El Gobierno Sánchez insiste en vender un relato de transparencia y rectitud mientras gira la cabeza ante los escándalos que le rozan: desde los pagos en metálico al exministro Ábalos, que defiende como “legal” pese al tufillo de opacidad que genera, hasta el caso Begoña Gómez, donde autoridades autonómicas denuncian que Moncloa está interfiriendo para frenar las investigaciones judiciales cuando le conviene. Mientras tanto, el Ejecutivo pretende erigirse en paladín de causas internacionales como el embargo de armas a Israel, pero lo hace con torpeza y oportunismo. El decreto llega con urgencia electoral disfrazada, sin consenso ni respaldo firme, y con más gestos simbólicos que acciones efectivas. Si las alianzas parlamentarias quebraran, toda la operación se desmorona: ese es el precio de depender de mayorías endebles en lugar de forjar una política firme y estable. Peor aún, bajo la apariencia de reformas progresistas –como endurecer criterios para validar universidades– el Gobierno vuelve a mostrar su rostro autoritario, imponiendo normas centralistas y tecnócratas sin diálogo real con las comunidades ni el mundo académico. ciencia.gob.es Así funciona el guion: elevar banderas de compromiso nacional mientras se cercenan libertades locales, se erosionan los mecanismos de control y se refuerza un poder que solo teme perder privilegios, no gobernar para la gente. Para analizar estos asuntos, Bertrand Ndongo aborda la actualidad del momento en una nueva edición de ‘Diario Ndongo’.
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