Secretos de una tarde de domingo que cambió al Gobierno

La NaciónEconomíaLa Nacion28/09/20259 Views

Los hechos que se relatan en los próximos párrafos ocurrieron mayormente entre la tarde del domingo pasado y el final del miércoles. Involucraron a los principales exponentes del equipo económico de Javier Milei, a los jefes de las grandes exportadoras y tuvieron efectos reales sobre el comercio mundial. Casi un recuerdo de viejas épocas, cuando a fines del siglo XIX la Argentina se consolidaba como un actor fundamental en el mercado mundial de cereales y lo que ocurría aquí tenía repercusión global.

Hubo una videollamada clave de la que participaron varios funcionarios de Hacienda, poco después de las 19 del 21 de septiembre. Estuvo capitaneada por el ministro de Economía, Luis Caputo, menos participativo que algunas de sus espadas, como el secretario de Finanzas, Pablo Quirno, y el jefe de ARCA, Juan Pazo.

Había otros colaboradores de Caputo y un representante del sector privado que se convertiría en uno de los personajes de la semana. Era Gustavo Idígoras, titular de Ciara-CEC, la cámara que reúne a los exportadores de granos y el puente hacia los ejecutivos que manejan empresas como Cargill, COFCO, Bunge y Viterra, entre otras. Esa fue, al menos, la versión que corrió en una reunión importante que se hizo el martes en la Bolsa de Rosario.

Varias ideas se trabajaron en la mesa del equipo económico antes de avanzar en la eliminación total de retenciones al único sector que tenía dólares suficientes para calmar el frenesí financiero que se había acelerado a un nivel más preocupante en los últimos tres días de la semana anterior.

Caputo y Quirno, por ejemplo, pensaron en proponerles a las cerealeras que compraran bonos a precios de mercado para luego usarlos para pagar retenciones, pero al valor técnico.

La deuda pública argentina, al igual que el colectivo financiero en general, venía de un viernes negro. El denominado GD30 valía US$46,51, pero Pazo debía contabilizarlo a 100. Era una propuesta atractiva para acelerar la liquidación de divisas, aunque no prosperó. A los gerentes generales de las cerealeras les parecía enrevesada y una expedición por un mundo que no formaba parte directa de su negocio.

Hacia la noche, todos estaban de acuerdo. Había madurado la medida que finalmente se tomó. Quedaron en verse al día siguiente en el Ministerio de Economía para avanzar en la implementación.

Los movimientos del Gobierno llegaron en el momento apropiado. Varios economistas cercanos al poder anticipaban que la situación se desbarrancaba cada vez más rápido. Por caso, el exministro Hernán Lacunza, asesor de Mauricio Macri, había comentado entre colegas que el país no soportaría tres días seguidos como el viernes anterior a la videollamada. Ese diagnóstico inspiró, en parte, las palabras de prudencia que usó el lunes el expresidente.

Gustavo Idígoras, representante de las exportadoras de cereales, fue uno de los personajes de la semana.

Donald Trump hizo el resto del trabajo. Los posteos del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, explicitando un apoyo histórico a la Argentina casi al mismo tiempo en que la representación del campo ingresaba al Palacio de Hacienda, terminaron de cerrar el agujero financiero.

Ambos hechos tienen más relación de lo que parece a primera vista. En un pasaje difícil de comprender, Bessent aseguró que había que ayudar, entre otras cosas, para poner fin a la exención fiscal “para los productores de materias primas que convierten divisas” aquí.

¿El ministro de Trump está en contra de modificaciones efímeras en temas impositivos, como hizo Caputo para hacerse de dólares, o cuestiona las mejoras para el campo argentino? Hay cada vez menos dudas con respecto a lo que quiso decir.

Las decisiones del domingo por la tarde generaron un impresionante efecto mariposa. Por la eliminación de las retenciones, hubo récord de pedidos para exportar. El miércoles fue el máximo histórico en el país. Aunque no hay registros precisos aún, puede haber sido, también, el récord de una nación a nivel mundial.

Al tanto de la medida, desde principios de la semana enviados de China buscaron cerrar embarques de soja a buen precio para favorecer en ese país la actividad porcina. El atracón argentino hizo caer los valores en Chicago, de manera que los agricultores norteamericanos, votantes de Trump y creyentes en su proyecto de reconstruir Estados Unidos con base en la producción local, quedaron desconcertados.

Las decisiones de Caputo para destrabar los dólares del campo desataron reclamos en EE.UU.

Nadie lo explicó mejor que Caleb Ragland, un productor de Magnolia (Kentucky) que maneja la Asociación Estadounidense de la Soja y combinó en un posteo la precisión de los datos con la angustia de no tener a quién venderle.

“La frustración es abrumadora. Los precios de la soja estadounidense están cayendo, la cosecha está en marcha, y los agricultores leen titulares no sobre asegurar un acuerdo comercial con China, sino que el gobierno de los Estados Unidos está otorgando US$20.000 millones en apoyo económico a la Argentina, mientras ese país elimina sus impuestos a la exportación de soja para vender 20 cargamentos de soja argentina a China en solo dos días”, dijo.

Es un comentario incómodo para Donald Trump, quien tuvo un fuerte respaldo electoral en las zonas rurales en las elecciones que lo condujeron a sus dos presidencias. Se entiende, ahora, que las palabras de Bessent pueden haber sido algo más que un malentendido.

Son, también, una señal de alarma para el campo argentino y un aprieto para Milei. Si en el futuro el Presidente cumple sus promesas de bajar retenciones, estará apuntando al corazón de los productores norteamericanos, uno de los pilares electorales de Trump, salvador a su vez del proyecto libertario. Y si no lo hace, habrá incumplido su palabra.

La amistad geopolítica parece haber sido hasta ahora más fuerte. La Casa Blanca no solo ofreció un apoyo millonario para incorporar a las reservas del Banco Central, sino también otras cosas que, pese a haber tenido menos repercusión, son igualmente importantes.

Una de ellas es la alternativa de comprar deuda. Caputo tiene la intención de financiarse en el mercado internacional en algún momento. Para eso, debe bajar el riesgo país, algo que ocurre como consecuencia de que suban los precios de los bonos.

Si el Tesoro norteamericano compra, colaborará con el objetivo de mejorar los precios y pavimentar una ruta que hasta ahora no pudo abordar la administración libertaria.

Estados Unidos pide a cambio cosas no escritas. Lo bueno para Milei es que muchas de esas solicitudes ya las cumple por voluntad propia. La primera es un alineamiento geopolítico. La lealtad libertaria al líder republicano brilla aún más por la incapacidad de Trump para sumar amigos en la región.

El cambio de tendencia que se manifestó esta semana parece que dio vuelta atrás con la cotización del dólar en la Argentina.

La Casa Blanca, además, espera una resolución positiva con respecto a otros temas que debe definir la Argentina. Resultó llamativo un encuentro que hubo esta semana sobre propiedad intelectual en la Universidad de San Andrés, la vieja casa de estudios del ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger.

Entre los disertantes estuvo Alejandro Cacace, número dos del “coloso”, según el apodo que le impuso Milei al ministro. Pero el dato más interesante se vio entre los asistentes, ya que había funcionarios de la Oficina de Patentes de Estados Unidos. Es un área desde la que llegan permanentes reclamos desde el Norte. Aprovecharon la visita a Buenos Aires para juntarse con sus pares argentinos. Cualquier interpretación sugestiva puede ser correcta.

La audacia tributaria del equipo económico y la influencia narrativa del secretario del Tesoro volvieron el tiempo atrás en la Argentina. El dólar cerró la semana en $1325, un valor similar al que se registraba antes de la derrota libertaria contra Axel Kicillof y el peronismo en la provincia de Buenos Aires.

También hubo una fuerte recuperación de bonos y de acciones. El frente financiero parece haber dejado de ser un problema de cara a los comicios de octubre, de manera que mejora las probabilidades electorales del oficialismo. Más aún tras la baja de tasas de interés que dispuso el Gobierno.

En distintos círculos de poder consideran que el apoyo de Estados Unidos le da a la Casa Rosada la oportunidad de hacer ajustes en el plan de manera no traumática. Dicho en forma brutal, esto es: sin devaluar, aumentar las tasas, restablecer el cepo o desplumar al Banco Central.

Milei y parte de su gabinete en la noche del domingo 7 de septiembre; el frente financiero parece haber dejado de ser un problema de cara a los comicios de octubre, de manera que mejora las probabilidades electorales del oficialismo.

Los mismos actores están convencidos de que, en ningún caso, es un aval para seguir por el camino que se transitó hasta ahora. Un ejecutivo argentino que participó de una reunión cerrada con Bessent en abril pasado, cuando el funcionario de Trump visitó la Argentina, lo expresó con claridad esta semana cuando le pedían su opinión.

Le reclama al Gobierno, al igual que otros empresarios que representan intereses norteamericanos en el país, que empiece a mostrar una voluntad genuina e inquebrantable de acumular reservas en dólares, a contramano de lo que sostenía públicamente hasta hace poco el equipo de Caputo. Y que desarrolle la capacidad de encauzar la discusión parlamentaria en un sentido menos adverso para la Casa Rosada. Solo así, consideran, se podrá construir un dique de contención frente a amenazas similares a las que se desataron en la trágica semana del 15 al 19 de septiembre pasado.

El último susto redujo la corrección política que en otro momento tuvieron algunos factores de poder. Kristalina Georgieva, directora del FMI, dijo frente a un grupo de periodistas que el país debía reconstruir reservas.

Con la libertad de ya no trabajar para el Fondo —ahora está en Harvard—, su exnúmero dos, Gita Gopinath, sinceró qué es lo que le piden a Milei: flexibilizar el tipo de cambio, acumular dólares y conseguir apoyo político para sostener el plan. Las polémicas que pueden surgir detrás de esos objetivos solo se limitan a conversaciones en streamings oficialistas.

Martes por la mañana. Idígoras viaja a Rosario con el objetivo de ordenar el mercado tras la potente medida que había empezado a madurar el domingo por la tarde. Alguien le comenta acerca de las coincidencias que tenía su trabajo con el pensamiento de Adam Smith, creador del concepto que habla de la mano invisible del mercado como mecanismo de asignación de recursos. Ahora se trataba de la mano visible de Idígoras.

El último truco de Caputo apagó el incendio más grande de la gestión de Javier Milei, pero dejó una llama encendida. Los productores aseguran que fueron perjudicados para favorecer a las cerealeras, que también muestran aprensión. No entienden por qué se las señala cuando, como ellas lo ven, fueron convocadas para ser parte de la solución.

Caputo, junto a Milei y Georgieva (FMI). El ministro celebró el viernes la compra de reservas.

En la intersección de ambos argumentos comenzó a crecer un problema. La oposición está cuestionando a Milei por el entuerto. Será un buen momento para poner en práctica sus desatendidas habilidades para resolver conflictos políticos.

El establishment, al menos, terminó la semana exhalando alivio. No sólo porque el Tesoro compró una fantástica cantidad de dólares (US$1345 millones en un día), sino debido a que Economía lo hizo con convencimiento.

La mejor cosecha fue conceptual. La sintonía fina del modelo parece haber dejado atrás decisiones que condujeron a la mayor crisis del gobierno de Javier Milei.

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