“La gloria eterna”, el eslogan que a partir de 2019 se emplea para describir a la Copa Libertadores, se hace realidad cada vez que son evocadas gestas que trascienden el paso del tiempo y de las generaciones. Los futbolistas que consiguen levantar el trofeo de clubes más prestigioso del continente se transforman, en muchos casos, en leyendas que viven en el recuerdo de sus epopeyas.
Para Racing, que este miércoles a las 21.30 abrirá la serie semifinal contra Flamengo, en el mismísimo Maracanã, de Río de Janeiro, conseguir la Libertadores en 1967 conllevó un esfuerzo extra: ganó la realización más larga de la historia del certamen, ya que tuvo que afrontar 20 encuentros.
En el tramo decisivo rumbo a aquella consagración, y en una segunda etapa de grupos para definir a los finalistas, la Academia había igualado con Universitario, de Lima, en lo más alto de la tabla de su zona, con 9 unidades, mientras que River y Colo Colo habían quedado con 3. A partir de esa situación, los campeones de Argentina y Perú debieron afrontar un desempate en terreno neutral: Santiago, Chile.
El encuentro se convirtió en una suerte de semifinal para resolver el pasaje al duelo decisivo con Nacional, de Uruguay. El 18 de julio, en la capital chilena, Juan José Pizzuti tuvo que armar el equipo racinguista sin Rubén Díaz, su habitual defensor lateral izquierdo. Como el Panadero estaba lesionado, el entrenador optó por Nelson Chabay, y el resto fue el habitual. La formación: Agustín Mario Cejas; Oscar Martín, Roberto Perfumo, Alfio Basile y Chabay; Juan Carlos Rulli, Miguel Mori y Humberto Maschio; Norberto Raffo, Juan Carlos Cárdenas y Juan José Rodríguez.
Universitario, cuya base era la de la selección peruana, presentó a Rubén Correa; Pedro González, Luis La Fuente, Héctor Chumpitaz y Nicolás Fuentes; Luis Cruzado y Roberto Chale; Víctor Calatayud, Enrique Cassaretto, Ángel Uribe y Víctor Lobatón. Pero el cuadro crema perdió prontamente al goleador Cassaretto, debido a un traumatismo de rodilla por un golpe padecido contra el Mariscal Perfumo.
Racing también tuvo una baja muy sensible, ya que el Chango Cárdenas abandonó el campo de juego poco antes del cierre del primer tiempo por una lesión en el ligamento interno de una rodilla. También cerca del final de esa etapa, Raffo confirmó su estupendo rendimiento en la Copa y adelantó al Equipo de José, que en la segunda parte sufrió el gol de empate de Catalayud.
Con la igualdad, Racing avanzaba a la final debido a que en la rueda de grupos había tenido mayor diferencia de goles que Universitario. Pero para el cuadro de Avellaneda no fue necesario especular con las cuentas, ya que Raffo volvió a aparecer y consiguió el gol de la victoria, en un escenario hecho barro en algunos sectores debido a una lluvia incesante.
A fines de agosto, otra vez en el estadio Nacional de Santiago, Racing jugó el desempate de la final frente a Nacional, al que también superó por 2-1, para quedarse con el preciado tesoro subcontinental.
El exigente recorrido que cubrió la Academia para llegar a lo más alto de Sudamérica le daba razón a una máxima de Osvaldo Zubeldía, director técnico de Estudiantes: “A la gloria no se llega por un camino de rosas”. El propio Pincha diseñado por el estratega que marcó un antes y un después en la historia del club platense se convirtió, un año más tarde, en el penúltimo obstáculo de Racing en el intento de repetir la coronación continental.
Como el club de Avellaneda era el campeón, ingresó directamente a la semifinal a la que arribó Estudiantes. En el Cilindro, con goles de Maschio y Perfumo, el vigente campeón de la Copa Libertadores celebró un 2-0 que resultaría insuficiente. Sucede que en la revancha, efectuada cuatro días después (18 de abril) en La Plata, los dirigidos por Zubeldía ganaron por 3-0 y llevaron la serie a un tercer y último episodio.
Los partidos, que literalmente se habían transformado en batallas propias de gladiadores, con todo tipo de acciones violentas de un lado y del otro, dejarían un momento histórico que fue más allá de la gloria: cuatro jugadores terminaron presos. Basile y Chabay, por la Academia, y Ramón Alberto Aguirre Suárez y Néstor Togneri fueron tras las rejas en el penal de Villa Devoto. ¿El motivo? El régimen de Juan Carlos Onganía castigaba los episodios que considerara violentos en acontecimientos públicos, por lo que los adversarios en la cancha terminaron como compañeros de detención.
Paradójicamente, en las inmediaciones del penal algunos hinchas se organizaban para respalda a los futbolistas. Lejos de las trompadas que se arrojaron tanto en los primeros dos partidos como en el desempate (1-1) que benefició a Estudiantes para avanzar, Basile, Chabay, Aguirre Suárez y Togneri dejaron la rivalidad para jugar juntos a las cartas. Cuenta la leyenda que, antes de que los liberaran, los académicos les desearon lo mejor a sus oponentes con miras a la final.
Pasaron casi 30 años de aquella decepción hasta que la Academia procuró la revancha en una semifinal de Libertadores. Fue en 1997 y, como había acontecido la primera vez, hubo un equipo peruano enfrente: Sporting Cristal. Consolidado en su torneo, con un tricampeonato que proyectó a la mitad de sus futbolistas al seleccionado nacional (como ocurría con aquel Universitario de 1967), Sporting intentó eliminar a la Academia.
En el primer partido, en Argentina, Racing se floreó y ganó por 3-2 gracias a una conquista de Martín Vilallonga y dos de Claudio Úbeda. El conjunto dirigido por ‘Coco’ Basile fue sorprendido por un descuento de Luis Bonnet. “No se nos dio. Ellos tuvieron dos tiros al arco y dos goles; andan derechos. Era un partido como para golear, pero estoy conforme con la actuación del equipo”, comentó Basile tras la exigua victoria en la ida.
Julio César Balerio, arquero uruguayo de Sporting Cristal que había atajado en Racing (también con Basile como entrenador), hizo gestos a los hinchas de la Academia, burlándose de la racha de entonces 31 años sin trofeos locales. En contrapartida, el brasileño Julinho elogió a los simpatizantes, impactado por el marco y el recibimiento: “Lo que viví en el Cilindro fue la experiencia más fuerte de mi carrera”. En la revancha se desataría el caos.
Ya en Perú, el talentoso Julinho desbordó y asistió a Bonnet, que convirtió en una noche que resultaría inolvidable. El empate parcial logrado por Marcelo Delgado con un tremendo cabezazo fue el único momento de paz para el cuadro argentino, que se marcharía al descanso en desventaja por un golazo de Julio Rivera.
En las tribunas, en simultáneo, la tensión se incrementaba. Como había dispuesto en el entretiempo de la final de la Recopa de 1989 ante Nacional, Basile les hizo cambiar la camiseta alternativa a sus dirigidos. Pero la cuestión no iba a variar de ningún modo positivo: Bonett, otra vez, y Nolberto Solano, de tiro libre, aumentaron hasta el 4-1 que clasificó a Sporting Cristal para la final de Sudamérica.
Las súplicas de los hinchas blancos y celestes no consiguieron aquella noche amparo para el equipo. En la tribuna estaba Juan Gabriel Arias, entonces diácono y sacerdote en el futuro. Fanático de Racing, había solicitado permiso al cardenal Jorge Bergoglio para viajar a Perú. Para él la derrota abarcó un suplicio extra: una publicación lo acusó de participar en los hechos de violencia entre las hinchadas de Racing y Sporting Cristal.
“Fue una revista amarillista que ya no existe, lo hizo con mala intención”, había declarado Arias -en Revista Viva- sobre aquella acusación que recibió: “Nunca peleé, hablé y traté de cuidar a las mujeres y a los chicos que estaban en la tribuna. Cuando volvimos, salí mencionado como ‘el cura que se agarró a trompadas en Perú, el cura barrabrava de Racing’”. Por aquel episodio, las autoridades del seminario querían “mandar al psicólogo para hacer un psicodiagnóstico” al futuro sacerdote académico.
Sobre aquella noche de descontrol en el campo de juego y fuera de él, ‘Cacho’ Ciudadela, histórico ex líder de la Guardia Imperial, la barra brava de Racing, dio detalles insólitos: “Yo no tenía pasaporte y pude viajar con el del cuñado de Diego Maradona. Dentro del avión vi que estaba un cura. Yo no lo conocía. Pedí un champán y serví copas, le tiré algo y quedó dormido y después estaba riéndose. No entendía qué le puse”.
A 28 años de aquella serie, Racing sueña y cree en escribir otra historia, de la mano de un equipo que afrontará lleno de fe la serie con Flamengo. Arias, el cura fanático de la Academia, misiona desde hace muchos años en Mozambique. Allí predica la palabra de Dios y la pasión celeste y blanca. También, atesora una camiseta: la de Adrián ‘Maravilla’ Martínez. Con Dios como puente, el profeta del gol felicitó al sacerdote por su obra y su vocación. En este miércoles tan especial, ambos sumarán a sus plegarias un mismo pedido: dar otro paso hacia la final de la Copa Libertadores.