Hallan en Río Negro un huevo de dinosaurio casi intacto: podría contener un embrión carnívoro en desarrollo

elDiarioAREl Diario Ar21/10/20253 Views

El instante del descubrimiento fue transmitido en vivo y podría convertirse en una de las piezas más excepcionales de la paleontología sudamericana.

La tarde del 7 de octubre de 2025, un grupo de paleontólogos argentinos protagonizó un momento histórico que unió la ciencia y la emoción. Durante una transmisión en vivo desde el norte de la provincia de Río Negro, en plena Patagonia, el equipo del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (LACEV) del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN) levantó de la arena un objeto ovalado que parecía un simple fósil. En segundos, comprendieron que sostenían algo extraordinario: un huevo de dinosaurio casi intacto, conservado durante más de 70 millones de años.

“¿Esto es fósil, chabón?”, exclamó, incrédulo, el paleontólogo Federico Agnolín ante las cámaras. El hallazgo fue registrado y compartido en directo a través de @paleocueva.lacev, la cuenta oficial del laboratorio, y desató una ola de asombro mundial. Como describe Constanza V. Paura en National Geographic , la escena representa “el momento exacto en que la ciencia y la emoción humana se funden en una misma imagen”.

El fósil apareció a pocos centímetros de la superficie, cubierto por una capa de arena fina. Su forma, textura y cáscara perfectamente conservadas asombraron incluso a los investigadores. “Estaba tan bien conservado que parecía reciente”, relató Agnolín en una entrevista posterior recogida por El País Ciencia. A su alrededor emergieron fragmentos de otras nidadas, huesos y fósiles de pequeños reptiles y mamíferos, lo que sugiere que el área fue una antigua zona de anidación del Cretácico Superior.

Una cápsula del tiempo prehistórica

El descubrimiento forma parte de la Expedición Cretácica I, respaldada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), la Fundación Azara, la National Geographic Society y el gobierno provincial de Río Negro. Según los primeros análisis, el huevo podría pertenecer al género Bonapartenykus, un pequeño dinosaurio terópodo carnívoro descrito en la Patagonia en 2012. Si las tomografías computarizadas y escaneos 3D confirman la presencia de material embrionario, estaríamos ante uno de los hallazgos más excepcionales de la paleontología sudamericana: un embrión carnívoro en desarrollo que podría revelar detalles sobre su postura, crecimiento e incluso su sistema respiratorio.

Hace 70 millones de años, el norte de Río Negro era un paisaje de lagunas y bosques donde convivían dinosaurios, aves primitivas y pequeños mamíferos. El hallazgo, como explica el Museo Argentino de Ciencias Naturales, ofrece una ventana directa a ese ecosistema y podría aportar información inédita sobre las estrategias de anidación y reproducción de los dinosaurios del hemisferio sur.

La región patagónica ya ha sido escenario de descubrimientos paleontológicos notables. En el yacimiento de Auca Mahuevo (Neuquén), los investigadores hallaron en los años noventa huevos con embriones de titanosaurios, algunos con impresiones de piel fosilizada. Aquellos estudios, liderados por Luis Chiappe, fueron publicados en la revista Nature y abrieron un nuevo campo de investigación sobre el desarrollo embrionario de los dinosaurios. Décadas después, otro trabajo del CONICET publicado en Current Biology describió el primer cráneo tridimensional de un embrión de titanosaurio preservado en forma excepcional.

El hallazgo de Río Negro podría ampliar ese legado, esta vez en el linaje de los dinosaurios carnívoros. Según explicó el equipo del LACEV en declaraciones el fósil será sometido en los próximos meses a estudios de microtomografía y escaneo 3D para confirmar si contiene un embrión y en qué grado de desarrollo se encontraba.

Más allá de su valor científico, el descubrimiento simboliza una nueva forma de entender la divulgación: una ciencia que no se esconde tras los laboratorios, sino que invita al público a mirar, a emocionarse y a compartir el asombro del conocimiento en tiempo real. Como resumió Agnolín, “la ciencia también puede emocionarse, y eso no la hace menos rigurosa”.

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