El capítulo sobre Milei que Eduardo Galeano no escribió

elDiarioAREl Diario Ar05/10/20253 Views

A veinte años de aquellas clases de Historia de América Latina, el autor vuelve sobre las lecciones de Eduardo Galeano y los paralelismos entre los gobiernos del pasado y las políticas actuales de Javier Milei.

Algún día del 2004 entré en una de las aulas de teóricos —aquellas en las que cabían hasta cien alumnos— para asistir a la primera clase del año de Historia de América Latina en la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de la Plata.

No recuerdo muy bien si el profesor nos saludó o hizo algún comentario introductorio. Recuerdo, sí, que colocó su silla al costado del escritorio —un libro estaba apoyado sobre la mesa—, y empezó a hablar. En mi memoria, guardo una clase en la que abordaba la vida y obra del inefable Anastasio Somoza, exdictador nicaragüense.

Fueron unos cincuenta minutos ininterrumpidos. El profesor narraba los acontecimientos sin ayuda de apuntes, precisando hechos y fechas con detalle, citando a sus protagonistas o describiéndolos, y en el camino mencionaba libros y escritores que habían investigado o escrito sobre el tema. 



Mi reacción fue de total deslumbramiento y admiración. No era solo el dominio de la historia, sino también el modo tan atractivo e interesante con el que compartía el conocimiento. Recuerdo haber salido de la clase en estado de shock. ¿Quién era ese hombre? ¿Se podía ser tan culto? ¿Era un profesor, un ser superior, o las dos cosas a la vez?

La Argentina de aquellos días atravesaba aún tiempos difíciles. Néstor Kirchner no llevaba ni un año en el cargo. Salvo excepciones, la mayoría de los alumnos de mi facultad revelaba el deterioro social y económico tras una década de menemismo y los escasos pero muy dañinos años del delarruísmo. El tren Roca o el ómnibus Río de la Plata que unían Capital Federal con La Plata, y que yo usaba con frecuencia eran un muestrario de laburantes exhaustos, y el reflejo de un sector público y privado al borde del fallo sistémico. 

Portada de "Las venas abiertas de América Latina"

En ese contexto de precariedad y desilusión, las clases teóricas de aquel fantástico profesor invitaban, al menos por unos minutos, a creer. Con estos hombres y mujeres, profesores cultos y dedicados, el futuro era posible. Ellos eran los encargados de transmitir la pasión por el saber y el conocimiento; y, visto desde la óptica de lo que supuestamente hace el sistema educativo, prepararnos para ingresar al mercado laboral, orientarnos para ocupar algunos de los roles disponibles en la sociedad. 

En mi caso personal puedo ver un hilo conductor entre el estudiante deslumbrado y el futuro profesional. Recuerdo que uno de los libros que se impartían o que se mencionó en aquel teórico de Historia de América Latina era Las Venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano. El escritor y pensador uruguayo que también escribían contratapas en Página/12, y en donde yo soñaba escribir algún día. Día que llegó unos diez años después cuando escribí mi primera crónica desde Moscú para ese mismo diario. 



Lo importante, sin embargo, sobre aquel libro de Eduardo Galeano, es lo revelador y claramente ilustrativo que era respecto a los males que sufría y había sufrido nuestro país durante buena parte del siglo XX. Todo resultaba tan evidente que era imposible pensar que un país pudiera volver a cometer los mismos errores. Entre lo que revelaba Galeano, y las clases magistrales del profesor, la idea de militar, de convertirse en un dirigente político, era más que tentadora. Si todo está tan claro, ¿cómo no hacerlo, cómo no comprometerse a hacerlo?

Supongo que habré pecado de idealista o de ingenuo; y aunque sigo creyendo en la política como una de las formas de acción transformadora, admito con pesar que aquellos errores —¿o deberían llamarse crímenes?—, se repitieron más de una vez, incluso durante estos días en los que gobierna el supuesto outsider Javier Milei

Uno de los capítulos de Las Venas abiertas de América Latina, titulado “El bombardeo del Fondo Monetario Internacional facilita el desembarco de los conquistadores”, describe los planes del gobierno brasileño durante la gestión del dictador Castelo Branco. Galeano cita a Roberto Campos, ministro de Planificación y “autor de la política económica del Fondo Monetario Internacional en Brasil”: “La ley de la selva es el código que naturalmente rige la vida humana y la injusticia no existe, puesto que lo que conocemos por injusticia no es más que la expresión de la cruel armonía del universo”. ¿Era realmente Campos o es en realidad una cita de Milei o Federico Sturzenegger?

En otro pasaje, dedicado al destino fatal de las empresas nacionales, Campos confesó: “Obviamente, el mundo es desigual. Hay quien nace inteligente y hay quien nace tonto. Hay quien nace atleta y hay quien nace tullido. El mundo se compone de pequeñas y grandes empresas. Unos mueren temprano, en el primor de su vida; otros se arrastran, criminalmente, por una larga existencia inútil”. 

Es interesante porque Mauricio Macri dijo algo parecido en su momento: “Nuestras industrias tienen que saber que su tiempo para ser competitivas está llegando a su fin”. Y también: “Existe una larga lista de empresas públicas que deberán pasar a ser gestionadas por el sector privado sin excepciones, o que deberán ser eliminadas”. Milei, por su parte, dice y piensa lo mismo. Solo la privatización de IMPSA y los planes para privatizar Nucleoeléctrica Argentina son suficientemente representativas de su política. 

Ese mismo capítulo, Galenao aporta también sobradas muestras de las condiciones que exigen el FMI y el Banco Interamericano de Desarrollo. Oportuno para ofrecerle alguna respuesta a más de un usuario de X que por estos días juega a imaginarse cuál es la letra chica de los acuerdos que están firmando Luis Caputo y Milei con el gobierno de Estados Unidos. Para evitar transcribir algunas de los comentarios que, en su mayoría, eran viscerales y de corte escatológico, dejo a modo de propuesta una frase de Galeano: “El BID determina la política de tarifas y de impuestos de los servicios que toca con su varita de hada buena; decide cuánto debe cobrarse el agua y fija los impuestos del alcantarillado”.

Sin embargo, en aquellas revelaciones del autor uruguayo, no solo los dirigentes políticos son responsables. Hay un pasaje en el que se refiere al empresariado de nuestros países. “La burguesía nacional latinoamericana tiene, bien es cierto, vocación de rentista, y no ha opuesto diques considerables a la avalancha extranjera sobre la industria, pero también es cierto que las corporaciones imperialistas han utilizado toda una gama de métodos del arrasamiento”. 

No quisiera convertirlo en chivo expiatorio pero no puedo evitar unir esta observación con las declaraciones de un empresario argentino productor de zapatos que admitió esta semana que quizás fueron “demasiado optimistas con Milei”. Estaba todo tan claro en Las venas abiertas de América Latina, ¿cómo no lo advirtió? ¿Cómo es posible que la burguesía nacional siga cayendo década tras década en la misma trampa? ¿Nadie leyó al autor uruguayo? ¿Nadie tomó apuntes de aquel teórico de Historia de América Latina?

Lo que sí sabemos es que muchos de nosotros sí lo leímos, si tuvimos la suerte de presenciar a ese docente magistral enseñándonos con conocimiento y pasión que la historia de América Latina se repite como un bucle, y que los que rifan el país son casi siempre los mismos, con las mismas ideas. Por eso no extrañó en absoluto que días atrás, el jadeante gobierno de Milei intentara sin éxito negarle el financiamiento a las universidades públicas y a los docentes del país. Docentes como aquel de ese teórico inolvidable que en la ruinas del país supo darnos más de un motivo de esperanza.  

AF/MG

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