
Guillermo Francos y Lisandro Catalán dejaron el Gobierno en medio de una escalada de rumores y presiones internas. Manuel Adorni asumirá como jefe de Gabinete y se esperan definiciones acerca del lugar que podría ocupar el asesor presidencial todoterreno.
Manuel Adorni sobre la salida de Guillermo Francos: “Había cumplido un ciclo”
La profecía se cumplió. Las versiones sobre cambios en el gabinete, que desde hace días se multiplicaban por la Casa Rosada, terminaron por concretarse este viernes con las renuncias de Guillermo Francos y Lisandro Catalán, hasta ahora los dos principales articuladores políticos del Gobierno. En su carta de despedida, Francos habló de “persistentes trascendidos sobre modificaciones en el Gabinete” y agradeció al Presidente “la oportunidad de servir con lealtad y patriotismo a nuestro país”.
Milei se enteró de la dimisión en plena cena con Mauricio Macri, en la quinta de Olivos, donde ambos repasaban la agenda de reformas legislativas y el escenario político tras la victoria electoral. Interrumpió la comida para realizar algunas llamadas y, antes de terminar la velada, ya había definido el reemplazo: Manuel Adorni, su vocero y hombre de máxima confianza de Karina Milei, asumirá el lunes como nuevo jefe de Gabinete.

Catalán, en cambio, dejó el cargo visiblemente molesto. En el entorno del ahora exministro del Interior admiten que sintió que tanto él como Francos habían sido desplazados del centro político en beneficio del círculo de Santiago Caputo, y que el asesor había promovido su salida en los medios desde incluso antes de las elecciones.
El movimiento cierra una etapa: de un articulador político a un portavoz disciplinado, el cambio refleja la decisión del Presidente de concentrar el poder y prescindir de los equilibrios internos que hasta ahora moderaban su gabinete. La caída de Francos confirma lo que en Balcarce 50 se daba por hecho: el avance del caputismo sobre las áreas políticas era imparable.

Hasta ayer, Milei intentaba contener la crisis y sostenía que no había motivos para modificar su equipo. En su entorno repetían que mantendría el statu quo hasta diciembre, cuando Patricia Bullrich y Luis Petri dejaran sus ministerios para asumir sus bancas legislativas. Pero la presión interna fue en aumento y Francos no resistió el último embate del círculo caputista, que desde hace semanas agitaba versiones sobre su salida.
El intento de instalar al propio Adorni como posible reemplazante había sido, en las últimas horas, una operación de desgaste impulsada por las usinas del Salón Martín Fierro. Aquella maniobra parecía diluirse, pero terminó concretándose. Francos había logrado reposicionarse tras la victoria electoral, oficiando de amortiguador entre Milei y las disputas internas, y junto a Catalán había reabierto el diálogo con los gobernadores. Pero la calma era aparente. En su entrevista con A24, el Presidente había advertido que las determinaciones se tomarían “cuando lo considere necesario”. Lo hizo antes de lo previsto.

Las renuncias confirman lo que todos saben: lo permeable que puede llegar a ser el Presidente a las demandas de su círculo íntimo. Milei valoraba la capacidad negociadora de Francos, pero más pondera la intuición política de Caputo, su asesor más influyente y uno de los pocos con línea directa a su teléfono. La tensión entre ambos, que durante meses se mantuvo en un punto de coexistencia frágil, terminó por quebrarse.
El domingo electoral había sido un punto de inflexión. Milei procuró mostrarse ecuánime en los agradecimientos y definió a Karina y Caputo como “los dos arquitectos de la victoria”. Fue un gesto de equilibrio que reflejó lo que dentro del oficialismo ya se asumía como un empate técnico entre ambos bandos. Las estrategias impulsadas por cada uno funcionaron en simultáneo y explican parte del resultado. Pero ese juego no deja de ser inestable.

Por su parte, ratificado en el cargo y respaldado por Milei, Francos se mostró durante la semana como una pieza central de la nueva etapa. Tomó la iniciativa y convocó el jueves a veinte gobernadores al Salón Eva Perón, en una foto que devolvió aire al oficialismo. Pero el ministro coordinador no tomó la palabra en todo el encuentro. “El único que intervino fue Santiago Caputo. El resto, mutis”, confió a elDiarioAR uno de los mandatarios presentes. Toda una señal.
Francos era el principal sobreviviente de un gabinete en disputa. No tenía la mística del entorno libertario, tampoco una exacerbada vocación de poder. No contaba con el blindaje total de la mesa chica, pero sí con un atributo escaso: autonomía. Desde su despacho supo tejer y mantener (no sin turbulencias) los vínculos con gobernadores, primero desde su rol de ministro del Interior y después como jefe de Gabinete, un terreno —el de la negociación con las provincias— donde Caputo logró hacer pie con el correr de la gestión. Esa convivencia forzada fue minando la relación del exgerente de Corporación América con el asesor todoterreno.

La salida de Francos y Catalán dejó al Gobierno sin su puente político más estable y profundiza la dependencia de Milei respecto del tándem Karina–Caputo, un vínculo cruzado por recelos y desconfianza. El 26 de octubre no dejó ganadores ni perdedores, sino un empate técnico entre los vértices del “triángulo de hierro”, cuyas estrategias se complementaron y funcionaron.
La apuesta “purista” que tejieron los Menem y la secretaria general logró resultados en varias provincias, mientras la ingeniería comunicacional y las alianzas con determinados gobernadores impulsadas por Caputo sostuvieron la narrativa libertaria y aseguraron recursos para la campaña. El resultado nacional fue, en parte, el producto de esa convergencia tensa, en la que ambos bandos reclaman haber tenido la última palabra.

El nuevo esquema, en definitiva, consolida una reconfiguración del poder interno. Karina Milei gana posiciones con Adorni, al tiempo que ratifica a los primos Martín y “Lule” Menem como piezas del armado político. Por su parte, Caputo busca capitalizar el vacío político que dejan las renuncias. En la Casa Rosada aseguran que el Presidente tomará su tiempo para definir el rediseño final del gabinete, pero la inminente designación de su vocero como ministro coordinador marca el fin de una etapa.
Por ahora, el Gobierno queda sin articulación institucional. Y aunque Milei se muestra sereno, puertas adentro saben que el equilibrio interno pende de un hilo. Todavía no está claro quién ocupará el Ministerio del Interior, un cargo clave para la relación con las provincias. En los pasillos de Balcarce 50 toma cada vez más fuerza una versión: Santiago Caputo podría quedar al frente de una supercartera política que absorba Interior, concentrando poder real y formal. De concretarse, el Gobierno entraría en una nueva fase: la de la institucionalización de su “monje negro”.
PL/CRM
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