Cómo las escuelas argentinas buscan combatir el calor extremo

elDiarioAREl Diario Ar27/09/20256 Views

Proyectos de rediseño urbano esperan resolver la crisis climática en las aulas, que dejó sin clases a 30 millones de estudiantes en América Latina en 2024

“La escuela, con su estructura edilicia, fue pensada en una época donde la crisis climática no era un problema”, afirma Rodrigo Ferreyra, profesor de un instituto de la ciudad de Rosario.

Ahora, en la tercera ciudad más poblada de Argentina, sí es un problema. En los últimos 15 años se han registrado 23 olas de calor en Rosario, el mismo número que en las cinco décadas anteriores, según datos del Servicio Meteorológico Nacional (SMN). En la ciudad, se produce una ola de calor cuando la temperatura mínima supera los 20,5°C y la máxima supera los 33,4°C durante tres días consecutivos. La más larga en la historia de Rosario fue una de las más recientes, ocurrida en marzo de 2023 y que duró diez días consecutivos.

Durante esa ola de calor, una escuela de la ciudad llamó la atención de todo el mundo después de que pidiera a los alumnos que asistieran a clase en traje de baño para intentar refrescarse.

En marzo de este año, se interrumpieron las clases en 20 escuelas privadas y 18 escuelas públicas debido a una ola de calor entre el 4 y el 7, según datos compartidos con Dialogue Earth por los sindicatos de docentes.

Argentina no es una excepción en este sentido.

En 2024, las olas de calor fueron el principal factor climático que obligó a cerrar escuelas en todo el mundo, según UNICEF. En América Latina y el Caribe, 30 millones de estudiantes sufrieron importantes interrupciones en su educación como consecuencia de las olas de calor, las inundaciones, los ciclones y las tormentas severas.

El calor conlleva importantes riesgos para la salud: deshidratación, golpes de calor, problemas orgánicos e incluso la muerte. Los niños son especialmente vulnerables, ya que sus cuerpos más pequeños tienen más dificultades que los adultos para regular la temperatura corporal. En las escuelas, su falta de autonomía puede hacerlos aún más vulnerables, ya que no pueden regular su temperatura trasladándose a zonas más frescas o hidratándose cuando lo desean.

Francisco Chesini, investigador en salud pública de la Universidad Nacional de Avellaneda (Undav) en Buenos Aires, afirma que el hecho de que el cambio climático esté provocando olas de calor más intensas y frecuentes debería impulsar el debate en Argentina sobre lo que hay que hacer en las escuelas durante estos fenómenos.

Peatones soportando el calor en Buenos Aires en enero de 2022. El cambio climático está provocando olas de calor más intensas y frecuentes en toda Argentina.

Las altas temperaturas pueden provocar deshidratación, calambres por calor, hinchazón y mareos o desmayos en los niños. “Si alguno de estos síntomas no se trata, puede desencadenar lo que se conoce como golpe de calor, una afección que requiere hospitalización inmediata porque la temperatura corporal supera los niveles normales y debe controlarse”, explica.

Chesini cree que suspender las clases no es una opción, ya que viola el derecho de los estudiantes a la educación. Según él, hay diversas soluciones mejores para este problema, que pueden incluir medidas a corto plazo, como el aire acondicionado, y medidas a medio y largo plazo, como el establecimiento de protocolos para hacer frente a las olas de calor y la revisión del diseño de los propios edificios escolares.

La solución a corto plazo

Cuando las temperaturas son muy altas, la refrigeración de los espacios depende de ventiladores o aires acondicionados.

“Hay muchas críticas contra el uso de aires acondicionados de ventana desde el punto de vista de la sostenibilidad”, afirma Patricia Fabian, investigadora de la Universidad de Boston que estudia el uso de aire acondicionado en las escuelas de Estados Unidos.

Las unidades de ventana pueden instalarse a bajo costo, pero pueden ser menos eficientes que los sistemas centrales diseñados para refrigerar edificios enteros.

“No son eficientes desde el punto de vista energético, la gente los pone a toda potencia, no se retiran de las ventanas en invierno y eso genera una mayor demanda de energía para la calefacción. Pero la alternativa es cerrar las escuelas y que los niños no puedan asistir a clase, lo que tiene enormes implicaciones en el aprendizaje, en el trabajo de los padres, en el cuidado de los niños, etc”.

En muchos países, los costos de adquisición y funcionamiento del aire acondicionado, junto con una red eléctrica que no puede soportar la demanda de estos dispositivos y colapsa repentinamente, están llevando a muchas escuelas a buscar otras soluciones. Hay formas de reducir la dependencia del aire acondicionado: cambiando los edificios y cambiando las ciudades en las que se encuentran. Pero estas no son soluciones a corto plazo.

Construir mejores edificios

Cuando se piensa en una arquitectura fresca, la clave es aprovechar el “tiempo de retardo”, afirma el arquitecto Adolfo Schlieper, que da clases en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).

La luz solar no calienta instantáneamente las aulas cuando incide sobre las escuelas. El calor tarda en atravesar las paredes y las ventanas, y el tiempo que tarda depende de los materiales y su grosor.

Las paredes, las ventanas y los techos tienen “coeficientes de reducción del calor”, que pueden modificarse con un aislamiento térmico adecuado, como lana de vidrio o techos enlucidos. Las paredes existentes pueden hacerse más gruesas o los techos altos pueden bajarse utilizando falsos techos para crear una cámara de aire, afirma Schlieper, lo que ayuda a mantener las temperaturas deseadas. Las nuevas escuelas pueden construirse de manera que ayuden a mitigar los efectos del calor urbano.

El arquitecto también cita materiales y soluciones más innovadoras y fáciles de instalar, como los paneles de chapa ondulada con poliuretano inyectado. Pero estos son más caros que los materiales convencionales y los clientes suelen ser reacios a utilizarlos, ya que dan prioridad al ahorro económico “sin tener en cuenta la crisis climática global”, señala.

Hay 437 escuelas primarias y 312 escuelas secundarias en Rosario, según datos del Departamento de Cultura y Educación del municipio. No es aconsejable aplicar una solución estándar, y cada caso debe revisarse individualmente, según los expertos.

Dialogue Earth intentó ponerse en contacto con el Ministerio de Educación de Santa Fe, la provincia donde se encuentra Rosario, para preguntar sobre las iniciativas para resolver los problemas de calor como los que se produjeron en marzo, pero la cartera no proporcionó ninguna declaración.

Repensar la planificación urbana

Las escuelas no están aisladas de sus barrios. Enfriar su entorno también las enfriará a ellas y mantendrá a quienes se encuentran en su interior más saludables cuando las temperaturas suban. Este enfoque suele basarse en infraestructuras verdes y azules —vegetación como árboles y masas de agua como lagos— para mitigar el calor.

En 2007, el Municipio de Rosario aprobó un plan para crear un programa de “terrazas verdes” que promoviera el uso de vegetación en los edificios de la ciudad con el fin de mejorar la calidad del aire en las zonas urbanas. Sin embargo, el programa no es obligatorio y no ha tenido una gran acogida.

La subsecretaria de Cambio Climático de Rosario, María del Pilar Bueno, afirma que también se está desarrollando un proyecto piloto con los residentes del barrio Moreno, una zona vulnerable de la ciudad, para incorporar infraestructura verde.

“No se trata solo de plantar árboles, sino de eliminar el hormigón y crear superficies absorbentes y reducir el calor”, afirma. “Es un diseño participativo que se está desarrollando desde cero”.

Actualmente hay 22 proyectos en Argentina que han incorporado soluciones basadas en la naturaleza, según una investigación de Natasha Picone y su colega Valeria Duval. No está incluido el proyecto de Moreno, recientemente iniciado.

Picone, geógrafa y profesora de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (Unicen), destaca que el conocimiento local es fundamental y que estas soluciones rara vez cambian solo un aspecto de un barrio. Pueden aportar beneficios en materia de biodiversidad y seguridad hídrica y alimentaria, así como de enfriamiento, por ejemplo.

“Es muy importante tener en cuenta todos los posibles efectos”, afirma. Por ejemplo, es importante abordar qué tipo de vegetación se utilizará para reducir la temperatura, cómo se utilizará desde una perspectiva social y cómo se mantendrá esta infraestructura verde.

En los últimos 15 años, se han registrado 23 olas de calor en Rosario. Los expertos proponen plantar más árboles y crear infraestructuras azules, como estanques y lagos, para mitigar el calor.

Como especialista en climatología urbana y desarrollo sostenible, Picone propone ir más allá y planificar ciudades con más calles arboladas e infraestructura azul, como lagos y estanques. Estos grandes rediseños requieren un enfoque integral que también incluya a las comunidades escolares. “Pueden ser un punto central para interiorizar a las personas sobre estos fenómenos cada vez más frecuentes y con una gran probabilidad de que tiendan a incrementarse”, afirma Picone.

Rosario cuenta actualmente con un programa denominado Red de Escuelas por la Acción Climática, en el que más de 2.000 docentes participan en actividades vinculadas al Plan Local de Acción Climática (PLAC). Esta herramienta desarrollada por la municipalidad tiene como objetivo adaptar la ciudad al cambio climático con una gran variedad de iniciativas, como promover el uso de la bicicleta, instalar micro centrales hidroeléctricas y utilizar los residuos alimenticios de las escuelas para generar biogás.

Mirando hacia el verano con temor

En muchos lugares se están tomando medidas para hacer frente al aumento continuo de las temperaturas, incluso en lugares que históricamente no han sufrido el calor, como Boston, donde trabaja Fabian. Pero a lo largo de América, al igual que en Rosario, incluso las zonas tradicionalmente cálidas necesitan reflexionar más profundamente sobre cómo el cambio climático está alterando las temperaturas.

“El norte de México es muy caluroso y la mayoría de las escuelas no tienen aire acondicionado, porque la idea predominante es que en verano los niños no van a la escuela”, dice Fabian. “Pero ahora que hace más calor, antes y con más intensidad, en realidad es un problema”.

Niños en una clase en Oaxaca, México. En el norte mexicano el calor es un problema cada vez mayor en escuelas, ya que las temperaturas estivales se prolongan más allá de las vacaciones de verano.

Tener en cuenta el calor a la hora de construir y planificar las ciudades significa que, cuando se necesita refrigeración, esta puede ser más barata y respetuosa con el clima.

“Si climatizas un edificio, añades aislamiento, lo sellas herméticamente y es más fácil y asequible refrigerarlo”, afirma Fabian. “A nivel barrial, si plantas árboles, y en particular en la ciudad, donde se reduce la isla de calor urbano, tampoco se necesita tanto aire acondicionado”.

Estas soluciones al calor también pueden aportar beneficios en cuestiones relacionadas con la calidad del aire. El cambio climático puede empeorar la calidad del aire de múltiples maneras, entre ellas, a través de sistemas meteorológicos que atrapan agentes contaminantes y aumentan el calor, y el incremento de los incendios forestales.

En 121 escuelas públicas de Boston se han instalado sensores que miden el calor y la calidad del aire. Estos sensores se utilizan para tomar decisiones sobre el cierre de escuelas, ajustar la temperatura de las aulas y solucionar problemas con los sistemas de refrigeración.

Aunque el tema aún no tiene un gran peso en los debates globales sobre el clima, la agenda avanza poco a poco: este martes (23), la Organización de las Naciones Unidas organizó una reunión de alto nivelsobre la calidad del aire interior, en la que se presentó un Compromiso Global para un Aire Interior Saludable.

“Hablar del aire interior en la ONU pone de relieve el hecho de que respirar aire limpio en los espacios cerrados, donde la mayoría de las personas pasan el 90% de su tiempo, es un derecho humano universal, al mismo nivel que beber agua limpia. Espero que este impulso en torno al aire interior, que comenzó durante la pandemia de COVID-19, lleve a los responsables políticos a apoyar normas de aire interior basadas en la salud para los lugares donde trabajamos, estudiamos y vivimos”, afirma Fabian.

Enseñar y aprender sobre el cambio climático

En Argentina, las cuestiones medioambientales deben incluirse en la educación por ley.  La Ley de Educación Ambiental de 2021 establece que los estudiantes deben ser capaces de “reflexionar con el fin de generar una conciencia crítica que les permita pensar en soluciones”, afirma Ferreyra, el profesor que trabaja en Rosario.

Enseña sobre cambio climático en la Escuela Municipal de Jardinería y sus intentos de educar a los estudiantes sobre este tema se ven ahora entrelazados con la interrupción de su aprendizaje debido al aumento de las temperaturas y los riesgos que ello conlleva.

“¿Hasta qué punto la transmisión [de conocimientos] que quiero lograr puede estar desentendida de esta crisis planetaria?”, pregunta Ferreyra. “El factor medioambiental se convierte en un elemento central del proceso de aprendizaje de los estudiantes. La crisis climática está aquí con nosotros y es ahora cuando hay que actuar”.

Información adicional proporcionada por Katharine Sanderson.

Esta es una historia de CATCH y fue originalmente publicada en Dialogue Earth

Esta historia forma parte del trabajo de Dialogue Earth en el proyecto Community Adaptations to City Heat (CATCH), en colaboración con la Universidad de Boston. El proyecto está financiado por Wellcome. Todo el contenido de Dialogue Earth es editorialmente independiente.

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