Julia Roberts regresa a la pantalla grande sin la sonrisa que la hizo una estrella

La NaciónLa NacionCine05/10/20256 Views

Hace 35 años, con 22 años recién cumplidos, una actriz que apenas tenía cuatro películas en su haber se convirtió en una estrella de cine como hacía décadas que Hollywood no conseguía.

Cargada de un talento interpretativo notable pero sobre todo de un carisma que iluminaba la pantalla sin esfuerzo, Julia Roberts sigue habitando esas alturas. La ‘mujer bonita’ cuatro veces nominada al Oscar y ganadora del premio por su trabajo en Erin Brockovich lleva más de la mitad de su vida en lo más alto de la industria audiovisual, así que cuando aparece en escena durante la conferencia de prensa organizada para la prensa internacional -de la que participó LA NACION vía Zoom- todas las miradas se dirigen a ella.

Aunque no se trate de una ficción sino de “la vida real” -o lo más parecido a ella teniendo en cuenta la artificialidad de la reunión-, Roberts está en el centro de la escena. Una posición que asume con cierta incomodidad, aunque intente enmascararla detrás de famosa sonrisa. Esa sonrisa que casi no aparece en Cacería de brujas, el film que se estrena el próximo jueves, dirigido por Luca Guadagnino, el realizador italiano que la acompaña en la charla con la prensa, de la que también participan su coprotagonistas Ayo Edibiri y Michael Stuhlbarg, y la guionista Nora Garrett.

En la trama de Cacería de brujas no hay mucho espacio para el humor: se trata de un drama que sigue a Alma (Roberts), una profesora de filosofía de la prestigiosa Universidad de Yale que a punto de conseguir el ascenso por el que trabaja hace años queda envuelta en un caso de abuso sexual que involucra a Maggie (Edibiri), una de sus alumnas dilectas y a Hank, su colega y confidente, interpretado por Andrew Garfield.

Estrenado en el festival de cine de Venecia y presentado en el de Nueva York la semana pasada, el film plantea un escenario en el que la idea de la verdad, la mentira, la ambición, el privilegio de clase y el feminismo son cuestionadas desde el comienzo. Temáticas de las que Roberts está dispuesta a contestar, aunque en ocasiones lo haga con el ceño fruncido.

-¿Qué opinás del modo en que la película refleja las dinámicas del poder? ¿Qué tipo de conversaciones esperas que estimule en relación a los temas de política de género e igualdad en la actualidad?

-Bueno, en principio creo que el film trata sobre muchas cosas y la verdad que, desde que la presentamos, recibimos preguntas más interesantes al respecto. El último par de días fueron una pesadilla (risas). Hablando en serio, las discusiones que provocó nos impulsó a nosotros mismos a hablar sobre todas estas cuestiones. Es el valor agregado de hacer una película como esta: tener conversaciones entusiastas y profundas sobre una amplia gama de temas. No solo sobre género o política. Los periodistas, y los espectadores en general, encuentran muchas capas de sentido cuando la ven. Siento que durante años me estaban ocultando este nivel intelectual de preguntas. Me alegra que finalmente hayamos encontrado este lugar juntos (risas).

¿Qué te llamó la atención de este personaje en particular que hizo que aceptaras interpretarlo?

-Odio hablar bien de Luca cuando lo tengo sentado al lado, si no, lo disfruto mucho, pero fue tan divertido estar en la órbita de alguien que está tan interesado en la gente, alguien curioso sobre las cosas que las personas hacemos o dejamos de hacer. Y nuestras charlas en relación con Alma, un personaje que yo sentía completamente alejado de mí y me presentaba un complicado desafío, me ayudaron a entusiasmarme con las posibilidades que me daba interpretarla. Me apoyó y creyó en mí incluso antes de que yo supiera lo que estaba haciendo.

¿Te parece que Cacería de brujas representa un cambio en relación con el tipo de historias sobre mujeres que se cuentan hoy en día?

-¿No? Claramente necesito un día libre. Me parece curioso que suelen consultarme sobre la evolución de los relatos femeninos en el cine, pero nadie me hace la misma pregunta en relación con cómo evolucionaron o retrocedieron los retratos masculinos. Supongo que me molesta un poco porque no sé qué quieren decir. Creo que las personas, los personajes son todos diferentes entre sí. Algunos tienen defectos, otros están empoderados y otros se sienten inferiores y perdidos. Y eso puede pasar en 1920 o en 2004. Y saber el lugar que ocupará esta película en ese contexto es algo que me excede.

Los conflictos generacionales y de género están en el centro de la escena en Cacería de brujas

-Y en términos más personales, ¿sentís que aprendiste algo sobre vos misma interpretando a Alma, un personaje lleno de conflictos y contradicciones?

-Creo que lo que aprendí está menos relacionado con alguna parte de mi psicología o inconsciente y más con el hecho de haber confiado en mí y en haber puesto tanta fe en mi capacidad de interpretarla como la que tenía Luca en mí. Porque fue realmente difícil y desafiante. Lo cierto es que, cuanto menos trabajo, más siento todos esos miedos que atravieso cuando hago una película. Especialmente porque soy muy selectiva con los proyectos que encaro. Suelo esperar a que aparezca una propuesta que me plantee un desafío, que sea muy difícil de realizar. Sin embargo, cuando finalmente la consigo, siempre pienso: “Oh, ahora lo tengo que hacer”. Mi mejor momento ocurre entre que me ofrecen un papel y el comienzo del rodaje. Ese es el momento del festejo para mí, cuando puedo decir que voy a hacer una gran película con Luca Guadagnino pero todavía no la hice. Disfruto de ese periodo de gracia como nadie. Pero después llega el momento del trabajo duro. Lo que me permitió Cacería de brujas fue darme cuenta de que puedo hacerlo y que debo creer más en mí.

Alma mía

En el centro del competitivo mundo académico donde las clases sobre el pensamiento de Michel Foucault, Heidegger y Theodor Adorno se intercalan con reuniones sociales regadas de alcohol y resentimientos, Alma Imhoff (Roberts) se destaca. Sus alumnos quieren ser como ella e incluso algunos quieren estar con ella, una admiración que ella acepta como un derecho adquirido y cultiva con una frialdad que comienza a desmoronarse justo cuando más la necesita. A medida que la trama avanza, las opacas disquisiciones intelectuales le dan paso a la tensión que se oculta cerca de la elegante superficie de la profesora.

Roberts en una escena de Cacería de brujas

-La película por momentos resulta en una asordinada lucha de poder entre Alma, Maggie y Hank. Esa “conversación” entre los tres personajes es fundamental para el film.

-Sí, por suerte tuvimos tiempo antes y durante el rodaje para hablar y conocernos. Sentí una conexión inmediata con Ayo. Nos dimos cuenta de que tenemos el mismo tipo de humor y eso me dio una sensación de gran comodidad. Enseguida nos sentimos listas y preparadas para interpretar las escenas más difíciles que en algunos casos involucran situaciones de violencia física. Para poder hacerlas bien tenés que tener un entendimiento con tus colegas. Si eso no existe, esa relación se arruina al instante. Lo he visto pasar.

Andrew Garfield y Roberts en una escena del film

-Hace unos días, en una charla antes de la proyección del film, Andrew Garfield te llamó “un tesoro nacional”. ¿Cómo reaccionaste a eso?

-Andrew dice cosas todo el tiempo. Algunas de ellas, creo, las dice para incomodarme. El sabe perfectamente cuales son mis lados más vulnerables. Fue un comentario muy dulce de su parte. Muy emotivo. La verdad es que nunca conocí a una persona tan profundamente introspectiva como él. Es un explorador. Es hermoso escucharlo hablar sobre la vida, la gente, nuestros deseos y sentimientos. Es asombroso.

-El hecho de que Alma sea una educadora es esencial para el personaje. Tus padres eran maestros. ¿Tomaste algo de ellos para esta interpretación? ¿O de algún profesor que te haya marcado?

-Sí, mis padres eran maestros de teatro. Pero la maestra que más me inspiró fue la profesora de inglés que tuve en primer año del secundario, la señora Gutherman. Cuando me dio Los cuentos de Canterbury para leer, mi mente explotó, y luego, cuando nos mostró en clase la película, Becket me impresionó. Por primera vez sentí una conexión con un grupo de hombres británicos, algo que no creía posible. Lloraba por ellos, sentía su dolor. Fue increíblemente conmovedor. Le debo eterna gratitud a la señora Gutherman.

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