Seguro que más de una vez —o más de dos— te ha pasado lo mismo: estás cocinando unos huevos fritos, friendo un filete o preparando pescado a la plancha y, de repente, el aceite empieza a saltar. En cuestión de segundos, esas molestas salpicaduras acaban en los azulejos de la cocina o, peor aún, en el papel pintado o en la pared. El resultado es siempre el mismo: una mancha de aceite oscura y antiestética que parece imposible de eliminar sin dejar rastro.