Si nada cambia, los ciudadanos de Cataluña no volverán a pasar por las urnas hasta las municipales de 2027. Pero Aliança Catalana, el partido ultraderechista e independentista al que las encuestas auguran un crecimiento sideral, se comporta como si las elecciones fuesen pasado mañana. Con solo cinco años de existencia, la formación que lidera la carismática Sílvia Orriols organiza, cada fin de semana, una docena de carpas informativas en pueblos y ciudades. El partido, al igual que Vox, permanece en estado de movilización permanente, agitado, gaseoso. A pie de calle, replicando la fórmula que sirvió a Orriols para hacerse con la alcaldía de Ripoll (Girona, menos de 11.000 habitantes), Aliança mima a sus votantes potenciales, al tiempo que se “profesionaliza” y refuerza su estructura para afrontar el crecimiento que todos le auguran. Tras el fracaso del procés independentista, y cuando parecía que el presidente de la Generalitat, el socialista Salvador Illa, había devuelto la calma a las aguas de la política, el ascenso de Aliança es una tormenta de arena que amenaza el nuevo oasis catalán y a los partidos rivales, especialmente a Junts per Catalunya.