Una de las primeras decisiones de Donald Trump tras su regreso a la Casa Blanca fue el desmantelamiento de su agencia de desarrollo (USAID), una catástrofe para cientos de millones de personas en el Sur Global. A renglón seguido, otros grandes donantes europeos —entre ellos Alemania o el Reino Unido— han emprendido drásticos recortes sobre su presupuesto de ayuda, añadiendo aún más presión para los más necesitados. Todo eso quedó patente en la reciente cumbre de la ONU en Sevilla, en la que se constató una dura realidad: habrá que hacer lo mismo con menos. En ese contexto, el director gerente sénior de Políticas de Desarrollo y Alianzas del Banco Mundial, Axel van Trotsenburg, avisa de los riesgos de este repliegue sobre unos objetivos para 2030 que, a menos de un lustro vista, siguen más que lejanos. Se resiste, sin embargo, al pesimismo.