
Cualquiera que haya visitado el madrileño parque del Oeste, el paseo por su rosaleda o la desembocadura en el jardín del Templo de Debod, imagina con cierta envidia a los vecinos de las viviendas que miran al parque, propietarios de unas vistas singulares a la Casa de Campo. Son los residentes del Paseo del Pintor Rosales, un tranquilo mirador de apenas 1,2 kilómetros de largo, que mantiene vivo su pasado burgués y respira aún ese sentimiento de barrio entre arboledas, alguna fuente y zonas infantiles.






