La iniciativa del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, para suprimir el cambio de hora estacional a partir de 2026 ha reavivado un debate que se encuentra estancado desde 2018. Durante la reunión del Consejo de Energía de la Unión Europea en Luxemburgo, España formalizó su solicitud ante los ministros del sector, recibiendo el respaldo claro solo de Finlandia y Polonia. Los otros 24 estados miembros observan desde la distancia, evocando la parálisis que ya impidió avanzar en esta propuesta hace siete años, cuando la Comisión Europea presentó su iniciativa original tras recibir 4,6 millones de respuestas en una consulta pública sin precedentes. El comisario de Energía y Vivienda, Dan Jørgensen, ha afirmado que aunque este tema «puede no ser uno de los más prioritarios en la agenda política de la UE», es evidente que impacta a millones de ciudadanos europeos. La Comisión se ha comprometido a realizar un nuevo estudio de impacto más exhaustivo, pese a que ya existen análisis previos sobre las repercusiones de mantener o eliminar esta práctica instaurada en 1918, cuando se adoptó por primera vez durante la Primera Guerra Mundial con el fin de ahorrar energía. Una medida que divide a Europa La carencia de consenso entre los estados miembros es el principal impedimento para avanzar en esta cuestión. Mientras países como Alemania o Dinamarca han mostrado históricamente su apoyo a eliminar el cambio horario, otros como Grecia y Chipre mantienen una postura opuesta. Esta división explica por qué la propuesta aprobada por el Parlamento Europeo en 2019, que sugería su implementación en 2021, nunca se concretó. El Consejo requiere una mayoría cualificada para adoptar formalmente cualquier decisión al respecto, lo que implica que los cambios horarios seguirán vigentes hasta que se logre ese umbral de apoyo. El Gobierno español fundamenta su postura en tres…
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