Hace más de tres décadas que se rebasó el umbral de seguridad, pero la cantidad del principal gas del cambio climático expulsado al quemar combustibles fósiles experimenta un acelerón desde 2011.
El efecto invernadero no está provocado únicamente por el CO2, pero es el principal ingrediente de la cúpula gaseosa que atrapa la radiación solar y recalienta el planeta. El gran responsable de que el clima esté alterado y cause más lluvias violentas, sequías más frecuentes o condiciones perfectas para olas de incendios forestales inextinguibles.
Esta línea marca 350 partes por millón (ppm). Ese es el límite en
el que debería situarse la concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera. Es el
“límite de seguridad” de la Tierra.
La línea gris representa la media mensual de
concentración de CO2 a principios de los ochenta. La línea roja
muestra la concentración pero corrigiendo los picos estacionales.
Los datos proceden del
organismo de Vigilancia Global de la Atmósfera (Global Atmosphere Watch) de las Naciones
Unidas.
En 1988 se rebasa el límite de seguridad. La concentración de dióxido de
carbono en la atmósfera alcanza las 351 partes por millón.
En 1994 entra en vigor la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre
el Cambio Climático, con el fin de estabilizar las emisiones de gases invernadero (GEI)
en la atmósfera. El dióxido de carbono es uno de los principales GEI que causan el calentamiento
global.
Tres años más tarde, en 1997, se firma el Protocolo de Kioto,
dentro del Marco de las Naciones Unidas. Es firmado por 84 países y ratificado por 46. La Unión
Europea, uno de los grandes emisores de CO2 a nivel global, se adhiere.
El Protocolo de Kioto no entra en vigor hasta 2005. En ese momento, la
concentración de dióxido de carbono en la atmósfera ya roza las 380
ppm.
Pero la emisión y concentración de gases de efecto invernadero continúa
aumentando. En 2015 se superan las 400 ppm.
Ese año se
aprueba el Acuerdo de París, también en el Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio
Climático. El objetivo: limitar el aumento de la temperatura media global a 1,5ºC respecto a los
niveles pre-industriales.
En 2024 se alcanzó un nuevo récord debido a las emisiones humanas, los
incendios y el agotamiento de los ecosistemas.
Actualmente, la concentración de CO2 en la atmósfera es de 424 partes por millón. Muy por encima del límite de seguridad de
la Tierra, cuyo máximo no debería sobrepasar las 350 ppm.
423,9 ppm es algo que no había sucedido en la Tierra desde hace aproximadamente un millón de años, subrayan los climatólogos. Los primeros humanos modernos aparecieron en el planeta hace 300.000 años. 423,9 ppm es un 120% del supuesto nivel máximo de seguridad. Esa raya teórica se trazó hace casi dos décadas en 350 ppm.
El climatólogo de la NASA, James Hansen publicó un estudio en 2008 en el que concluía que “si la superación de ese umbral no es breve, es posible que se desencadenen efectos catastróficos irreversibles”. Cuando apareció el paper, la concentración ya estaba en 385 ppm y desde entonces no paró de subir.
Hansen lo explicó así: “Si la humanidad quiere conservar un planeta similar al que permitió desarrollar la civilización y al que la vida se adaptó, la evidencia paleoclimática indica que el CO2 debe reducirse a un nivel máximo de 350 partes por millón”.
El CO2 causa el 66% del calor extra que está acumulando la Tierra –que los científicos denominan forzamiento radiativo, es decir, la diferencia entre la radiación solar absorbida y la que escapa al espacio–. Le sigue el metano con un 16%, los CFC con un 9% y el óxido nitroso con un 6%.
La principal fuente del CO2 inyectado a la atmósfera ha sido la quema intensiva de combustibles fósiles, carbón, petróleo y gas. A medida que se aceleró su uso, se disparó la concentración. “Si en la década de los 60 del siglo XX el promedio de incremento anual era 0,8 ppm, entre 2011 y 2020 fue de 2,3 ppm”, revela la Organización Meteorológica Mundial en su último Boletín sobre Gases de Efecto Invernadero.
Sin embargo, los principales productores de combustibles fósiles del mundo (desde EEUU a Rusia pasando por Arabia Saudí, Brasil, India y hasta casi una veintena de países) prevén producir más del doble de petróleo, carbón o gas de aquí a 2030 de lo que permitiría contener el calentamiento global a 1,5ºC al final de este siglo.
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