Anamá Ferrerira, íntima: el streaming, las citas fallidas y su debut en el stand up

La NaciónLa NacionSábado04/10/20256 Views

Llega puntual, impecable, como si la agenda se organizara sola a su alrededor. Dice lo que piensa y no se guarda nada, como hace cinco décadas, cuando llegó de Brasil con la frescura de las playas cariocas y la ambición de conquistar nuevas tierras. Anamá Ferreira supo ser modelo en la era de las grandes divas, empresaria cuando nadie hablaba de “branding personal” y actriz por curiosidad. Se reinventó como conductora de televisión con un estilo tan frontal como burbujeante y hoy encabeza Tarde de Brujas por Net TV. Vive la vida con la misma disciplina que heredó de su madre, y que transmite a su hija Taína. A los 74 años, conserva la frescura brasileña, la ironía afilada que desarma críticas y convierte citas fallidas en monólogos de stand up. Es dueña de una energía que le da la capacidad de transformarse una y otra vez.

–Alguna vez contaste que tu madre te tuvo sola, sin ayuda. ¿Es cierto?

–Es cierto: yo me vine sola al mundo, por eso soy luchadora. Mi mamá estaba en el campo, empezó el trabajo de parto, mi papá salió a buscar a la partera y yo ya estaba prendida a la teta. Debe ser por eso que soy tan mandada y batalladora.

–¿Dónde sucedió eso?

–En un pueblito que se llamaba Secreto, cerca de Santana de Campo Belo. Y mirá qué loco: mi hija se llama Taina, que en tupí-guaraní significa “la primera estrella de la mañana”. Hace un tiempo viajé a Transilvania, en Rumania, porque tengo dos amigas allá, y descubrí que hay muchas mujeres que se llaman Taina o Tania. Pensé: “Qué raro que haya tantas, porque mi hija se llama Taina y en Argentina no encontré nadie con ese nombre”. Cuando pregunté qué significaba en rumano, me dijeron “secreto”. ¡Igual que el lugar donde nací! Me pone la piel de gallina.

–¿Qué fue lo que más te costó dejar cuando te mudaste a Buenos Aires?

–Me costó dejar Río. Yo soy de Minas Gerais, así que cuando conocí el mar fue un paraíso. En Río era feliz: tenía la playa a dos cuadras, jugaba al vóley, salía con amigos. Pero vine en febrero y Buenos Aires me encantó: es una ciudad para caminar, una de las pocas donde se puede caminar.

–¿Y por qué habías venido?

–Había conocido a Manolo, un argentino de La Plata que estaba en Río. Por él conocí a una pareja divina, ella era modelo. Me dijeron que viniera a la Argentina, que iba a tener éxito porque no había morochas trabajando. Yo me estaba por ir a París, pero pensé: paso a conocer. Y me quedé.

–¿Por amor?

–¡Nah! [risas]. Empecé a trabajar. En París también me hubiese adaptado bien porque los franceses aman a los brasileños, tienen una conexión especial, pero la vida me trajo acá.

Una postal de sus comienzos como modelo

–¿Te hicieron pagar “derecho de piso” por ser extranjera?

–Mirá, desde que llegué, decían: “Pongamos diez modelos ‘normales’ y una exótica”, y esa era yo. Hasta que les cambié la cabeza: soy modelo, no exótica. Lo loco es que en Brasil me hablan en inglés o francés porque creen que no soy de allá. ¡Pero soy brasileña! En mi familia hay de todo: pelirrojos, blancos, morenos. Somos el mestizaje perfecto.

–¿Qué costumbre de tu país nunca pudiste dejar?

–En mi casa siempre hay porotos y arroz, todos los días, como en Brasil. Es un plato genial que me hace feliz, y a Taína también: se los mando en un tupper.

–Sin embargo, viviste en la Argentina más que en Brasil…

–¡Casi 50 años! Me encantan la Argentina y la gente. Voy por la calle y todos me sonríen: desde el que junta la basura hasta un policía. Estoy instalada en el cerebro de los argentinos ¡Y no me pienso ir!

Con Taína, con quien comparte algunas costumbres que se trajo de su Brasil natal:

–Sos tan porteña que te declararon “Personalidad Destacada de la Cultura”.

–Me sentí honrada y orgullosa. Soy negra, extranjera, y a mi edad sigo trabajando en televisión abierta y en streaming. Eso rompe barreras.

–¿En una época viviste en un camarín de ATC o es un mito?

–¡Sí! Durante años. Yo hacía exteriores en Mesa de Noticias y arrancaba a las seis de la mañana. Vivía en San Isidro, llegaba a casa a medianoche y era imposible volver y madrugar. Así que me quedaba a dormir en un camarín. Fueron cuatro años, de lunes a viernes. Me la pasaba jugando a las cartas con los utileros. Nadie lo sabía, ni Gustavo Yankelevich, que se está enterando ahora [risas], solo el quiosquero ciego que, increíblemente, se dio cuenta por mi perfume. Fue una época divina.

En la Legislatura, el día que fue declarada Personalidad Destacada de la Cultura

–De tu carrera de modelo, conductora, actriz y empresaria, ¿cuál es tu rol favorito?

–Hoy digo que soy “súper actriz” [risas]. Hice películas que no vale la pena recordar, pero ahora estoy en Buenas Noches, una road movie, y en otra película que ya está nominada en el Festival de Letonia. En esta, como no había mucha plata, también me convertí en productora. La verdad es que hago de todo. No tengo problema en cocinar, lavar, limpiar o actuar. Soy multitasking.Detesto la gente que te dice: “Hoy me desperté de mal humor”. Tenés que agradecer todos los días despertarte porque estás viva.

–Y en el amor, ¿cómo te va?

–Pasé mi vida casada o en pareja, ahora hace cinco años que estoy sola y la paso bomba. Volvería a compartir mi vida con alguien, siempre que no sea tóxico y ¡tenga una casa con dos baños, porque tardo horas! Uso aplicaciones, pero todas mis citas fueron fallidas, voy a hacer un stand up de eso. Los hombres mienten mucho con las fotos, edades, alturas, usan mucho photo shop, ¡y después se olvidan la mano de la mujer en el hombro!

–Tu “match” con Martín Tetaz, que se hizo público en un programa de televisión, ¿sucedió realmente?

–Fue cierto, él es divino. No tiene la altura, pero es muy inteligente. A mí me gustan los tipos inteligentes y con humor. Sin humor, nada.

–¿Te gustan los hombres más jóvenes?

–Mejor que los viejos, sin duda. Los cuarenta largos me van bien. Pero ojo: que no me digan “señora” porque les vuelo la cara de una cachetada. Para “colágeno”, tomo sol [risas]. Igual, yo aclaro: si vos salís sin pruritos ni expectativas, la vas a pasar bomba. Pero si vas con el vestido de novia en la cartera, estás frita.

–¿Creés que te tienen miedo?

–Sí, a los hombres les gustan las mujeres dependientes de ellos, las que a todo les dicen que sí. Les asusta que una sea independiente o poderosa. ¡Imaginate ahora que corrí y atrapé a un ladrón! ¡Soy la Mujer Maravilla! Pero tengo una táctica: cuando me llaman me hago un poquito la tonta para no exponerme, dejo que el hombre organice, aunque yo ya tenga mi lista de lugares preferidos.

–¿Y vos a que le temés?

–Al agua, porque no sé nadar. Este verano lo voy a lograr. Me subo a barcos, pero con salvavidas. Si un hombre me dice que tiene un yate, ¡no me interesa! Lo que no me asusta ni un poco es la gente mentirosa, que no vale la pena.

–¿De qué te arrepentís?

–De nada. Dicen que no tengo filtro, pero soy sincera. Por suerte aprendí a cuidar lo que digo y a reducir gente en mi vida.

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