Día de la Madre. “Pedir ayuda es la clave porque de una adicción no se puede salir”, el consejo de Marina Charpentier

La NaciónSociedadLa Nacion19/10/20252 Views

Marina tiene tres hijos. A los 19 años, con su primer marido, tuvo a Santiago “Chano” Moreno Charpentier, conocido popularmente por ser el líder de Tan Biónica; dos años más tarde nació Gonzalo, o “Bambi”, como todos lo nombran dentro y fuera de la banda que comparte con su hermano; y por último llegó Samanta, la menor y única que vive en el exterior.

En 2021, un disparo que casi le cuesta la vida a Chano, puso a Marina en el centro de un debate que continúa vigente: ¿hasta dónde puede intervenir el familiar de un adicto para pedir ayuda? Ella asume que acompañar la adicción de un hijo es “un camino muy largo”, y que falta revisar “muchas trabas impuestas por una ley que no se ajusta a lo que pasa en la vida real”, dice Marina en conversación con LA NACION.

Chano safó y desde hace tres años está limpio, pero no hay que olvidar que la adicción es una enfermedad que requiere de atención y acompañamiento durante toda la vida”, afirma.

En poco tiempo, se convirtió en referente para cientos de familias de personas con adicción que buscan una respuesta que no encuentran en el sistema de salud. Admite que en su caso tuvo “suerte”, ya que en las distintas internaciones de Chano nunca tuvo que obligarlo, incluso en los peores momentos, como en el dramático episodio en el que recibió un disparo en el medio de una crisis psiquiátrica. Cuenta que su hijo finalmente aceptó un tratamiento por adicciones al salir de terapia intensiva.

Pero insiste en que ella tuvo “suerte” porque “tenía recursos y conocía a profesionales que estaban a la altura”, pero que conoce a “miles de madres con hijos adictos que no logran internarlos a tiempo, que tampoco obtienen turnos con profesionales que puedan brindarles orientación y un diagnóstico certero, ni centros comunitarios –dispuestos por la Ley de Salud Mental (26.657) como dispositivo de acompañamiento y sostén- que respondan a las necesidades de esas familias”.

Ser madre, en la piel de Marina

La fundadora del grupo Familia Esperanza (FE), donde acompaña a familiares de personas que atraviesan adicciones, recuerda a su hijo mayor como “un adolescente con ideas desopilantes”, que se destacaba por ser “muy creativo e inquieto”, y que le gustaba diferenciarse del resto. “En general, Chano no se compraba ropa como hacía la mayoría, porque se aburría con lo que veía en las vidrieras: buscaba originalidad, por eso se dedicó a intervenir su ropa por un tiempo con colores y telas raras”, relata.

En el colegio se aburría –continúa-, estudiaba poco, pero como siempre aprobaba todo, la mayor parte del tiempo lo dedicaba a componer canciones y a tocar; desde ese momento decía que se iba a dedicar a la música”.

Cuando encontró por primera vez un cigarrillo de marihuana en su mesa de luz, Marina lo conversó enseguida y le dijo que era importante acercarse a un centro ambulatorio para que lo evaluaran. En ese momento, ella trabajaba con grupos de adictos y conocía centros a dónde acudir. El consumo de su hijo no parecía ser algo serio, más bien recreativo, le dijeron. Por eso asistieron durante algunas semanas y después continuaría con una terapia individual. Pero a los 19 años, el líder de Tan Biónica se fue a vivir solo y el “control” que creía tener su mamá se diluyó rápidamente.

En una serie de encuentros, cuando ya no convivían, recuerda haber observado cambios en la conducta que la preocuparon. Pero Chano ya era mayor y todo se complejizaba. Luego de “mucho diálogo y perseverancia”, cuenta que regresó a vivir con ella por un tiempo. Fueron a visitar a un psicólogo experto en adicciones y “ahí cayó la ficha”. “Tu hijo es adicto y vos tenés que ir a los grupos de familiares de adictos porque sos codependiente”, le dijo el experto. Sin dejar que pasaran demasiados días, los dos se acercaron a pedir ayuda a los grupos gratuitos de Narcóticos Anónimos (NA) y de Nar-Anon, que es para familiares de adictos.

Toda adicción tiene una trama subterránea que se sostiene en el silencio, donde la vergüenza y el estigma social operan como grandes domesticadores: se calla para no ser señalado, por temor a perder un trabajo, una pareja, una familia, cuando en realidad, lo único que se pierde es la posibilidad de parar el sufrimiento que se intenta borrar con la droga.

Chano y su madre

A pesar de ser licenciada en Trabajo Social, y haberse dedicado por décadas a trabajar con adicciones, Marina admite que todas las herramientas conocidas resultaban insuficientes. “Acompañar a Chano en su adicción implicó una tarea de revisión constante conmigo misma. Si bien me resultó fácil aceptar que mi hijo tenía una enfermedad, algo que en general se niega en un primer momento, me faltaba aprender a trabajar en mi propia historia y hacerme responsable de la parte que me tocaba”. Hace terapia hace más de 35 años y, sin embargo, dice que no tiene del todo resuelto ciertos patrones de comportamiento.

La enfermedad que convive con la adicción se llama codependencia, y si bien puedo decir que ya estoy recuperada gracias a mi terapia, siempre sigo atenta a que no se filtre ningún rasgo del pasado”, remarca.

Sobre este punto se extiende en un capítulo del libro No están locos, de Paola Vicenzi, en el que relata su historia: “Me identifico como una persona con dependencia emocional. En palabras fáciles, significa que he desarrollado relaciones afectivas de mucho apego. (…) Este modo relacional no solo se aplica a las parejas, se replica en los hijos y es una de las características de las familias atravesadas por la enfermedad de la adicción. Antes de comprender esto sufrí mucho. Al nacer mi primer hijo, y acorde con mi personalidad, me convertí en una madre al ciento por ciento. Mi universo era la maternidad, me enamoré de ese niño con todo mi ser y le dediqué cada minuto de mi vida. Lo estimulé, lo sobreprotegí y le di todo sin saber que todo no es bueno: hay que medir, regular y también darse a uno mismo”.

Pasaron los años, y a pesar de todo el camino transitado, una madrugada tuvo que internarlo: “Chano me despertó pidiendo que lo lleve a una clínica porque no aguantaba más; en ese momento él tenía unos 23 años”, revisa entre sus recuerdos. Estuvo en una clínica de adicciones internado durante ocho meses, y después otros tantos meses asistió a los grupos de manera ambulatoria. “Quedó limpio”, dice. El cantante continuó con su vida hasta que una década después, cuando ya era conocido en todo el mundo por Tan Biónica, tuvo una recaída, y vez fue mucho más dura.

La adicción es una enfermedad crónica, progresiva y mortal: nunca sabés cuándo viene una recaída. Con la pandemia, la crisis de salud mental se agravó de la mano del aumento del consumo, porque lejos de disminuir la posibilidad de acceso a las sustancias, con el delivery de drogas se expandió y los profesionales no dieron abasto”, analiza.

“En 2021, sin buscarlo, aparecí en los noticieros por una situación dramática que puso a mi hijo al borde de la muerte”. En julio de ese año, Chano tuvo una crisis psiquiátrica en su domicilio como consecuencia del consumo. En un primer momento no quiso internarse y su madre llamó al SAME pidiendo ayuda, de acuerdo a los pasos que indica la ley. En estos casos, la ambulancia ingresa acompañada por efectivos policiales que siguen un protocolo que dicen qué hacer (y qué no), pero salió mal y Chano terminó en terapia intensiva luego de recibir un disparo de un policía que habría intentado defenderse. “El dolor es infinito, y solo quien lo vive sabe que tanto el que consume como el que quiere ayudarlo, sufren enormemente”, afirma.

Red de contención

A Marina la empezaron a seguir otras madres y familiares de adictos que se vieron reflejados en su historia: “Algo está mal en la ley de Salud Mental si se considera que una persona enferma y en pleno acto de consumo tiene libertad para decidir si quiere o no internarse. Si quiere o no salvar su vida”. En ese entonces, recuerda: “Me empezaron a escribir a mis redes sociales muchas familias que pasaban por lo mismo, rogando que saliera en los medios a contar la situación, porque se sentían atadas de pies y manos, viendo a sus hijos en consumo suicidarse en cuotas”.

Ante la consulta sobre qué se necesita para acompañar a un familiar con adicciones, Marina dice que “es fundamental contar con una red de profesionales que brinde un diagnóstico preciso”, y resalta la importancia de tener “un Estado presente”. Se lamenta, sin embargo, porque “las madres que hoy están buscando ayuda se encuentran con un sistema de salud desfinanciado, casi sin turnos, sin camas, y con una atención pública que, en la gran mayoría de casos, resulta insuficiente para cualquier tratamiento medianamente serio”.

“Por otro lado, tenemos una ley que no es acorde a las necesidades reales de nuestra sociedad”, dice en referencia a la ley de Salud Mental, que tiene por espíritu vincular la salud mental con los derechos humanos. Esta ley fue impulsada por distintos organismos que buscaban reemplazar el modelo manicomial por uno de base comunitaria. La norma dice que la atención en salud mental deberá de ser gratuita, tendrá en el centro el respeto a la persona, a su autonomía para decidir sobre su tratamiento, a la confidencialidad y a la posibilidad de vivir en comunidad, priorizando la desinstitucionalización y los apoyos en el entorno habitual.

Entre los puntos fuertemente cuestionados por Marina se encuentra el artículo 20, que, “imposibilita a las familias a internar a personas adictas sin su consentimiento”, señala y cuestiona: “¿De qué libertad hablamos cuando se dice que una persona puede decidir si quiere o no internarse cuando justamente es el propio juicio el que está vulnerado y alterado por el consumo? Es muy raro que exista conciencia de enfermedad en un adicto, y que además quiera recibir ayuda sabiendo que en una internación tiene que dejar de consumir, va a recibir límites claros y va a tener que bancarse la abstinencia”.

¿Cuáles son los signos de alarma frente a una posible situación de adicción? “Hay que estar atentos cuando hay cambios bruscos en el sueño, en la alimentación, en el manejo del dinero, o cuando el estado de ánimo varía constantemente y pasan de estar ansiosos o excitados, a estar deprimidos. Pero lo más importante, de acuerdo a mi experiencia, es seguir la intuición materna: confiar en que si algo te preocupa no hay que pasarlo por alto, y que siempre se puede consultar y asistir a grupos gratuitos como NA y Nar-Anon, entre otros. Pedir ayuda es la clave porque de una adicción no se puede salir solo”, argumenta.

Actualmente, coordina los grupos de Familia Esperanza (FE), que son gratuitos y están dirigidos a familiares de adictos, en el auditorio del Museo Larreta, en el barrio porteño de Belgrano. “Cada jueves se intercambian experiencias, se llora, se abraza, se permite ser vulnerable sin juzgar. Siempre digo a las madres y al resto de los familiares que se acercan, que acá tienen un espacio de contención, pero también de revisión, porque si no tratan su propia enfermedad de codependencia, sus hijos vuelven al mismo circuito enfermo, por eso se insisto en que el tratamiento es para toda la familia”, concluye.

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