Si bien Diane Keaton nunca tuvo intenciones confesas de casarse, la actriz se atrevió a vivir grandes historias de amor con reconocidas figuras del espectáculo: desde Woody Allen a Warren Beatty, la artista supo tejer vínculos amorosos profundos que a lo largo de su vida reconvirtió en grandes amistades.
“Yo sabía que no quería ser esposa de nadie ni madre demasiado joven; de hecho, los amores de mi vida no fueron mis novios, sino todos los actores que besé en pantalla, porque con ellos no sentí nervios ni vergüenza, solo me entregaba a un momento mágico”, le contó la actriz a Ellen DeGeneres en una entrevista en la que hizo un repaso de sus parejas más importantes.
Diane tenía 22 años cuando conoció a Woody Allen, en el otoño de 1968, cuando audicionó para un obra de teatro de Broadway, Play It Again, Sam. En los ensayos, la química entre ambos fue instantánea. “Tenía mucha onda, con sus anteojos gruesos y trajes cool, pero fueron sus modos los que me atraparon, su manera de gesticular, sus manos, la forma en la que se menospreciaba”, narró la actriz en su primera autobiografía, Then Again. A medida que avanzaban los ensayos de la obra, Keaton y Allen se hicieron grandes amigos.
Como es propio del guionista, actor y director, el humor y la neurosis son ingredientes claves en su vida, y la propia Keaton remarcó que él se enamoró de ella porque “tenía debilidad por las chicas neuróticas” y que le ponía apodos como “Monstruo” y “Cabeza de lámpara”. “Compartíamos eso de burlarnos el uno del otro; él podía elaborar insultos y yo podía responderle. En algún momento pensé que Woody era como una cucaracha que no podía matar, fue una época muy divertida”, recordó la artista. Sin embargo, su vínculo con el dramaturgo no era demasiado formal. Allen estaba muy abocado a su trabajo y la pareja se fue desgastando.
Si bien Keaton nunca especificó el motivo de su ruptura con Allen tras casi siete años de relación, ambos siguieron manteniendo una estrecha amistad. De hecho, la actriz se convirtió en su inspiración luego de la ruptura amorosa. “Cada experiencia cultural que tuve fue gracias a Woody, él me hizo conocer a Luis Buñuel, a Ingmar Bergman, me llevaba a galerías de arte, me mostró la fotografía de Diane Arbus”, evocó la actriz, quien sería la protagonista de Annie Hall, el film por el que ganó el Oscar en 1978 y que es autorreferencial (el verdadero apellido de Keaton es Hall, pero debió cambiárselo porque ya había otra aspirante a actriz con el mismo nombre). La comedia romántica se refería a la relación entre ambos. “Yo también quería ser cantante, como Annie, y compartía sus inseguridades; con Woody nos habíamos separado dos años antes de filmar la película, pero igual seguíamos conectados”, apuntó la actriz. Su relación profesional con Allen también gestó memorables obras del cineasta, como Manhattan, Días de radio y Misterioso asesinato en Manhattan, entre otros.
El vínculo entre ambos se probó inoxidable cuando la actriz lo defendió públicamente de las acusaciones de abuso sexual de la hija del cineasta, Dylan Farrow. “No tengo nada para decir sobre eso, excepto que quiero a mi amigo y le creo”, declaró Diane a The Guardian.
El romance entre Keaton y Warren Beatty nació en 1978, tres años antes del estreno de Reds, la película escrita, protagonizada y dirigida por el actor sobre el periodista y escritor John Reed. En el film, Keaton interpretaba a Louise Bryant. “Warren solía llamarme para ofrecerme papeles en sus películas, hasta que un día recibí un llamado en Navidad que no tenía nada que ver con lo laboral, y así fue como empezamos a salir. Yo me dije a mí misma que podía manejarlo, que era por un tiempo; él era inteligente y completamente hermoso, no sé cómo pensé que iba a controlar todo lo que me pasaba. No fue verdad: me enamoré y me volví a enamorar por mucho tiempo desde la primera vez”, escribió la actriz en su autobiografía, donde se refiere al famoso Don Juan de Hollywood como “un sueño hecho realidad”, y como “un hombre casi irreal, para morirse”. Si bien el actor era un mujeriego confeso, la relación tuvo un comienzo idílico. Sin embargo, al poco tiempo entre ellos se despertaron diferencias irreconciliables y la relación fue insostenible. “Para nosotros la ruptura nunca tuvo que ver con nuestras circunstancias sino con nuestro carácter. Admito que éramos muy distintos. Él era el ‘Príncipe de Hollywood’ y todo el tiempo había rumores de sus conquistas, pero yo tenía otro perfil”, admitió la actriz sobre el vínculo.
Al Pacino y Keaton se conocieron en un ensayo fuera de agenda para la primera entrega de El padrino que se llevó a cabo en el bar O’Neal, cerca del Lincoln Center, en Nueva York. Francis Ford Coppola convocó a Keaton y Pacino para que construyeran más confianza entre ellos antes de interpretar a Michel y Kay en la película. “Nos habían dicho que teníamos que hablar y yo estaba nerviosa, él era una estrella de Broadway”, reveló la actriz en su libro. “Lo que más me llamó la atención fue su nariz, era tan larga como un pepino, y luego la manera incesante en la que se movía, parecía nervioso también. No me acuerdo hablar del guion, solo de mirar su rostro extraordinario”, detalló Keaton, quien en ese momento estaba en pareja, al igual que su compañero de elenco.
Entre 1972 y 1990, los actores compartieron los estrenos de la tres entregas de El padrino y entablaron una gran amistad que terminó por convertirse en un gran amor. Fue un vínculo intenso e inestable: la pareja atravesó reiteradas idas y venidas, y Keaton, completamente enamorada del actor, le propuso matrimonio a Pacino, quien la rechazó al instante. Las intermitencias de su relación provocaron un gran dolor en la actriz, que llegó a definir a Al Pacino como “el gran amor de su vida” y la persona a quien no pudo tener.
“Casate conmigo o al menos contemplá la posibilidad”, le dijo Keaton en pleno rodaje de la saga. La respuesta no fue la esperada. “Nunca quiso casarse conmigo y yo nunca paré de insistir. Teníamos un patrón de ruptura muy predecible, pero Al nunca fue mío. Pasé veinte años perdiendo a un hombre que nunca tuve; él no quería casarse”, subrayó.
La separación definitiva fue demoledora para Keaton. Después de Al me puse una coraza, me puse más sombreros, remeras y camisas siempre de mangas largas, sacos en el verano, botas con medias y bufandas en la playa”, comentó sobre el estilo que exploró tras la ruptura.
Jack Nicholson y Diane Keaton conformaron una de las duplas más recordadas del cine gracias al film Alguien tiene que ceder, el largometraje de Nancy Meyers por el que fue nominada al Oscar.
Alguien tiene que ceder rompía con los estereotipos y mostraba que la audiencia también quería ir al cine a ver cómo una mujer de 56 años y un hombre de 63 se enamoraban, tenían sexo, citas, y problemas de comunicación que los llevaba a separarse y sufrir, como muestra el icónico montaje de Erica, su personaje en el film, llorando sin cesar. Para la actriz, la experiencia fue memorable, en gran medida gracias a Jack Nicholson.
“Él me sorprendía completamente, en una escena teníamos que entrar a la casa en plena lluvia y besarnos. Para mí, Diane, el beso fue un recordatorio de algo perdido que de repente había encontrado. Cada vez que lo besaba me olvidaba de la letra y tenía que pedir disculpas, honestamente no sabía qué era lo que me estaba pasando. Lo único que sí me acordaba era de que tenía que besar a Jack”, compartió y aseguró que hubo secuencias en las que se involucraba tanto, que se olvidaba que estaba en una ficción. Así, surgió un enamoramiento platónico, ciertamente imposible, que derivó en una sentida amistad.
En un determinado momento, Keaton dejó de proyectar, hizo a un lado las metas y empezó a disfrutar de sus hijos, Dexter, adoptada en 1996, y Duke, quien llegó a su vida en 2001. “La maternidad cambió mi vida por completo, me volvió más humilde, me sacó del centro, lo único que quiero es estar cerca de ellos y aprovechar el tiempo. Ya no me imagino casándome, la idea de que si no te casás con nadie vas a estar en la ruina es ridícula, todas esas presiones alrededor de los vínculos lo son”, manifestó la actriz. “En la secundaria, un chico me dijo: ‘Algún día vas a ser una buena esposa para un hombre’, y recuerdo que pensé: ‘¿Quiero yo eso?’. No creo que quiera que mi papel en la vida sea el de una buena esposa”, rememoró sobre un episodio de su juventud.