
Los muertos hablan. Son capaces de decir cómo murieron, quién los mató, qué años tenían cuando ocurrió, pero solo a quienes saben escucharlos, los forenses. En Chile, Francisco Etxeberria (Beasain, Gipúzkoa, 68 años) escuchó al expresidente Salvador Allende -el análisis de sus restos permitió confirmar que se había suicidado-; al cantautor Víctor Jara – 56 fracturas óseas, 44 impactos de bala-; al poeta Pablo Neruda – no había veneno, pero fue desatendido del cáncer que padecía-. Por sus manos han pasado los restos del escritor Miguel de Cervantes -aunque no pudo confirmarse al 100%- ; los de víctimas olvidadas de la Guerra Civil y del Sáhara; los cadáveres de asesinados por los GAL y a manos de ETA – “A muchos los conocía personalmente, y en la mesa de autopsias recordaba cómo eran en vida…-. Su trabajo le ha permitido conocer de cerca la venganza, pero también la gratitud de las familias a las que pudo facilitar el acceso a la verdad. Hoy asesora a la secretaría de Estado de Memoria Democrática y está inmerso en un reto descomunal: tratar de recuperar los restos de quienes fueron enterrados en el Valle de Cuelgamuros sin el consentimiento de sus familias. Hay más de 200 peticiones y ya han podido identificar genéticamente a 25 personas.






