Austria vs Maria Altmann: El cuadro más famoso del siglo XX robado por los nazis que dividió al mundo

Cuando el banquero y magnate azucarero judío Ferdinand Bloch- Bauer encargó al pintor Gustav Klimt el retrato de su esposa Adele, nunca imaginó el periplo cinematográfico que recorrería el cuadro durante más 100 años.

El retrato

Año 1903, ciudad de Viena. El ambiente era de ebullición artística, liderado en las artes plásticas por el movimiento modernista, que en Austria se conoció como la Secesión vienesa. El coleccionista y empresario, Ferdinand Bloch Bauer, apoyaba y promovía al principal exponente de ese movimiento, Gustav Klimt, a quien le había encargado un retrato de su joven esposa Adele.

Adele Bauer, que provenía de una acaudalada familia judía, se sentía fascinada por los movimientos vanguardistas de la época en pintura, literatura y música.

El matrimonio fue arreglado por las familias: cuando se casaron, ella tenía 18 años y él, 35. La pareja compartía la pasión por el arte y la casa de ambos se convirtió en un salón cultural donde desfilaban artistas e intelectuales.

Ferdinand Bloch Bauer en 1935

Klimt, que ya era un pintor reconocido por sus retratos de mujeres de la alta sociedad, había forjado una sólida amistad con los Bloch Bauer, sobre todo con Adele. La inspiración para el retrato le llegó en un viaje a Rávena, al contemplar los mosaicos bizantinos de la emperatriz Teodora. El resultado, terminado en 1907, fue un lienzo de 1,38 x 1,38 metros recubierto de pan de oro, con referencias geométricas africanas.

Gustav Klimt fue miembro fundador del movimiento de la Secesión vienesaUno de los bocetos de Klimt del Retrato de Adele Bloch Bauer I

Este primer retrato de Adele, titulado “Retrato de Adele Bloch Bauer I” -Klimt haría un segundo retrato de ella en 1912-, está pintado al óleo con capas de oro y plata. El oro es un elemento fundamental de la obra que le da un aire de opulencia y divinidad a la imagen. El fondo y el vestido se entremezclan destacando las manos y el rostro de la mujer. La postura de Adele es ambigua: no está claro si está de pie o sentada. La figura femenina emana una sensualidad poco frecuente para la época.

La obra, que en su momento fue tanto criticada como admirada, hoy es un ícono del Art Nouveau vienés. Adele Bloch-Bauer luce joyas, incluyendo una gargantilla de diamantes, regalo de bodas de su esposo (cuando los nazis confiscaron la colección Bloch-Bauer, este impresionante collar acabó en manos del líder nazi Hermann Göring).

Adolf Hitler a la izquierda y Hermann Göring a la derecha

El cuadro estuvo colgado originalmente en la casa de la pareja en Viena, hasta que el nazismo le cambió el destino.

El expolio

Adele murió en 1925 de meningitis, poco antes del ascenso del nazismo al poder. Tenía 43 años. Su vocación de mecenas se plasmó en su testamento, donde le pedía a su marido que donara los seis cuadros de Klimt a la Galería Austríaca Belvedere de Viena.

Palacio Belvedere en Viena

En 1938, la tensión en Europa comenzó a elevarse luego del Anschluss: la anexión de Austria a Alemania. Este acto violó el Tratado de Saint Germain en Laye (1919), posterior a la Primera Guerra Mundial, que prohibía la unión de ambos países. Es considerado uno de los pasos previos a la Segunda Guerra Mundial. Cuando los alemanes ocuparon Austria, los bienes de los Bloch-Bauer fueron confiscados. Ferdinand huyó a Suiza y dejó atrás su fortuna: su empresa, los cuadros de Klimt, porcelanas neoclásicas, esculturas, tapices.

El abogado nazi Friederich Führer se encargó de catalogar el saqueo. Desde 1941, el retrato se exhibió en la Galería Belvedere, junto con los otros Klimt robados a los Bloch-Bauer. Se lo rebautizó como “La dama de oro” para ocultar la identidad judía de la retratada. Allí permaneció durante décadas, convertido en emblema nacional, tapa de catálogos y postales de Viena.

El Retrato de Adele Bloch Bauer I cuando todavía era exhibido en la Galería Belvedere en Viena

Antes de morir en Zurich, en noviembre de 1945, Ferdinand, contradiciendo la voluntad de Adele, hizo un testamento legando la propiedad de las obras de Klimt a sus sobrinos; entre ellos, Maria.

Maria Altmann

Maria Altmann en 1935

Maria Victoria Bloch nació en Viena en 1916. Era hija de Gustav Bloch, hermano de Ferdinand, y de Therese Bauer, hermana de Adele. Creció rodeada de lujo y cultura, fascinada por el resplandor dorado del cuadro de su tía que dominaba el salón principal de la casa. La niña disfrutaba mucho de la compañía de Adele, que no había tenido hijos, y que tenía una especial predilección por su sobrina.

Foto de la boda de Maria con Fredrick Altmann en 1937, 3 meses antes del Anschluss

Maria se casó en 1937 con Frederick Altmann, un cantante de ópera. Un año después, el Anschluss los puso en la mira. Frederick fue arrestado y enviado al campo de concentración de Dachau para que su hermano, ya refugiado en Londres, transfiriera su fábrica textil a los nazis. Luego, la pareja huyó en un escape de novela: con pasaportes falsos en avión a Colonia y, de ahí, campo a través, con ayuda de campesinos, hasta cruzar la frontera holandesa. Tras su liberación, huyeron a Estados Unidos dejando atrás su casa, su familia y todo su patrimonio. Maria nunca volvió a ver a sus padres.

Se instalaron en California, donde llegaron a tener un local de ropa propio. Criaron cuatro hijos, prosperaron, pero Maria nunca olvidó lo que habían perdido. La imagen dorada de su tía Adele permaneció intacta en su memoria durante más de seis décadas.

La batalla legal

En 1997 el cuadro “Retrato de Wally”, de Egon Schiele, fue confiscado en Nueva York mientras se encontraba en préstamo de la Galería Leopold de Viena. Como resultado, surgieron acusaciones de que ésta y otras galerías austríacas poseían arte expoliado por los nazis. En respuesta a estas denuncias, el gobierno austríaco abrió sus archivos para permitir la investigación sobre la procedencia de la colección nacional.

Retrato de Wally de Egon Schiele

El periodista austríaco Hubertus Czernin estableció que la Galería Belvedere, que era un museo de arte público, poseía varias obras robadas a judíos en la guerra y que se había negado a devolverlas a sus dueños originales. Czernin descubrió documentos que demostraban que Ferdinand Bloch-Bauer nunca donó libremente las pinturas de Klimt y además, que la galería sabía que poseía arte expoliado.

Frente a estas revelaciones, el gobierno austríaco aprobó una Ley de Restitución y creó un órgano asesor encargado de responder a las solicitudes. Es entonces cuando Maria Altmann, ya octogenaria, contrató al joven abogado E. Randol Schoenberg, para que presentara una demanda contra el estado austríaco y la Galería Belvedere por la adquisición de las 6 obras de Klimt en el contexto del nazismo. Schoenberg, recibido en la Universidad de Princeton, tenía poco más de 30 años y tomó el caso como algo personal: su abuelo era el famoso compositor Arnold Schoenberg, que había tenido que huir de Austria y también había sido expoliado por los nazis.

En 1998, Schonberg solicitó formalmente a Austria la restitución de los cuadros de Klimt a María Altmann. El retrato de Adele Bloch Bauer I era ya un ícono de la pintura austríaca del siglo XX. La galería y el estado austríaco no se iban a desprender fácilmente de esta obra que era un emblema de Austria.

Maria Altmann y E. Randolpg Schoenberg saliendo de la Corte Suprema de Estados Unidos en 2004

El Comité de Restitución rechazó la solicitud en 1999: el estado austríaco se apoyaba en el testamento de Adele de 1925 que expresaba su voluntad de dejar los cuadros de Klimt a la Galería Belvedere, sin tener en cuenta que esto había ocurrido antes del ascenso del nazismo y de las devastadoras consecuencias que tuvo para la comunidad judía austríaca y, por otro lado, que los cuadros habían sido pagados por Ferdinand, por lo que él era su verdadero propietario.

Durante varios años, Altmann litigó contra el gobierno de Austria: “Lo retrasarán, lo retrasarán, lo retrasarán, esperando que me muera”, declaró con crudeza en 2001, “pero les daré el placer de seguir con vida”.

Ciao Adele, cartel publicitario de una agencia de publicidad de Viena en febrero de 2006

María no se rindió y terminó llevando a su país de origen a la Corte Suprema de los Estados Unidos, que habilitó el juicio contra Austria. La presión internacional fue determinante. El 16 de enero 2006 un comité de arbitraje en Viena acordó que esta pintura, y otras, habían sido robadas a la familia y que debían ser devueltas a María Altmann. María la vendió ese mismo año por 135 millones de dólares, en ese momento un precio récord para una pintura, al magnate y coleccionista de arte Ronald Lauder para ser exhibida en la Neue Gallery en Nueva York.

Neue Gallery

Cuando en 2006, Ronald Lauder, hijo de la fundadora de la empresa cosmética Estée Lauder, compró el retrato para su museo, la Neue Gallery, el círculo se cerró.

Randol Lauder y Maria Altmann en la conferencia de prensa en la que se anunció la adquisición del Retrato de Adele Bloch Bauer I el 12 de julio de 2006

El museo es el resultado de la pasión compartida junto a su amigo Serge Sabarsky (quien murió antes de su inauguración) por el arte vanguardista alemán y austríaco. La institución ocupa una mansión de estilo Beaux Arts de 1914 en una de las esquinas más exclusivas de Nueva York, Quinta Avenida y calle 86 Este, que forma parte de la Milla de Oro.

La Neue Galerie se encuentra en el Upper East Side de Nueva York

El retrato de Adele Bloch Bauer I preside la sala principal, rodeado de otros cuadros de Klimt, acompañado en las otras dos salas por obras de Lyonel Feininger, Wassily Kandinsky, Oskar Kokoshka, Laszlo Moholy-Nagy, George Grosz, Egon Schiele y Emile Nolde entre otros. Todos ellos integraron la lista negra de lo que los nazis llamaron “arte degenerado”. Este fue el término que el nacionalsocialismo usó para describir y condenar el arte moderno y de vanguardia que no se alineaba con su visión racial e ideológica del arte, confiscando miles de obras y organizando exposiciones para ridiculizarlo y prohibir a los artistas. Fue prohibido y menospreciado como “no alemán” por sus connotaciones o influencias bolcheviques y judías. Pero hoy es reivindicado como patrimonio universal.

El retrato de Adelel Bloch Bauer I en la Neue GalerieEntrada de la Neue Galerie en Nueva York

María Altmann murió en Los Ángeles en 2011, a los 94 años. Su historia dejó una marca indeleble: demostró que la justicia podía alcanzarse incluso después de más de medio siglo, y que un cuadro podía convertirse en algo más que belleza: un acto de memoria y reparación.

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