
Entre las amenazas existenciales para la humanidad la proliferación de armas nucleares es la más evidente desde 1949, cuando la URSS realizó su primera prueba, poniendo fin al monopolio estadounidense e iniciando ya abiertamente la confrontación bipolar. Es, por tanto, un asunto sobre el que conviene ser muy preciso y evitar declaraciones que puedan ser malinterpretadas por cualquiera de las nueve potencias nucleares existentes. Una cautela que, una vez más, no parece figurar en la agenda de Donald Trump a tenor de su exabrupto del pasado 30 de octubre, cuando cometió dos errores y pronunció una expresión ambigua cargada de funestos augurios.





