
Uno de los artistas autogestionados más exitosos de la Argentina está de gira por Europa. No le presta atención al mainstream y sigue abriendo su propio camino. “Yo sigo con mi propia productora y mi propio sello discográfico”, afirma en esta entrevista, en la que también declara: “El under sigue dándonos artistazos”.
Una avalancha de inmigrantes latinoamericanos adinerados; estadounidenses que huyen del autoritarismo de Donald Trump; apertura constante de restaurantes con precios internacionales y un espíritu hedonista que supera por lejos la idea romántica de disfrutar de unas cañas en la vereda… Madrid es el nuevo Miami, se escucha entre las calles de la ciudad. España, en general, vive una gran transformación en la que la cultura latinoamericana es protagonista.
¿Es la música un buen ejemplo de ello? Puede ser… Duki, Karol G, Nicki Nicole, Myke Towers, Bizarrap, entre otros representantes del trap y la música urbana latinoamericana, se presentan en Madrid y Barcelona cada año, incluso en más de una ocasión. ¿Devoraron el trap y la música urbana todo género alternativo en su vertiginoso ascenso? Pareciera que sí, pero no es del todo cierto. España ofrece también encuentros discretos y presentaciones inesperadas de algunos de los mejores artistas iberoamericanos.
Uno de esos casos es el de Lisandro Aristimuño, uno de los artistas autogestionados más exitosos de Argentina. “Salvo que haya alguna técnica, es muy difícil mantener la voz estable mientras te agarran, te alzan, te tiran para arriba”, afirma en relación a una industria musical mainstream a la que no le presta atención. “Yo sigo con mi propia productora y mi propio sello discográfico; saco mis discos en formato físico y los vendo en una mesa en los shows. Me gusta más el almacén que el supermercado”.
Después de que la revista Rolling Stone destacara su primer álbum Azules Turquesas entre los mejores del 2004, el cantante de Viedma forjó una carrera que lo ubicó entre los referentes actuales de la mejor música argentina. Con actuaciones en el Luna Park y el Gran Rex, y galardonado con el Konex y el Gardel, además de nominado al Grammy Latino por su disco Mundo Anfibio, Aristimuño creó un estilo profundamente original, que en estos días revela su faceta más rockera y electrónica.
El que lo vea por primera vez se sentirá engañado si le recomendaron el show de un “cantautor” argentino que incorpora influencias del folklore. El concierto ofrece tanto rock y electrónica como un show de Radiohead o Depeche Mode. No obstante, cabe aclarar, el repertorio incluye algunos de los temas icónicos de su carrera, como “Azúcar del Estero” o “La última prosa”, más identificados con los inicios del compositor.
Desde Barcelona, donde se presentará el lunes en la Sala Apolo 2, el músico de Viedma conversó sobre la relación de la inteligencia artificial y la música, el estado de la industria discográfica, cómo ser comprometido en estos tiempos y qué relación existe entre la música y la longevidad.
—El show que ofreciste aquí en Madrid fue rockero y muy electrónico. Más evidente que en conciertos anteriores.
—Sí, últimamente estoy usando un set donde, desde un costado mío, hay una parte más tirando para un DJ. Tranquilamente podría serlo: disparo samplers, efectos y cosas. Ese lado más electrónico lo empecé hace bastante, pero ahora ya se involucró en el audio del vivo y en la banda. Antes lo usaba más cuando hacía el Set 1, cuando estaba solo. Me acompañaba con eso para llevar los arreglos en las máquinas.
—¿Qué opinás sobre la posibilidad de que exista música creada por la inteligencia artificial?
—A mí me encanta esa frase “en la cancha se ven los pingos”… Si alguien hizo música con inteligencia artificial o la tuneó tanto en la computadora, después en el vivo te das cuenta. No hay forma de que digas: esto está hecho por una máquina. Te das cuenta al toque: esa persona no afina, no sabe tocar la guitarra ni el teclado, no tiene tiempo. Me parece que la realidad sigue deschavando cuál es la verdad de todo. Andá a verlo en vivo y fijate. Por eso valoro tanto los conciertos: ahí se ve si la música está hecha por esa persona y le sale de esa manera.
—¿Cómo ves la industria musical hoy? ¿Qué cambió desde que empezaste?
—La verdad que yo soy bastante… a ver, ¿cómo decirlo? Campechano, si se puede decir la palabra. No estoy muy al tanto. Me gusta escuchar música nueva, pero a lo que no me gusta no le doy bola. No soy de meterme en todo lo que pasa en la música. Apenas escucho algo que no me gusta, lo saco de mi registro. Salvo que mi hija lo ponga en el auto o en casa. Si algo no me gusta, no lo consumo. En eso soy bastante fiel a mis gustos.
—¿Hay algo de la escena argentina que te haya llamado la atención en los últimos años?
—Sí. Sobre todo el under. El under para mí sigue tan vigente o más vigente que nunca. Me parece que todo el planeta under de la música en Argentina sigue siendo maravilloso y sigue dándonos unos artistazos. Mujeres, hombres, bandas, de todo. Eso sí voy a ver mucho y recorro bastante. Y sí, últimamente me gustan Juan Aguirre, Mariana Michi… Bueno, hay muchos, muchos, la verdad.
—No quiero hacerte una pregunta de política directa, pero vos admirás a esa generación de músicos como Charly, que eran comprometidos sin ser militantes. Hoy, ¿qué sería ser revolucionario, disruptivo, comprometido en la música?
—Bueno, me parece que también el hecho de ser independiente y de autogestión, tener mi propia productora, mi propio sello discográfico, donde todavía sigo sacando mis discos en formato físico —sigo vendiendo discos en los shows—, tiene que ver con eso. A mí me gusta más el almacén que el supermercado. Me gusta lo chiquito, lo que se hace todos los días. No sé si llamarlo revolución, porque me parece demasiado gigante esa palabra y hubo gente que la hizo muy bien. Es como cuando te dicen “sos un genio”: habiendo existido Lennon o Mozart, no sé si yo soy un genio. Entonces lo mismo con “revolución”: existiendo el Che Guevara, me parece que usar esa palabra para lo que hago yo queda muy chico. Pero sí, creo que con mi forma de encarar la música y la manera en que quiero que suceda, hablo de algo ideológico. Claramente está relacionado con la independencia, los derechos humanos, la escuela pública, la salud; todo lo contrario a lo privado o a lo multinacional.
—¿Creés que hay alguna relación entre hacer música y la longevidad?
—Justo el otro día hablábamos eso con mi manager. Este hecho de venir ahora a Europa te hace no tener espacios para descansar porque todos los días tenés algo para hacer valer el tiempo que estás acá. No es lo mismo que en Argentina, que vas a tu casa y sabés que el fin de semana tocás y volvés. Acá es: aprovechemos el dinero de los pasajes y pongamos fecha, fecha, fecha. Llegué, ensayé dos días con el trío y al cuarto día ya estaba tocando; hicimos doblete en Madrid, uno a las 20.30 y otro a las 22.30. Entonces, volviendo a tu pregunta, le dije a Valentín, mi manager: “Menos mal que todavía me da el cuerpo”. Calculo que habrá un momento en el que voy a cansar, y creo que voy a tomarme bien ese cansancio. En algún momento tengo que devolverle a mi cuerpo todo lo que dio para poder viajar. Voy a quedarme en casa, tomando mate y recordando. No de forma depresiva, al contrario. Será un momento para componer y no girar tanto. Por ahora, de todas formas, veo que el motor y el chasis todavía están bien.
AF/CRM
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