La noticia llegó con la puntualidad amarga que sólo los grandes finales saben tener. Diane Keaton, la actriz que convirtió la excentricidad en sello y la elegancia en el arte, dejó de existir este mediodía, a las 11:52 horas, hora del Pacífico, en el estado de California. Tenía 79 años. El portal People confirmó la pérdida y transmitió las palabras escuetas de un portavoz de la familia: no habrá más detalles y, por ahora, sólo se pide privacidad. En Hollywood, ese silencio se escucha como un estruendo. Keaton no fue únicamente un rostro en la pantalla. Fue un estado de ánimo, una mirada que podía pasar de la risa nerviosa al drama más hondo sin perder una pizca de autenticidad. Desde que Annie Hall la convirtió en musa atemporal, demostró que sus personajes sobrevivían al paso del tiempo. Su colaboración con Woody Allen abrió caminos insospecchados para las heroínas contemporáneas, y títulos como La fuerza del cariño y El padre de la novia la afianzaron como imprescindibles en nuestra memoria cinéfila. Nunca formalizó matrimonio ni siguió el guion tradicional de Hollywood, pero escribió su propia historia personal: adoptó a Dexter en 1996 y a Duke en 2001, convirtiéndose en madre según sus propios tiempos y deseos. Entre rodajes y alfombras rojas, Keaton también probó suerte como productora, siempre fiel a la idea de personajes femeninos complejos que escapaban de cualquier molde. La noticia de su partida subió un torrente de homenajes. La actriz Kimberly Williams-Paisley destacó en redes: “Trabajar con Diane Keaton siempre será uno de los momentos más destacados de mi vida”. Mensajes similares se multiplican, muchos recordando su voz, su risa, su peculiar forma de vestir y esa mezcla de ingenio y dulzura que la convirtió en única. Falleció la estrella, pero su luz no se apagará. Diane Keaton seguirá viviendo en cada escena, en cada…
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