
En el marco del aniversario de la fallida independencia catalana, Carles Puigdemont ha decidido dar un golpe sobre la mesa en el ámbito nacional: ha roto el acuerdo de investidura con el PSOE y ha llevado a Junts a la oposición. La noticia, comunicada desde Perpiñán y cargada de simbolismo, ha dejado a Pedro Sánchez completamente aislado en el Congreso. Si el fugado golpista cumple su amenaza –y lo más probable es que la cumpla porque lo contrario sería un ridículo horroroso incluso para el presidente de la república de ocho segundos– se han acabado las leyes, se ha acabado la mayoría de investidura y se ha acabado el «somos más«. A partir de este momento, como explica Carmelo Jordá en Liberta Digital, ya son menos a ese lado del muro. Y bastantes menos. Y aquí tenemos ya alguna buena noticia, por ejemplo el hecho de que no se va a aprobar la llamada Ley Bolaños, la puñalada a la democracia y la separación de poderes que ha pergeñado el triministro de Justicia con un único propósito: salvar al PSOE y al propio Sánchez de sus gravísimos problemas legales. El líder independentista ha sido claro: “Sánchez podrá ocupar poltronas, pero no gobernar”. Este mensaje no se limita a ser una simple escenificación; marca el final de las reuniones discretas en Suiza, la renuncia al mediador internacional y la advertencia de que el presidente no podrá aprobar presupuestos ni leyes importantes. No obstante, en una maniobra digna de un hábil jugador de cartas, Puigdemont se ha abstenido de exigir elecciones anticipadas y tampoco ha respaldado la idea de una moción de censura junto al PP y Vox. Para evitar ser asociado con los ‘populares’ y los de Abascal, el expresident ha enfatizado que Junts “escogió el PSOE” en su momento decisivo. La…
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