Los “nuevos westerns”: ¿las plataformas reviven el género o lo empujan al vacío?

El éxito de la saga Yellowstone, creada por Taylor Sheridan para Paramount+, marcó un inesperado renacer de los relatos del Viejo Oeste. Historias ambientadas en los años de la travesía de los pioneros, otras en el presente en un territorio en disputa por el turismo y los negocios inmobiliarios, y defendido por aquellos herederos de la América profunda. No estamos en los años de John Ford y su trilogía de la caballería, ni siquiera en el crepúsculo de la mitología que supuso una película como Un tiro en la noche, ni siquiera en ese western de camaradería que filmó Howard Hawks bajo el nombre de Rio Bravo. No se trata de los ejercicios clase B de Budd Boetticher, ni del spaghetti western de Sergio Leone, ni de la violencia coreografiada de Sam Peckinpah, ni las tragedias shakesperianas bajo la mirada de Anthony Mann. No, es un tiempo de nostalgia y relecturas, apropiándose de aquella iconografía legendaria como un bien apetecible en esta era de “contenidos” que resulta ser el streaming. Narrativas expandidas, exteriores luminosos, disputas territoriales y familias con problemas de herencia y linaje conforman el creciente panorama de los “nuevos westerns” en los que Netflix quiere tener la última palabra.

Y eso parece ser evidente con el reciente estreno de Los abandonados, la nueva superproducción del Oeste comandada por dos estrellas de la pantalla chica como Gillian Anderson (Los expedientes secretos X) y Lena Headey (Game of Thrones), matriarcas de dos familias en guerra en el territorio histórico de Washington (vigente desde 1853 hasta 1889 cuando fue admitido en la Unión como el Estado de Washington). La apuesta de la plataforma líder del negocio del streaming -ahora cada vez más evidente desde que se convirtió en la posible nueva propietaria de la franquicia Warner Brothers), consiste en conquistar ese terreno en el que otros plantaron primero bandera, un poco emulando en la ficción aquella vieja frontera delineada en ese vasto desierto del norte.

Los primeros en este despertar del western fueron Taylor Sheridan y Paramount con la saga Yellowstone, ambientada en el presente del condado de Montana, en el corazón de una disputa entre ganaderos y desarrolladores inmobiliarios, agitada por tensiones raciales y desgracias familiares, que tuvo en las siguientes 1883 y 1923 la conformación de un multiverso que nada tiene que envidiarle al de los pasados superhéroes.

El adalid del éxito fue también el rostro de Yellowstone: Kevin Costner. Una estrella que había sido artífice del resurgimiento de la tradición clásica del género en los 80, de la mano de Lawrence Kasdan con Silverado (1985), y luego fue cultor de una mirada propia desde su debut como director en Danza con Lobos (1990) y su posterior madurez con Pacto de justicia (2003). En Yelowstone, Costner es el patriarca de la familia Dutton, dispuesto a defender sus tierras de la avaricia de los negocios turísticos y las guerras intestinas en su propia familia. Desde una puesta en escena ambiciosa y una combinación del imaginario del Oeste y las narrativas familiares de series como Valle de pasiones o Dallas, Sheridan logró recuperar el espíritu del género con conflictos que empujan lo novelesco hacia el drama contemporáneo, y una acción que le debe algo al policial sombrío que parece haber colonizado el streaming en los últimos años. Por ello el cierre del ciclo Yellowstone, que finalmente culminó en 2024, pero dejó sembrados varios spin-off, ofrece una lección importante para las plataformas: allí hay algo para explorar y convertir en la nueva gallina de los huevos de oro.

The English (HBO Max)

Bajo esa premisa, en los años subsiguientes aparecieron varias series ambientadas en el Oeste: The English -creada por Hugo Blick y disponible en HBO Max-; Outer Range -creada por Brian Watkins y disponible en Disney+-; la australiana Territory -creada por Timothy Lee y Ben Davies con la clara conciencia de ser una respuesta a Yellowstone-; la brutal American Primeval -creada por Mark L. Smith para Netflix con la aspiración de convertirse en la verdadera actualización de los relatos del Oeste-; la romántica Ranson Canyon -también en Netflix, pero más cercana a las coordenadas de telenovela juvenil con caballos y sombreros de cowboys-; la última creación de Sheridan sobre el negocio del petróleo, Landman -con otro actor estelar como Billy Bob Thornton -; y la recién estrenada Los abandonados, cuyos resultados son menores a sus ambiciones.

Territory (Netflix)

Como explica la crítica Judy Berman en la revista TIME, “la mayoría de estas historias se basan en conflictos territoriales entre individualistas acérrimos y voraces buitres capitalistas: dos arquetipos estadounidenses por excelencia”. Ya sea en los años de la conquista en el siglo XIX, como en su actualización al presente -lo que, de hecho, hizo Sheridan-, ya sea en la región sur del país como Texas, en el desierto de Wyoming, o en el norte lindante con Canadá, las narrativas de los nuevos westerns transitan los mismos tópicos, ofrecen las mismas claves de puesta en escena, recrean una misma y eterna batalla encarnizada. Paisajes boscosos, planicies de color verde esmeralda, grandes ranchos o pequeños poblados, arreo de ganado o negocios de minería, todo reaparece bajo la égida de este “nuevo western”, una reinvención del género que deja atrás los grandes temas del período clásico, como el tendido ferroviario o los personajes históricos al estilo Jesse James o Wyatt Earp, por historias familiares, disputas por negocios, y una amplia gama de misterios que amplía los contornos de la tradición.

American Primeval (Netflix)

Mujeres al frente

En ese mapa, Los abandonados ofrece dos distinciones: la primera es que elige a dos estrellas femeninas como Gillian Anderson y Lena Headey para encabezar el elenco -siguiendo el enclave melodramático que el género explotó en los años 50 con películas como Johnny Guitar (1954), de Nicholas Ray, con Joan Crawford; o Dragones de la violencia (1957), de Sam Fuller, con Barbara Stanwyck-; y la segunda es que opta por hallar referencias en el western crepuscular, aquel que sostiene el espíritu clásico, pero con la clara conciencia de su declinación. En esa línea, el inicio de la serie recuerda el comienzo de El jinete pálido de Clint Eastwood: en aquella, una banda de cuatreros destruía las viviendas de un grupo de buscadores de oro que no querían ceder sus tierras al poderoso señor LaHood; en Los abandonados, es Constance Van Ness (Anderson), una señora con ínfulas aristocráticas e inversiones con los Vanderbilt, quien quiere arrebatar las tierras de una región rica en plata a los ganaderos que viven allí. Quien le opone resistencia es Fiona Nolan (Headey), una viuda de ascendencia irlandesa, dueña de un rancho junto a sus cuatro hijos adoptivos, la misma que recibe un ataque brutal a su ganado en el primer episodio y comienza una batalla por la permanencia. El creador Kurt Sutter había actualizado con cierto ingenio el Hamlet de Shakespeare en su serie éxito, Son of Anarchy, y ahora intenta lo mismo con Romeo y Julieta en esta versión algo lavada de la disputa entre Montescos y Capuletos ambientada en 1854.

Los abandonados (Netflix)

Pese a que Los abandonados está lejos de los mejores estándares del género, con el legado de Eastwood como uno de los logros más importantes, sí ofrece un mosaico representativo de este intento de restituir al género el favor de un público que parecía haber perdido para siempre. En ese sentido, el pionero Sheridan fue quien mejor entendió como actualizar la perspectiva, concentrada en tensiones ancestrales con pueblos originarios e inmigrantes mexicanos, al mismo tiempo que situó a la familia como eje del conflicto emocional y a los negocios en materia inmobiliaria como guiño a la actualidad. También él reavivó la presencia de estrellas que convoquen al público, no solo a Costner sino a la dupla de Harrison Ford y Helen Mirren que aparecen en 1923, uno de los satélites del universo Yellowstone. Es cierto que series como Deadwood (2004, disponible en Paramount+), Justified (2010, disponible en Disney+ y Movistar Play), y Godless (2017, disponible en Netflix) intentaron reavivar el género, sin embargo su éxito individual no implicó una tendencia como la que hoy se vislumbra en el streaming.

Los abandonados (Netflix)

Repasando los mejores títulos, lo que asoma es el protagonismo de mujeres (en The English, American Primeval y ahora en Los abandonados), los misterios policiales (en Outer Range con evidencia, y también en otra serie relacionada con este universo como Untamed de Netflix), las familias infernales (en casi todas), las disputas por la tierra en el pasado (entre ganaderos y agricultores, o entre explotadores mineros y pioneros), una mirada revisionista en la relación entre los colonos y los pueblos originarios (algo que en Los abandonados queda claro en la conformación de la familia ensamblada de Fiona, con hijos afrodescendientes y de raíces indígenas), un notable despliegue de producción en exteriores y un uso creciente del digital para representar lo que antes eran hazañas artesanales (basta comparar la caída del ganado en el primer episodio de Los abandonados, realizada con CGI, y las destrezas analógicas de películas como La diligencia o Río rojo en el manejo de animales).

Una escena de la nueva serie Los abandonados (Netflix)

Queda por verse qué vitalidad tendrá esta nueva era del western en clave streaming, en tanto la apropiación de esos imaginarios de la frontera, su explotación hasta el desgaste en historias similares y repetitivas, y la conversión de arquetipos y constantes temáticas en clisés sin aristas ni texturas, pueden saturar a los espectadores y hacerlos renegar del género. Judy Berman es lapidaria respecto de Los abandonados, bautizándola ‘PMV: producto mínimo viable’, como ejemplo de una tendencia cada vez más extendida en el streaming: “Se mezclan los ingredientes necesarios -protagonistas famosos, género de moda, creador con público propio, algunas ideas endebles sobre la maternidad y la familia- para presentar un paquete cerrado a los espectadores y tener la seguridad de que lo consumirán. La televisión ‘PMV’ está por todas partes en este momento soso y timorato de Hollywood”. Salvo lo hecho por Sheridan en Yellowstone -y en 1883, que es uno de los estándares más altos de esa saga-, estos nuevos westerns no están a la altura de la excelencia de un género que supo entender que la mitología con la que se forja el pasado, resulta perdurable en forma de leyenda. Ya lo dijo el periodista en el final de Un tiro en la noche de John Ford: “Esto es el Oeste. Cuando la leyenda se convierte en realidad, imprima la leyenda”.

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