamarqueño Guillermo Andrada, el puntano Fernando Salino y la jujeña Carolina Moises rompan con el bloque peronista. Los díscolos le recriminan que Mayans no ofrece ni lugares ni cargos ni influencia, y amagan con diferenciarse en las próximas semanas.

El formoseño, sin embargo, sí logró contener a Zamora, el ex gobernador de Santiago del Estero, que había armado su propio espacio para diferenciarse de José Neder, el senador peronista que asumió por la minoría en la provincia. Un triunfo, ya que Zamora es un referente para los caciques del Norte que se resisten a la conducción de CFK. Eso sí: su permanencia en el interbloque no es garantía de que no vaya a jugar con el Gobierno.
A unos días de que comiencen las sesiones extraordinarias, una cosa es segura: nadie puede garantizar que habrá uniformidad en el voto peronista.
En los bloques peronistas admiten, puertas adentro, que será imposible adoptar una postura de oposición dura 100% homogénea. Hay iniciativas, como la reforma de la ley de Glaciares, que apelan al voto de muchos peronistas. El objetivo, en estos casos, será ordenar el debate de manera que, una votación diferenciada, no derive en una ruptura del bloque. Y ofrecer, a su vez, una propuesta propia con la que disputar la agenda mileísta.
Algunos temas, sin embargo, no serán fáciles. El proyecto de la reforma laboral, cuyo borrador se dio a conocer en los últimos días, tiene al peronismo en estado de alerta y movilización. Ya hay diálogo con la CGT y más de un dirigente sindical advierte que, de avanzar el Gobierno con el proyecto que se dio a conocer -que plantea, entre otras cosas, la ampliación de la jornada laboral, la limitación del derecho a huelga y modificaciones en el esquema de indemnizaciones y vacaciones- podría llevarse a cabo un plan de lucha.
En el PJ se están trabajando dos contrapropuestas. Por un lado, una propuesta de modernización laboral que incluye ampliación de las licencias por paternidad, reducción de la jornada de trabajo y una ley de cuidados para los trabajadores de plataformas digitales. Por el otro, una propuesta de reforma tributaria, que incluye rebajas impositivas para Pymes.
El objetivo, explican cerca de CFK, es mantener una agenda propositiva, de manera de no quedar relegados a una actitud defensiva cuando comience el debate. Sin embargo, hay un motivo por el cual los borradores todavía no vieron la luz: el peronismo no logra ponerse de acuerdo en algunos puntos clave. Y más de uno teme que, para cuando el recinto abra, se exponga, una vez más, la eterna espiral de la interna peronista.
MCM/MG
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