Una mujer implacable, impenetrable, con una calma inalterable que hiela la sangre. Así es la Yiya Murano -también conocida popularmente como “la envenenadora de Monserrat”- que encarna Julieta Zylberberg (42) en la nueva miniserie de Flow, que llega a la plataforma de streaming el próximo jueves 13. “Estoy muy entusiasmada con que salga ya, con que la gente la pueda ver”, dice en diálogo con LA NACION la actriz, que se luce en este rol.
-¿Cómo te involucraste en este proyecto?
-El proyecto me llegó tiempo muy poco tiempo antes de empezar a filmarse, así que fue bien vertiginoso. Me invitaron a participar con mucha libertad, así como me dieron los libros me dijeron: “¿Qué es lo que imaginás vos? Pensá tu Yiya, cómo la querés hacer”. Fue un hermoso trabajo con Mariano, el director, porque me dejó elegir por dónde ir y me dijo que confiaba en mí. Eso estuvo muy lindo, y, también, su conducción fue bárbara.
-En esa libertad que te dieron, ¿qué impronta quisiste darle a Yiya Murano?
-No es lo mismo cuando se trata de un personaje real que tiene un physique du rôle, o sea, que tiene un cuerpo que ya existió, que ya está identificado y visto [por la gente]. Yo, por ejemplo, dije: “Me la imagino con mucha teta”. Y me decían que ella no era así, pero yo les expliqué que quería que algo de mi cuerpo cambiase. Me dijeron “bárbaro”, lo hicimos así y estuvo buenísimo. Fue algo que hicimos en el momento, en la prueba, y me permitió pararme de una manera distinta. Aunque el personaje fuese real, hicimos elecciones por fuera de lo que ella era.

-¿Te preparaste mirando sus entrevistas, como su participación en el programa de Mirtha Legrand, más allá de la construcción que hicieron ustedes sobre cómo era ella en su intimidad, con sus vínculos?
-Sí, pero no hay tanto material de ella. Existen algunas entrevistas, que en general ya las tenía supervistas, como la de Mirtha, salvo alguna que no conocía. Fue curioso elegir de qué agarrarse del personaje, porque, por ejemplo, era alguien que hablaba muy monótono, una persona inalterable. Entonces, me pareció interesante agarrarme de eso, mostrarla como alguien a quien no se le mueve la aguja con nada. Y de ahí, todo: mata, tiene sus amantes y construye su mundo desde una calma inalterable bastante siniestra.
-¿Cómo actriz y como persona, cómo fue ponerte en la piel de una asesina?
-Como persona no, todavía no soy asesina [se ríe], pero como actriz fue divertidísimo. Es un personaje único; lo tenemos muy visto. Yo lo recuerdo desde chica. Y siempre uno como actor piensa en las emociones de la persona, del personaje, pero ella era una persona sin emocionalidad; entonces, era muy difícil. En lo que más me centré fue justamente en eso, en cómo es alguien que realmente no tiene sentimientos. Y a su vez el encanto que tienen esos seres, ¿no? A veces uno dice: “¿Por qué es tan encantadora esta persona, que es tan siniestra?”. Y hay algo de eso, de lo imperturbable y de la frialdad, que es extrañamente simpático.

-¿Y cómo se hace para no caer en la romantización de estos personajes siniestros?
-La gente idolatra a cada persona, que de eso no me puedo hacer cargo. Pero sí hay un encanto en el mafioso, en el estafador, y por eso logran engatusar; hay algo que evidentemente descoloca a las personas neuróticas, que es concreto.
-¿Sentís que hay cierta responsabilidad al interpretar a un personaje real, más allá de que se trata de una asesina?
-Seguro, pero más que responsabilidad, prefiero hablar del respeto. Me refiero a los pasos previos a la actuación, cuando investigan, cuando eligen qué parte de su historia contar cuando lo escriben.

-¿Cómo fue compartir personaje como una actriz del calibre de Cristina Banegas?
-Con Cristina compartimos un día que fue bárbaro, éramos como un espejo. Estuvo muy bueno, fue como un encuentro entre ellas [entre ambas Yiya]. La serie nos dio ciertas licencias interesantes con fantasías que están en la cabeza del personaje de Pablo Rago, que va relatando, rearmando y reorganizando la historia que le cuenta Yiya de grande [Cristina Banegas], y esas fantasías fueron muy divertidas. El elenco es una maravilla y la pasamos muy bien.

-¿Acordaron o hablaron entre ustedes sobre cómo construir al personaje?
-Muy poco, pero a la vez nos conocemos, entonces hay una cosa que está bien empatada. Está buenísimo lo que pasa.
-¿Grabaste esto a la par que hacías Prima facie en teatro?
-Sí. Prima facie es difícil de combinar con otras cosas porque es una obra intensa y muy desgastante, pero solo la hago los fines de semana, así que convivieron bien.
-¿Fue emocionalmente complicado combinar ambos papeles?
-Sí, en cuanto a la vida. Después de que ya no tenés 25 años es muy difícil trabajar todo el día, todos los días y fines de semana. No es la misma energía, pero eventualmente se puede hacer, y este rodaje fue corto, no es que fueron ocho meses así.

-A tu hijo Florián, que es más chico, ¿lo llevás con vos al set?
-Ahora no es muy llevable, tiene dos años y te da vuelta todo. Si lo hubiésemos traído acá, en 30 segundos no tenés más nada en pie. Pero la verdad es que cuando estás en el set son como 10 horas. Cuando era bebito lo llevaba a todos lados, pero una vez que ya caminan y tienen un deseo a cada un segundo de hacer algo, no es tan sencillo, así que queda en casita.
-¿Cómo se lleva con Luis Ernesto [su hijo con Esteban Lamothe], que es mucho más grande?
-Tienen una dinámica conmovedora. Mi hijo Luis va a cumplir 13 y Florián va a cumplir dos y se tienen un amor que lo pienso y me dan ganas de llorar directamente. Así, increíble; es muy hermoso. Florián está desesperado por él y cuando no está en casa dice: “Buenas noches, Kiki”; es muy tierno. Y Luis lo ama y le juega un montón. Florián habla poquito y es hermoso ver cómo se conecta con sus hermanos, porque tiene dos hermanas más por parte de Agus [Toscano, su pareja]. Cómo los seres humanos necesitan conectarse y cómo hacen que ese amor sea inmenso. Comparten mucho y se divierten un montón, es muy hermoso.

-A Luis, con dos padres actores, ¿le ves algún costado artístico?
-Artístico sí pero no actoral, por el momento. A Lu no le interesa para nada, cero. Me encanta igual, está bárbaro que haga su camino. Él es más skater, le gusta la música, está en otra. Hace unos años lo mandé a teatro un par de veces, diciéndole que se iba a divertir. No le interesa el público, no le interesa lo mío, pero es superhistriónico y le insistí para que fuera, pero me dijo: “No, cuando la maestra dijo que pase alguien, yo automáticamente me fui para el fondo”. Y yo pensaba lo distinto que es a mí… Me acordé de cuando iba a teatro de chiquita y estaba todo el tiempo: “Yo quiero pasar, yo quiero pasar”, así, re pesada, siempre quería participar. Así que dije: “No, claramente a este chico no le interesa”.
-Vos mantenés un perfil muy bajo en cuanto a tu vida privada, ¿qué le explicás sobre el trabajo de sus padres, que son famosos?
-Luis entiende todo, es un casi un adulto, no hay que explicarle mucho. Lo criamos con mucho amor y con mucha educación y él sabe, siempre supo el trabajo de su papá, de su mamá, y está tranquilísimo.
-¿Cómo ves la situación actual del cine argentino?
-Está muy difícil, está muy complicado porque se redujeron un montón de posibilidades que había antes. Sobre todo está difícil para que emerjan nuevas personas, nuevos proyectos, nuevos directores. Quizás, eso era lo que estaba más fomentado y de esa forma salieron todos nuestros directores aclamados hoy en día. Es muy difícil para alguien que no tuvo un trabajo previo conseguir un lugar en una plataforma o lugares así.
-¿Sentís que hay un castigo al que da su opinión política o al que se expresa en contra de los recortes? ¿Hay un castigo por parte del público?
-Del público no, yo me siento muy querida y respetada por mi trabajo y por mi opinión. Por supuesto, siempre voy a opinar y a expresarme desde la sinceridad, no desde la saña, sino desde lo que veo, desde lo que siento y desde lo que pienso. Y creo que eso es respetado, al menos porque a mí me interesa que me respete.



