La red digital se ha convertido, en apenas una generación, en la plaza pública más influyente, privatizada y omnipresente de la era contemporánea. No fue hasta la aparición del iPhone, en 2008 —y la explosión imparable de los smartphones en 2009— cuando las redes sociales consolidaron su lugar indiscutible en el bolsillo de cada ciudadano y en la mente de cada adolescente. Hoy, no solo constituyen la vía de socialización dominante entre adolescentes y jóvenes; también han rediseñado la forma en la que millones de personas se informan, se expresan y se relacionan desde la segunda década del siglo XXI.