
Si la carrera entre la variación mensual de los salarios y la inflación es considerada por los economistas como “la foto de una película” que hay que verla completa para entender su trazabilidad, en tiempos de volatilidad económica esa relación se ha vuelto un conjunto de pixeles que dificultan aún más interpretar ese film. El fotograma puede mostrar que un indicador gana la pulseada mensual o incluso la serie anualizada, reflejando una recuperación, pero en la proyección completa no logra compensar todavía la pérdida del poder adquisitivo que dejaron las últimas crisis.
Según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), el índice general de salarios aumentó 3,2% en agosto, mientras que la inflación subió 1,9% ese mismo mes. Las cifras oficiales dan cuenta además de que los ingresos crecieron por encima de los precios tanto en la medición interanual (49,6% vs. 33,6%) como en el acumulado del año (27,6% vs. 19,5%). Sin embargo, el desempeño errático de la actividad económica y del indicador que mide los salarios sugieren que es necesario remontarse al origen de este derrotero para establecer proyecciones.
Especialistas consultados por LA NACION coinciden, en líneas generales, en que la pérdida del poder adquisitivo comenzó en 2017 y que, pese a algunos períodos con matices, no se ha logrado recuperar en términos reales desde entonces. Desde el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf) aseguran que si se toman en cuenta los salarios de agosto de 2025, el asalariado privado tiene un poder adquisitivo 20% menor al de 2017 y el asalariado público 33% por debajo, una quinta y tercera parte respectivamente.
En cambio, si la comparación se realiza frente a noviembre de 2023, el mes previo a la asunción del gobierno de Javier Milei, los expertos confirman que la brecha se acortó en favor de los asalariados privados, que lograron recuperar su poder adquisitivo, frente a los del sector público, que perdieron un 13,2%. Párrafo aparte merece el segmento informal, por su composición heterogénea y magnitud.
Asimismo, los especialistas consideran que para abordar la crisis de los ingresos de manera integral es esencial que aumente el nivel de actividad económica, sin lo cual no habrá mayores salarios. Los matices se dan entre quienes sostienen que el Gobierno apuesta a las reformas laboral y tributaria como estrategias clave para movilizar inversiones y apuntalar así el crecimiento de la actividad y el salario real; y entre quienes piensan que las reformas estructurales no necesariamente impactarán de inmediato en la situación salarial.
Nadin Argañaraz, presidente del Iaraf, explica que “el salario siempre fue detrás de la inflación. Cuando la inflación es creciente, con seguridad hay una pérdida real. Para que el salario actual tenga el mismo poder adquisitivo que en 2017, suponiendo que haya inflación cero, en el caso del asalariado privado registrado se requiere una suba del 25% y en el caso del público del 49%. Estas variaciones necesarias son el reflejo de la gran pérdida de poder adquisitivo que se da desde hace ocho años”.
El economista cordobés agrega: “La baja de la inflación conspira positivamente para que el salario real se recupere, pero eso no va a posibilitar una recuperación de toda la pérdida que se arrastra. De la mano de una mayor productividad, el salario real puede aumentar. La mayor productividad habitualmente se asocia a mayor stock de capital, es decir que se requiere un mayor flujo de inversiones. Seguramente la dinámica va a ser diferente según los distintos sectores de la economía y los tamaños de empresas”.
Para Juan Manuel Ottaviano, abogado laboralista del centro de estudios Fundar, la baja de la inflación -que está muy lejos de ser cero, aclara- permitió un mayor orden de precios, pero no se sintió en el poder adquisitivo del salario. “En el sector privado registrado, que es el segmento más dinámico, el Gobierno impuso un ancla salarial estableciendo topes informales a la negociación colectiva, lo que en los momentos de contracción y expansión de la actividad, fue corregido por las empresas otorgando horas extras, dando como resultado que en algunos segmentos haya que trabajar más para ganar lo mismo”, afirma.

Dado el inminente debate sobre la reforma laboral, Ottaviano prevé que el Gobierno seguirá “sobreexigiendo el ancla salarial como mecanismo de impedir ajustes o indexación y arrastre a precios”. Y apunta: “Si no se recupera la actividad y se sigue utilizando el ancla salarial como parte del programa económico, no habrá incrementos salariales en el corto plazo, al menos en el segmento más dinámico. Después hay otros más volátiles, como el asalariado no registrado y el salario del sector público, con fuertes caídas”.
El segmento de trabajadores informales presenta varias singularidades por tratarse de un universo extremadamente heterogéneo, donde convergen desde profesionales que están trabajando sin aportes al sistema de seguridad social hasta otros que prestan servicios de especialidades muy diversas al exterior y cobran en moneda extranjera. Ello habla de la nueva composición del mercado laboral, caracterizada por la evolución del empleo no registrado que está en clara expansión debido escenario de crisis que atraviesa el mundo del trabajo por factores globales y locales. Según el Indec, la tasa de informalidad laboral en la Argentina escaló al 43,2% en el segundo trimestre de 2025.
Eduardo Donza, investigador del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, subraya que para analizar los ingresos del sector informal debe considerarse “la graduación de la calidad del empleo en el sector de los empleados no registrados, que incluye a los cuentapropistas, a los que se tienen que inventar un trabajo, como los recicladores, los cartoneros, los vendedores ambulantes”. Y añade: “Son los más desposeídos, menos no pueden ganar. Por eso es que se percibe cierta estabilidad en su capacidad de compra, pero porque están ya en niveles extremadamente bajos y no pueden recuperar su poder adquisitivo”.
Si bien el Gobierno descuenta que las reformas laboral y tributaria serán la punta de lanza para aumentar el nivel de actividad económica basado en el flujo de inversiones y que, así, los salarios comenzarán un sendero ascendente, los analistas se muestran más moderados en sus expectativas, al menos en el corto plazo.

Respecto de la evolución de la economía para este año y su traslado a los salarios (la previsión del FMI es de una expansión del 4,5%), Donza indica que “gran parte de ese crecimiento previsto va a venir de sectores que no son manos de obra intensiva, como la explotación de la minería o de yacimientos de petróleo, gas y litio, y también del sector agropecuario. Son sectores de capital intensivo que no generan una cantidad significativa de puestos de trabajo. Es previsible que algunos ajustes con respecto a la industria, ya sea con pérdida de puestos de trabajo o por algunos reacomodamientos, sean factores que impacten en el salario”.
En cuanto a la inflación, destaca: “Ayuda que los niveles inflacionarios sean relativamente bajos para lo que estamos acostumbrados los argentinos, pero no hay que perder de vista que siguen siendo valores elevados, cercanos a 2% mensual. Esto va en desmedro de la capacidad de compra de los trabajadores porque la negociación colectiva o la capacidad que tenga la negociación formal de cada trabajador, cuando no está protegido por toda la estructura sindical, puede generarle pequeñas pérdidas todos los meses, que se sienten mucho en el acumulado”.
Lorenzo Sigaut Gravina, director de Análisis Macroeconómico de la consultora Equilibra, no advierte expectativas favorables para salarios ni jubilaciones, sobre todo en la medida que haya una salida del esquema cambiario actual de las bandas y una corrección adicional del tipo de cambio. “Casi por definición una corrección del tipo de cambio real requiere esta configuración: que el tipo de cambio crezca más que los precios, y que los precios le ganen a los salarios”, indica y aclara: “En esa corrección habría una caída del poder adquisitivo, aunque eso no tendría que afectar a todo 2026. Habrá que ver cuándo se hace, si es que se hace. Pero aun después del triunfo electoral del Gobierno y con el tipo de cambio oficial en el techo de la banda, todo indica que no está alcanzando para acumular reservas ni para comprar dólares del Tesoro o el Banco Central, lo que requeriría un tipo de cambio real más alto”.
En la carrera entre salarios e inflación, el economista de Equilibra -que efectuó un estudio reciente sobre la evolución de los ingresos del sector privado formal, público y jubilaciones entre 2023 y agosto último- ve un empate el próximo año. “El crecimiento va a ser nulo, con un inicio de año más complejo que puede llegar a ser todavía recesivo, como estamos transitando este fin de año, y después una mejora en el nivel de actividad. Eso puede ayudar a mejorar el salario real, incluso también puede haber alguna ganancia productiva, pero en el mejor de los casos, el salario puede estar empatando hacia fines de 2026 a la evolución de los precios. Y los precios estarían arrancando el año por encima de los salarios”, explica.

Desde la mirada de las consultoras de Recursos Humanos y búsqueda de talento, Miguel Carugati, Managing Director para la Argentina y Uruguay de PageGroup, coincide en la evolución del salario de este año. “Si bien todavía persiste una sensación de pérdida acumulada que viene de años atrás, durante 2025 la caída del salario real se moderó y, en algunos segmentos, incluso se observaron mejoras. Hoy se espera que la mayoría de las empresas cierren 2025 con un incremento salarial promedio cercano al 30%”, afirma.
Carugati explica que este año, los ajustes fueron más espaciados: se dieron cada tres a seis meses. “A pesar de los esfuerzos por compensar la inflación, las revisiones por lo general no llegaron a tiempo al bolsillo de los empleados -dice-. A diferencia de años anteriores, en 2025 el foco no estuvo solo en equiparar la inflación, sino también en mantener y, en algunos casos, recuperar poder adquisitivo en posiciones estratégicas”.
Respecto de las perspectivas para 2026, el Managing Director de PageGroup indica que “para el próximo año se espera que las compañías consoliden esquemas de ajustes y bonos basados en mérito, retomando una gestión más ligada al desempeño y los resultados. Las políticas de compensación tenderán a alinearse con la evolución económica y seguirán siendo importantes los beneficios no monetarios (vinculados con el bienestar, la flexibilidad laboral y el desarrollo profesional) dentro de los paquetes totales de compensación”.

¿Qué impacto puede tener en los salarios el proyecto de reforma laboral que el Congreso empezará a discutir en 2026, según prevé el Gobierno? Para Federico Pastrana, director de la consultora C-P, “las reformas económicas no generan empleo ni crecimiento de por sí solas. Hoy no están dadas las condiciones para que haya crecimiento porque el programa económico imprime una tendencia de estancamiento y un ancla fuerte sobre los ingresos”.
Ottaviano, de Fundar, opina que “la reducción de costos en períodos recesivos no aporta en nada a la creación de empleo. Además, los salarios por empresa hoy están permitidos por arriba de la negociación colectiva de actividad. Si lo que está planteado es invertir esa regla, significa que los salarios por empresa sean inferiores a los salarios de actividad o que las condiciones de trabajo sean inferiores a los salarios de actividad”.
Argañaraz concluye: “La clave está en generar la competitividad que permita desde la macro y la micro un aumento de rentabilidad y, consecuentemente, un flujo mayor de inversiones que terminen derivando en una mayor productividad para generar mayores salarios reales. Ese es el camino lógico y esperable para que los salarios puedan aumentar y tener un proceso contrario al que vienen teniendo desde 2017”.






