“¡Podés venir con vestimenta de época!”, decía la invitación. Muchos aceptaron el desafío y se sumaron al Baile de Regencia junto a representantes del grupo Jane Austen Argentina en el salón Lowlands, en el bajo Belgrano. Con este viaje en el tiempo hacia principios del siglo XIX en Gran Bretaña se presentó el libro Queremos tanto a Jane, de Juana Libedinsky, publicado por Seix Barral semanas antes de que se cumplan -el 16 de diciembre- los 250 años del nacimiento de la famosa escritora.
Fue una experiencia única que incluyó una conversación de la autora con Tamara Tenenbaum y Guillermo Martínez ante decenas de “janeites”: fanáticos de las novelas, los personajes y el universo moral de Austen. “Es como un club internacional sin reglas –explica Libedinsky, columnista de LA NACION-, pero con ciertos códigos compartidos, capaz de reunir a académicos con fans, a lectores solitarios con bailarines de época, a señoras que se juntan a tomar el té y discutir tramas con adolescentes de TikTok”.
Ella misma integra ese selecto círculo con una pasión alimentada desde su infancia, cuando descubrió entre té y scones en la biblioteca de Shummy, su tía abuela segunda, dos libros que dejarían su marca: Emma y Orgullo y prejuicio. “No hubo vuelta atrás –reconoce-. Eran historias de mujeres inteligentes que encontraban el amor en una sociedad restrictiva, llenas de diálogos brillantes y finales felices. ¿Qué más se podía pedir?”

Dedicarle un libro, tal vez. Cuando se le ocurrió esa idea, hace apenas unos meses, no dudó en sacar pasajes para experimentar y registrar en primera persona la celebración global de este aniversario. Que abarca desde traducciones en distintas lenguas, megaexposiciones en museos y grandes producciones teatrales hasta “versiones reinventadas con zombis o influencers, y miles de memes y debates en redes que mantienen su obra en estado de combustión permanente”.
Libedinsky viajó incluso desde Nueva York, donde vive, hasta la catedral de Winchester, para bailar donde descansan los restos de la escritora. Otro de esos encuentros se realizó en Buenos Aires. Y aunque un vuelo demorado le impidió llegar a tiempo, envió como representantes a un grupo de amigas que se vistieron para la ocasión. En el colegio San José, en el barrio de Once, se encontraron con cientos de personas que integran el grupo porteño de fans, liderado desde 2013 por Yerimen Iglesias. Con más de 5800 seguidores en Instagram, es el mismo que bailó en la presentación del libro.

“Las danzas suelen ser parte de los eventos, especialmente los picnics y festivales –dijo Iglesias a LA NACION-. A los debates no es obligatorio ir de regencia, pero desde el primer baile que se hizo en 2015 tuvimos un código de vestimenta riguroso para mantener la ilusión de estar en otra época. En 2021 hicimos el primer festival de Jane Austen en Argentina, que incluía charlas sobre Jane, danzas y picnics que fomentaban que todos los que estén interesados en la obra de Jane se conozcan entre sí. En el último tiempo se han ido animando muchos más hombres, de todas las edades. La casa Alice Tea House, en San Telmo, siempre nos abre el espacio para las celebraciones del Jane Austen Day, el 16 de diciembre. Ese día debatimos sobre sus obras y hacemos tarjetas decoradas con el tema, y este año esperamos hacer algo especial”.

Incluso el título del libro tiene su vínculo local. “En la Argentina, la referencia literaria obligada cuando se habla de fanatismo por una figura cultural suele ser ‘Queremos tanto a Glenda’, de Julio Cortázar –explica Libedinsky-. En ese cuento, quienes adoran a la actriz Glenda Jackson se vuelven tan posesivos como los austenianos con su autora, pero no saben canalizar positivamente su adoración y todo termina en violencia. Quienes queremos tanto a Jane, parece, somos bastante distintos”.

¿Cómo logra Austen mantenerse vigente a través de los siglos? Según Libedinsky, por los distintos niveles de lectura de una escritora que define como “moderna, irónica, política y profundamente observadora de su entorno social”. “Debajo del romance, es una aguda observadora de la clase, el género y el dinero –explica-. Sus novelas están llenas de ironía: sobre el mercado matrimonial, las limitaciones impuestas a las mujeres, la hipocresía”.

Como si eso fuera poco, agrega, “dialoga con las tradiciones literarias que la precedieron y con las que vinieron después. A los académicos y escritores les fascina rastrear estas conexiones, igual que explorar cómo Austen juega con los géneros, subvierte expectativas narrativas y crea nuevas que llegan hasta nuestros días”.

En ese sentido, Martínez la compara con Bram Stoker y Mary Shelley, autores de Drácula (1897) y Frankenstein (1818). Los tres, opina, “logran que su mundo traspase hacia la tercera y cuarta dimensión de lo real y el tiempo, y se recree fuera de sus libros como sensibilidad de las sucesivas generaciones”.
Mientras relee Orgullo y prejuicio, décadas después de la primera lectura, Martínez intenta resolver el misterio de por qué es Mr. Darcy y no Charles Bingley es el personaje “recordado, admirado y convertido en anhelo romántico de las mujeres por generaciones, aún en épocas de diversos feminismos”. “Bingley inspiraba confianza allí donde se presentase; Darcy ofendía constantemente con su extraña manera de ser”, describe Austen, tras relatar cómo el protagonista masculino principal de la novela rechaza la propuesta de que le presenten a Lizzy Bennet con la siguiente frase: “No es lo suficientemente hermosa para tentarme, y por ahora no estoy de humor para conceder importancia a muchachas que desdeñan los otros hombres”. “Pobres Bingleys del universo, que lo hacen todo bien”, observa el escritor argentino con humor, más de dos siglos después.
En defensa del personaje, Libedinsky agregó: “Es menos horrible al final que al principio de la novela. No es menor lo que hizo Elizabeth. No hay nada que seduzca tanto como un hombre que cambia”.




