El trabajo remoto llegó al paroxismo con estas pantallas, desde las que se promete una paradoja, la protección a distancia.
Edificio porteño promedio en Ecuador casi Pueyrredón: frente de granito, puerta de vidrio, potus al frente. Al fondo, una vigiladora: camisa blanca, aros de perla y flequillo largo. Mueve los ojos arriba, abajo, al costado. Un par de edificios más allá, todavía en la misma cuadra, aparece la misma guardia, ahora en un hall gris claro. ¿Ciencia ficción? Más bien, tecnología. En este caso, los tótems de seguridad privada, que pueden reproducir un mismo vigilador en cualquier lado.
No sé cuándo normalizamos que nos recibieran cada día. Sólo sé que, con la epidemia de trabajo remoto y la inteligencia artificial, los servicios presenciales son cada vez más un lujo. Y que, si sumás crisis, expensas por el techo y miedo a entraderas, el resultado da tótems de seguridad en cada vez más edificios porteños. A Prosegur, que lanzó el sistema en 2014, le aumentaron los clientes en un 20% en el último año.
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