
La torre de la Ermita de Santa María la Antigua es bien alta, mide más de 20 metros, pero uno ya puede dar vueltas y vueltas mirando al horizonte por el distrito de Carabanchel que, desde la salida del metro Eugenia de Montijo, no se ve. Tampoco hay rastro de ningún cartel que indique que, a menos de cinco minutos andando desde allí, se encuentra la ermita mudéjar más antigua de Madrid. Está detrás de una valla y en medio de un descampado como si fuera un escombro que alguien ha abandonado sin tener en cuenta su valor. Es martes y varios vecinos peregrinan al cementerio que está a su lado y también hay quien aprovecha el solar que sirve de aparcamiento para arreglar su moto al aire libre, a las puertas de un edificio del siglo XIII declarado Bien de Interés Cultural.






