
El próximo miércoles se cumplirá un año desde que un término propio del léxico meteorológico —depresión aislada en niveles altos: dana— se instaló dramáticamente en el vocabulario de los españoles, pero sobre todo en el de los valencianos. Desde el 29 de octubre de 2024, las heridas personales, económicas y políticas siguen abiertas en miles de familias que vieron quebrada su vida para siempre y en todo un país que asiste, entre indignado y atónito, a las artimañas del presidente de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón, para eludir su papel como responsable último del operativo encargado de gestionar la emergencia aquella tarde fatídica.






