
BRASILIA.- La detención definitiva de Jair Bolsonaro, quien el martes se quedó sin margen para revertir la condena a 27 años y 3 meses de prisión por intento de golpe de Estado, reactivó un conflicto que venía madurando en silencio: la disputa por su herencia política. En la derecha brasileña ya no se habla de su candidatura en 2026, sino de quién podrá apropiarse de su capital electoral para enfrentar al presidente Luiz Inácio Lula da Silva.
La pelea divide al campo conservador. De un lado, el “clan” Bolsonaro, decidido a congelar cualquier debate por la sucesión; del otro, gobernadores y dirigentes del denominado “Centrão” -la coalición de partidos conservadores que controla buena parte del Congreso- que presionan por una definición rápida, con la bendición del expresidente desde su reclusión. Según analistas consultados por LA NACION, esta disputa marcará el futuro del espectro conservador y su capacidad de ser competitivo ante Lula.
“Vamos a ver una pelea muy importante sobre esa herencia, entre un bolsonarismo más radical y una derecha más pragmática, que intentará superar el bolsonarismo y construir una alternativa más moderada, con más posibilidades de triunfar en 2026”, dijo Leandro Consentino, politólogo del instituto Insper en San Pablo. El académico advirtió, sin embargo, que cualquier alternativa que no nazca del propio bolsonarismo podría enfrentar dificultades si surge completamente “por fuera”.
En este tablero, el nombre con mayor proyección es el del gobernador de San Pablo, Tarcísio de Freitas. Exministro de Infraestructura, se convirtió en la figura que sectores empresariales e institucionales imaginan capaz de recomponer una derecha competitiva sin depender del bolsonarismo más radical. Esta semana, en un encuentro con inversores, fijó un plazo: marzo de 2026. Para entonces, dijo, la derecha deberá presentar su candidato y su proyecto. El mensaje incomodó al clan, que intenta mantener el escenario congelado.
La presión creció este mes tras un sondeo del instituto A Cara da Democracia, revelado por O Estado de S. Paulo, según el cual Tarcísio reúne hoy la base de simpatizantes más diversa del campo conservador. El 22% de quienes declaran “gustar” del gobernador votó por Lula en 2022, algo casi inexistente entre los bolsonaristas. Además, su electorado es más joven, más instruido y se ubica con mayor frecuencia en el centro del espectro ideológico.
Flávio, Eduardo y Carlos Bolsonaro -junto a la exprimera dama Michelle- administran hoy el expolio político del expresidente. Buscan controlar el calendario y evitar que un nombre surja rápidamente sin su aprobación. Mantienen incluso abierta la posibilidad de una candidatura familiar, pese a que gobernadores y empresarios la consideran un escollo.
La ofensiva familiar quedó aún más clara esta semana, cuando Eduardo Bolsonaro elevó el tono en una entrevista a UOL. Dijo que su hermano Flávio está “más preparado” que Michelle para una disputa presidencial y atacó a Tarcísio, a quien trató de “tecnócrata de centro” que busca agradar “al centro y a la izquierda” por creer que los votos de la derecha están garantizados.

“No me importa si dicen que estoy dividiendo a la derecha”, afirmó el diputado, que reside en Estados Unidos y es reo en la Corte Suprema por gestionar presiones ante la Casa Blanca para perjudicar a Brasil durante el proceso contra su padre.
André César, analista de la consultora Hold, define esta situación como el dilema central del bolsonarismo: “De un lado, al congelar la disputa, están intentando valorizar sus activos; pero por otro lado, es una señal de debilidad: puede mostrar que no hay nadie listo para asumir el rol de candidato opositor. Es el dilema que vive la derecha, el bolsonarismo: cuál es el timing perfecto para designar un candidato”.
Ese dilema del timing se desarrolla en un contexto en el que Lula sigue liderando los sondeos de forma cómoda. Según la última encuesta Genial/Quaest de noviembre, el presidente vencería en todos los escenarios testados para primera y segunda vuelta, aunque con señales de desgaste y un leve crecimiento del potencial de voto de los principales candidatos de la derecha. En el caso de Freitas, el más competitivo, Lula obtendría 41% frente al 36% del gobernador paulista, una brecha que llegó a ser de 12 puntos en relevamientos anteriores.
En este ambiente, otros gobernadores con aspiraciones –Romeu Zema (Minas Gerais), Ronaldo Caiado (Goiás) y Ratinho Júnior (Paraná)- avanzan con extrema cautela. Ninguno quiere irritar al clan. En el entorno de Tarcísio admiten, sin embargo, que no está descartada una fórmula combinada, ya sea con otro gobernador o con una figura del bolsonarismo, si eso garantiza la bendición del expresidente.
El rol de Bolsonaro sigue siendo decisivo: sin su aval, cualquier candidatura corre riesgo de ser boicoteada por su base digital
Pero el riesgo mayor, advierte César, es que esta tensión termine dividiendo al campo conservador: “Existe el riesgo de una gran grieta entre esa derecha más radical y un conservadurismo más pragmático, más de centro”. “Esa grieta puede ampliarse, y ahí sí tendremos dos vertientes bastante distintas a la derecha, y eso cambiaría el panorama radicalmente”, agregó.
En privado, legisladores bolsonaristas reconocen que Bolsonaro no recuperará sus derechos políticos, pero insisten en que su rol sigue siendo decisivo: sin su aval, cualquier candidatura corre riesgo de ser boicoteada por su base digital.
Tarcísio, en tanto, camina sobre una cuerda floja. No puede confrontar al clan sin arriesgar el apoyo de la base bolsonarista, pero tampoco puede esperar indefinidamente. “El gran temor de Freitas es desvincularse de su padrino político y recibir el estigma de traidor, algo que podría llevarlo a perder el apoyo de la derecha y quedar huérfano también ante la izquierda”, señaló Consentino.
La derecha brasileña se encamina así hacia meses decisivos, atravesada por tensiones internas y por la necesidad de definir un proyecto capaz de sobrevivir al encarcelamiento de su líder más influyente.




