En la calle que desemboca en el Colegio Mayor Elías Ahuja, en el corazón de la Ciudad Universitaria de Madrid, tres novatos regresan a la residencia después de clases. Hace apenas unas semanas no compartían ni ciudad. Ahora, son amigos y viven bajo el mismo techo. La escena dista mucho de la que vivieron generaciones anteriores, cuando septiembre en esta zona del distrito de Moncloa-Aravaca era sinónimo de cánticos vejatorios, pruebas denigrantes y noches interminables de botellón. Hoy, prohibidas en universidades como la Complutense y vigiladas de cerca por los propios colegios mayores, las novatadas pierden fuerza. En su lugar, la bienvenida se celebra con jornadas de integración, gymkhanas o actividades variadas, aunque directores y expertos recuerdan que la batalla no está del todo ganada.