Cuando el trail empezó a florecer, no tardó en dibujarse un abismo entre los ultras europeos, con sus terrenos escarpados y cifras imponentes de desnivel, y las tradicionales pistas de EE UU, amantes de la velocidad, de las pendientes justas, de no salirse un centímetro de los senderos de los parques nacionales para buscar la peor subida. Allí, en Phoenix, emergió Jim Walmsley, el icono de Western States, la primera carrera de cien millas, entre calurosos cañones californianos. Le costó prácticamente un lustro ganar en el otro lado de este abismo, los 171 kilómetros del Ultra Trail del Mont Blanc (UTMB), con casi el doble de desnivel. Hasta tuvo que irse a vivir allí. Dos años después de aquel rubicón, ha completado este sábado su transformación tras domesticar en el Mundial de Canfranc uno de los recorridos más técnicos, un menú con 81 kilómetros y más de 5.400 metros de desnivel positivo, un promedio mayor que la vuelta al techo de los Alpes. Cumplió el pronóstico, como su compatriota Katie Schide, que firmó una actuación arrolladora y se confirmó con la corredora más completa del mundo.