
En un mundo donde la inteligencia artificial se integra cada vez más en la vida cotidiana, la neurobióloga Florencia Labombarda, investigadora del Conicet y fundadora de Tomátelo con Ciencia, propone una reflexión urgente: cómo evitar que la tecnología piense por nosotros. “La inteligencia artificial cambia el cerebro, pero el modo en que lo hace depende de cómo interactuemos con ella. Puede sustituir nuestro pensamiento o potenciarlo. La clave está en la metacognición”, afirmó durante el summit de Negocios del Futuro organizado por LA NACION.
La especialista explicó que la metacognición —la capacidad de observar y dirigir el propio pensamiento— es lo que permite transformar a la IA en una herramienta para el pensamiento crítico, en lugar de un sustituto del razonamiento. “El cerebro es extraordinariamente complejo, pero también un poco vago. Cada vez que puede delegar una función en una herramienta confiable, lo hace sin problema. Y eso, si no lo gestionamos, puede reducir nuestra autonomía cognitiva”.
A través de ejemplos simples, como el uso del GPS o la calculadora, Labombarda explicó el concepto de descarga cognitiva: la tendencia del cerebro a externalizar tareas que requieren energía. “Cuando usamos el GPS solo para obedecer, el cerebro descansa. Pero cuando lo usamos para entender cómo orientarnos y construir un mapa mental, se activa una región clave llamada hipocampo, que aumenta su volumen y mejora nuestra capacidad de memoria espacial.”
Según la investigadora, lo mismo ocurre con las herramientas digitales y los modelos de IA: “Si solo obedecemos al algoritmo, descargamos funciones esenciales como la toma de decisiones, la argumentación o la resolución de problemas. Y esas son las bases del pensamiento crítico.”
Según la especialista, varios estudios recientes respaldan esta observación. En uno de ellos, grupos que resolvieron un test de pensamiento crítico con ayuda de inteligencia artificial obtuvieron todos los resultados correctos, pero no pudieron explicar su razonamiento. “El grupo que trabajó sin IA cometió más errores, pero comprendió mejor los procesos mentales detrás de cada respuesta. En el primer caso, los recursos cognitivos liberados se usaron para descansar”, detalló.
La neurobióloga advierte que esa comodidad puede derivar en una “erosión cognitiva” si el cerebro no reasigna esos recursos a tareas complejas. “La IA puede pensar por mí, crear por mí, decidir por mí. Pero entonces, ¿qué hago yo con mi cerebro?”. La respuesta, dijo, es usar la tecnología para entrenar la supervisión de contenidos y procesos mentales: validar, contextualizar y evaluar la información.
“Sabemos que la inteligencia artificial alucina, por eso tenemos que evaluar la veracidad de lo que produce, su actualización, sus sesgos algorítmicos y las implicancias éticas. La metacognición nos permite mantener el control y evitar que la descarga cognitiva se convierta en dependencia”, explicó.
Labombarda definió incluso la ingeniería de prompt —la habilidad de formular buenas consultas a los modelos— como una forma de metacognición. “No es una habilidad técnica, sino cognitiva. Implica saber qué quiero, cómo quiero que me devuelva la información y qué voy a hacer con ella.”
También propuso observar a la IA como un espejo para aprender sobre nuestra propia mente: “Podemos pedirle que nos diga cómo estamos pensando, si argumentamos desde la emoción, desde la evidencia o desde la autoridad. Si vemos cómo ‘piensa’ la IA, podemos aprender sobre nuestro propio pensamiento.”
La científica remarcó que la tecnología no es buena ni mala en sí misma, sino que amplifica los hábitos mentales con los que se la usa. “Si dejamos que piense por nosotros, perderemos autonomía. Pero si usamos los recursos liberados para funciones críticas y metacognitivas, la IA puede potenciar nuestra inteligencia.”
Finalmente, invitó a la audiencia a cambiar el paradigma: “La inteligencia artificial no debería reemplazar la cognición humana, sino hacernos más conscientes de ella. Nos da la oportunidad de observar cómo aprendemos y cómo pensamos, algo que antes era invisible.”






