La ley de voto joven, sancionada en 2012, incorporó a más de un millón de adolescentes al padrón electoral y consolidó a la Argentina como pionera regional en la ampliación de derechos. Promover su participación informada no solo fortalece las instituciones democráticas, sino que también renueva la ciudadanía con nuevas voces, miradas y compromisos.
Argentina ha sido pionera en América Latina al sancionar en 2012 la Ley 26.774, que habilita el voto para adolescentes de 16 y 17 años; desde entonces, más de un millón de chicas y chicos se incorporaron al padrón electoral. Alineada con el espíritu de la Convención sobre los Derechos del Niño, la ley de voto joven les brinda el derecho a expresar su opinión en los asuntos que los afectan a través de las urnas. Reconocer el derecho a la participación ciudadana a través del voto es una ampliación de derechos y una forma concreta de fortalecer la democracia, haciéndola más inclusiva, representativa y sostenible.
Votar es una práctica que se aprende y cultiva: quienes lo ejercen desde temprana edad tienden a mantenerlo en el tiempo. Un estudio en cinco países latinoamericanos mostró que el sufragio adolescente tuvo un impacto significativo en la confianza en los parlamentos y partidos políticos (UNICEF, 2020).
Además, las chicas y los chicos están interesados en involucrarse: sus motivaciones para participar se relacionan mayormente con la posibilidad de incorporar las problemáticas que les afectan y los temas que les interesan al debate público, influir en el rumbo del país y que sus ideas se vean reflejadas en las políticas públicas. Desde la sanción de la ley, el promedio de participación de jóvenes en elecciones generales fue del 55%, con picos del 64% en presidenciales. Estos datos revelan una voluntad de involucramiento: las y los jóvenes se movilizan y participan en distintos ámbitos de la vida estudiantil, comunitaria o política (U-Report, 2024). Muchos de ellos manifiestan intención de votar, aun cuando sus voces e intereses no se vean representadas, porque reconocen y promueven el valor de las instituciones democráticas. Sin embargo, el 40% de las y los jóvenes sostiene que experimentaron falta de información sobre el funcionamiento del proceso electoral (UNICEF y CIPPEC, 2023).
Garantizar la pluralidad de voces y fomentar el involucramiento de las chicas y los chicos en la toma de las decisiones que los afectan, enriquece la calidad de la democracia. En un contexto en el que la desinformación circula a rápida velocidad y se amplifica por las redes sociales, es necesario impulsar espacios de escucha y de intercambio generacional para que las y los jóvenes desarrollen el pensamiento crítico y tomen decisiones informadas.
#ModoVoto, por ejemplo, es una invitación a pensar la ciudadanía desde la acción, el diálogo y la escucha intergeneracional. A través de dinámicas como juegos de rol, análisis colectivo de noticias y simulaciones de toma de decisiones, busca que las y los jóvenes se involucren activamente en los procesos democráticos. El foco está puesto en temas clave como la detección de noticias falsas, el análisis crítico de propuestas políticas y la construcción de consensos. En definitiva, se trata de promover una ciudadanía más consciente, reflexiva y comprometida.
El derecho a la participación ciudadana es mucho más que emitir un voto: es formar parte activa de la vida democrática, incidir en las decisiones y construir ciudadanía desde la escuela, el barrio o las redes. Cuando el voto se ejerce con información se convierte en una herramienta poderosa para transformar la realidad. Reconocer a las juventudes como protagonistas es clave para una democracia que no solo se sostiene, sino que se renueva.
La autora es Oficial de Comunicación y participación adolescente de UNICEF Argentina
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