Un lector le envió a David Uclés una bomba de la Guerra Civil (sin explosivo, solo a modo de obsequio). Otra lectora, que tiene una óptica, le regaló unas gafas graduadas. Y otra —al loro— le hizo entrega de las llaves de un piso vacío en Villajoyosa (Alicante), para que lo disfrute cuando quiera: “Fui una vez, pero solo duré un día: no soy un animal de playa”, cuenta el escritor.