La trágica muerte de Daniel Naroditsky (este lunes, en su casa de Charlotte, EEUU, a los 29 años), es el desenlace más extremo posible de una catarata de difamaciones convertida en moda: ajedrecistas que sospechan de que otros hacen trampas con ayuda de computadoras —sobre todo, en partidas por internet, pero también presenciales— y los acusan sin aportar prueba alguna. Una de las principales víctimas había sido precisamente Naroditsky, cuya familia no ha revelado la causa del fallecimiento.