Desde el aluminio del iPhone 5 hasta el titanio de las series 15 y 16, la historia de la gama refleja un proceso de ensayo y error que sigue condicionando las decisiones actuales de diseño.
Un teléfono que parece rayarse con solo mirarlo despierta inquietud inmediata entre quienes lo usan cada día. La percepción visual de un dispositivo dañado genera dudas sobre su durabilidad, aunque muchas veces esas marcas sean superficiales y fáciles de limpiar. La reacción del público ante fotos en redes sociales ha convertido este asunto en uno de los debates más sonados de la temporada tecnológica.
La discusión gira en torno a la eterna búsqueda de materiales que sean atractivos a la vista y resistentes en el uso cotidiano, pero en este caso la polémica se centra en la supuesta fragilidad del nuevo iPhone 17 Pro.
La conversación en torno al iPhone 17 Pro se centra en el llamado scratchgate. Numerosos usuarios han compartido imágenes de rayones en la parte trasera y en el módulo de cámaras, lo que ha creado la impresión de un fallo de diseño. Sin embargo, el núcleo del asunto está en distinguir entre daños cosméticos reales y simples restos de otros materiales.
Apple ofreció una respuesta oficial al portal 9to5Mac, donde explicó que la mayoría de las marcas visibles en las unidades de exposición proceden de los soportes MagSafe metálicos de sus propias tiendas. Esos anillos desgastados transfieren fragmentos de metal a la superficie del cristal mate, que queda aparentemente rayado aunque en realidad basta con pasar un dedo para devolverle su aspecto original. La compañía confirmó que está sustituyendo estos expositores.
La explicación coincide con lo visto en los populares vídeos de resistencia del canal JerryRigEverything. Allí se demuestra cómo llaves o monedas dejan trazos sobre el cristal que desaparecen con un simple roce. El motivo es una cuestión de dureza relativa: el cristal resiste más que el metal y lo que queda sobre la trasera no es un surco, sino restos desprendidos del objeto. En paralelo, el equipo de iFixit analizó la superficie anodizada de las cámaras y apuntó al diseño de bordes muy rectos como zona vulnerable frente a pequeños roces.
Sin embargo, desde la compañía de Cupertino no han ofrecido ninguna explicación sobre las numerosas denuncias de clientes. Si bien han dado explicaciones sobre lo que sucede en su sus tiendas y le han quitado hierro, no han ahondado en las numerosas rayadas y marcas que denuncian algunos usuarios con el uso normal y corriente del dispositivo. Algunos aseguran que nada más llevarlo en el bolsillo es suficiente para que se deteriore.
Este problema técnico recuerda a otros episodios anteriores. Con el iPhone 5 se habló del scuffgate por la pérdida de color en los biseles de aluminio. Más tarde, con el iPhone X, el cristal sustituyó al metal para habilitar la carga inalámbrica, lo que redujo los arañazos pero multiplicó las roturas por caídas.
Años después, los modelos 15 y 16 apostaron por el titanio en los laterales, que aportó ligereza y resistencia estructural, aunque dificultó la disipación de calor. Actualmente, el regreso al aluminio en un cuerpo unibody del iPhone 17 Pro responde a esa experiencia acumulada.
El módulo de cámaras concentra ahora la mayoría de críticas. El aluminio anodizado ofrece una capa de color que se adhiere con fuerza en superficies planas o curvas amplias, pero pierde resistencia en esquinas afiladas. El borde de 90 grados que rodea las lentes actúa como punto de choque y deja a la vista el tono plateado natural del metal cuando se produce un roce. En modelos oscuros como el Azul, esas marcas destacan todavía más, mientras que en el Plata resultan menos perceptibles.
La alarma se amplificó por las imágenes de las Apple Store, donde miles de personas manipulan a diario los teléfonos y los apoyan una y otra vez en los cargadores MagSafe. El contacto constante entre la base metálica del expositor y el borde de la cámara genera un desgaste acelerado que no refleja el uso doméstico, donde predominan superficies más blandas como madera, plástico o tela.
Entender la diferencia entre cristal y aluminio ayuda a situar el debate. El cristal no se raya fácilmente, pero se rompe con una caída. El aluminio absorbe mejor los golpes, aunque puede marcarse con objetos más duros. El titanio resiste físicamente, pero compromete la disipación térmica. La elección de un material implica siempre asumir ventajas y renuncias.
Las soluciones actuales son sencillas y prácticas. Una funda protege la cámara de golpes cotidianos, mientras que optar por el color Plata oculta mejor posibles marcas. También conviene recordar que la mayoría de las superficies habituales contra las que apoyamos el móvil son menos duras que el aluminio, lo que reduce el riesgo real de desgaste.
Todo apunta a que Apple mantendrá este lenguaje de diseño al menos hasta la siguiente generación. Tal vez un iPhone 18 suavice los bordes del módulo de cámaras con una curvatura más gradual, pero hasta entonces toca convivir con la ecuación presente. Y como suele ocurrir con estos debates, lo que para algunos es un problema estético se convierte para otros en algo sin importancia.
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