El secreto de los Orquera: la creación que nació en el garaje de un pueblo y hoy vende 24 millones de kilos

La NaciónLa NacionCampo01/10/20254 Views

CÓRDOBA.- Florentino Orquera es el “padre” de una marca de yerba que nació en San Francisco, en el este cordobés en 1978 y que se convirtió en la primera yerba mate compuesta de la Argentina. Es que para diferenciarse del resto decidió incorporar a la yerba mate una mezcla de hierbas del tipo dulce y digestivas. La empresa, dirigida por la hija de los fundadores, Sol Orquera, vende unos 24 millones de kilos anuales, de los que exporta alrededor de 1,9 millones de kilos anuales a once países. El principal mercado es Chile, seguido de Estados Unidos y España.

Florentino Orquera, que por años había trabajado como vendedor en una fábrica de muebles, y su esposa, María Amelia, docente de música, buscaban hacer un producto de consumo para almacenes o dietéticas. Casi una década estuvieron dedicados a ese objetivo y, aunque probaron con varios, ninguno los convencía.

“Dos personas hacedoras, hicieron mil cosas que no sirvieron, hasta que detectaron algo que faltaba y a la que el consumidor estaba acostumbrado -define Sol Orquera a LA NACION-. Hace 60 años él ya había armado la escoba con la palita pegadas, también había intentado hace 35 años con mi hermano alimentos refrigerados para perros”.

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Hasta que decidieron hacer una yerba que incorporara una costumbre que ellos y sus parientes-como muchos en Córdoba- tenían: agregarle hierbas al mate. Esa yerba compuesta no estaba en las góndolas. Los ensayos los empezaron a hacer en el garaje de la casa familiar. Ese fue el origen de CBSé. La categoría “yerba compuesta” ingresó en el Código Alimentario Argentino en 1978, un objetivo en el que también trabajaron los Orquera.

El nombre de la marca, es un juego de palabras que apunta a “cebarse un mate y la invitación a compartir en ronda”, cuenta Sol Orquera. En el arranque el matrimonio mezclaba en una tolva las hierbas que compraba en la dietética y las envasaba junto con la yerba mate; las bolsitas las dejaban en consignación.

Cuatro años después llegaron a Frontera (Santa Fe) a donde instalaron una planta con una superficie cubierta de 15.000 metros cuadrados. Hoy, además, cuentan con un secadero de hierbas y un centro de distribución en Buenos Aires. La marca cuenta con una línea de 21 productos.

Sol Orquera -quien desde que tomó la posta en la empresa desarrolló una decena- considera que lograron convertirse en un “emblema de innovación dentro de la cultura matera”.

En 1994 la empresa desarrolló cultivos propios de poleo, menta y cedrón en Valle Fértil (San Juan), mientras que tienen un campo de cultivo de peperina a gran escala en San Agustín (Córdoba).

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Sol se sumó a la compañía, que emplea a 297 personas, en 2001, cuando tenía 18 años. Era un momento muy complicado porque para el lanzamiento, en 1997, de las yerbas saborizadas habían tomado créditos para importar máquinas y, en 1998, instalaron la planta Santa Ana en Misiones.

“Fueron mis años de formación y me permitieron estar donde estoy ahora, a valorar el trabajo colaborativo, a tener presupuestos prolijos, planificados”, apunta.

Su hermano, Juan Lorenzo, 15 años mayor, es director en la compañía. “Él sí estuvo en el garaje, volvía del colegio y ayudaba a envasar, a repartir -añade-. El año que yo nací hubo un incendio grande y mi papá decía que fue ‘un resurgir’”.

En estas semanas lanzaron la primera yerba tradicional de la marca, producida y envasada en origen en Santa Ana. “Nos llevó un par de años el desarrollo para estabilizar los sabores”, apunta.

La empresaria admite que el “gran activo” que tienen es haber gerenciado la integración de una cadena “que empezó con la comercialización en un lugar como San Francisco, donde no hay ni hierbas”

La caracterizan como “estacionada natural que le da un sabor muy suave y muy duradero, tiene otro tipo de granulometría y viene en un envase 100% sustentable”. La bautizaron “Mateando” y la empresaria asegura que, cuando decidieron sumarla al portafolio de productos, instalaron la primera línea productiva en la planta misionera. En total, en el desarrollo, invirtieron unos US$5 millones.

La empresaria admite que el “gran activo” que tienen es haber gerenciado la integración de una cadena “que empezó con la comercialización en un lugar como San Francisco, donde no hay ni hierbas”.

Mi papá es mi fuerza y mi inspiración. Me dio motivos para ser feliz y le agradezco profundamente la oportunidad de estar al frente de este sueño familiar. Hoy, junto a mi mamá y mi hermano, trabajamos con todo el amor para cuidar y honrar su legado. Siempre me pregunto cómo acercarme a él a través del desarrollo de nuevos productos, cómo sentir que cada innovación mantenga viva su visión. Es como vivir en homenaje”, dice.

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