António Costa (Lisboa, 64 años) baja las escaleras del Teatro Real de Madrid y empieza ahí mismo una animada charla que continuará en una sala de protocolo que parece bañada de color vino tinto. Se escuchan ecos de los ensayos de Otello, la ópera de Verdi basada en una obra de Shakespeare que condensa en un par de horas toda la violencia emocional del alma humana: celos, traición, amor y destrucción. La tentación de la metáfora geopolítica: traición de EE UU al orden internacional; destrucción en el vecindario de Europa; amor, desamor y recelos de la ciudadanía europea con sus instituciones tras un verano aciago. Puro drama shakespeariano, del que no escapa el presidente del Consejo Europeo, que ve “frustración” en el ánimo continental. Tenaz, pragmático y dotado de una habilidad innata para la negociación, el socialdemócrata portugués carga con dureza contra Netanyahu, da la bienvenida al plan de Trump, analiza el papel de Europa en esta hora oscura y se rebela, en un portuñol prodigioso, contra el glamour intelectual del pesimismo.