Aquellos que pensaban que el independentismo catalán había alcanzado su máximo potencial electoral no contaban con la rápida irrupción de Aliança Catalana. En solo un año, este partido, liderado por Sílvia Orriols, ha pasado de ser una mera anécdota local a convertirse en una amenaza tangible para la hegemonía de Junts per Catalunya, alterando el panorama político justo cuando se discute el futuro del pacto de investidura con Pedro Sánchez. Las encuestas recientes pintan un escenario preocupante: Aliança Catalana podría multiplicar por diez su representación en el Parlamento, pasando de dos diputados a entre 11 y 19, según diferentes sondeos. Este ascenso no solo erosiona la base electoral de Junts, sino que también introduce un elemento desestabilizador en la política tanto catalana como española. La reacción de Junts ha sido inmediata y tensa: el partido se ha dado un plazo de tres meses para decidir si rompe con el Gobierno central. La portavoz parlamentaria, Míriam Nogueras, ha calificado este proceso como una «reflexión estratégica» que podría resultar en una ruptura con consecuencias difíciles de prever para la legislatura. El crecimiento de la ultraderecha independentista: una fuga de votos incesante El fenómeno Aliança Catalana no solo sorprende por su rapidez, sino también por su capacidad para atraer a diversos sectores sociales. Este partido ha logrado calar hondo en los bastiones rurales de Girona y Lleida, donde Junts había mantenido un dominio indiscutible desde la época de Convergència. El último barómetro del CEO revela que el apoyo a Aliança en las comarcas menos pobladas ha crecido notablemente, superando incluso a Vox y acercándose a la CUP. En contraste, Junts ha visto cómo caen casi tres puntos porcentuales en esos territorios, un trasvase que rememora la pérdida sufrida por el PP ante Vox en la derecha española. Las razones detrás de este auge…
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