Murió la actriz Adriana Aizemberg, a los 86 años

La NaciónPersonajesLa Nacion30/09/20253 Views

Este lunes falleció la actriz Adriana Aizemberg, a los 86 años. La noticia fue dada a conocer por la Asociación Argentina de actores a través de su cuenta oficial de X: “Con profunda tristeza despedimos a Adriana Aizenberg, actriz y exdirigente de nuestro sindicato, quien desarrolló una prestigiosa y amplia trayectoria artística. Enviamos nuestras sentidas condolencias a sus familiares y seres queridos”, expresó la entidad.

A pesar de haber mantenido siempre un muy bajo perfil, Aizemberg supo construir una sólida carrera y ser reconocida por el público, que pudo disfrutar de sus exquisitas interpretaciones tanto en programas populares de televisión como en películas que son consideradas entre las mejores de nuestro cine.

Siempre quise actuar”, le contó la actriz a LA NACION hace algún tiempo. “Mis pininos en el arte los di cuando integraba un coro en mi ciudad natal. Allí comprendí la responsabilidad de darme por entera al público y aquellas fantasías de adolescente se cumplieron a lo largo de mis 35 años de profesión”, recordó.

Aizemberg nació el 1 de diciembre de 1938 en Santa Fe y a pesar de que gran parte de su vida transcurrió en Buenos Aires, se consideraba una “santafecina de ley”. A pesar de que su familia no estaba ligada directamente al mundo del espectáculo, desde pequeña le inculcaron el amor por el arte y la cultura. En una entrevista concedida al sitio Espacio Cine, explicó: “Mi papá, además de ser odontólogo, estaba muy ligado a la cultura. Su hermano era médico también. Gente trabajadora y estudiosa, como judíos que eran. Muy cultos. Él ingresó a la carrera de Artes una materia nueva para enseñarle a los estudiantes cómo era la musculatura de la cabeza. Así fue que conocí a muchos poetas y actores, porque venían a mi casa”.

Una de esas visitas, marcó su destino: la del grupo teatral Fray Mocho, que dirigía Oscar Ferrigno. Su padre los alojó en una casita que la familia tenía a una cuadra de la playa. “Era la época de auge del teatro independiente. Cuando presencié varias de sus puestas en escena ya no tuve dudas. Yo quería subirme a un escenario y componer los más heterogéneos personajes. Por aquellos tiempos estudiaba arquitectura, además de declamación, que era casi la materia obligada que las madres imponían a sus hijas, pero decidí jugarme una carta brava y me vine a Buenos Aires a tentar suerte”, rememoró, en diálogo con este medio.

Y continuó relatando: “Comencé a estudiar en la escuela del Fray Mocho y un buen día debí reemplazar a una integrante del elenco que representaba Historias para ser contadas, de Osvaldo Dragún. De aquellos tiempos, en la década del sesenta, hasta hoy, no paré de trabajar. Ya que casi de inmediato Lidée Lisant y Carlos Gorostiza, que dirigían el teatro San Telmo, me convocaron para un papel en la pieza Ah? soledad, de Eugene O´Neill. Yo, mientras tanto, estudiaba teatro con Augusto Fernandes, mi gran maestro”.

Junto a Fernandes, compartió la experiencia fundacional del grupo ETEBA, junto a Helena Tritek, Hugo Urquijo, Lito Cruz, Carlos Moreno, Franklin Caicedo y Héctor Bidonde. También integró el elenco estable del Teatro San Martín y el grupo Gente de Teatro, de David Stivel.

A lo largo de su exitosa y extensa carrera, trabajó en los escenarios más importantes del país. Entre las numerosas obras teatrales en las que participó se destacan La leyenda de Pedro, La señorita de Tacna, Fausto, Reflejos de una vieja leyenda, Pequeñas patriotas; Seis personajes en busca de un autor; Trilogía del veraneo; Las llaves de abajo; El misterio de dar; Venecia; El violinista en el tejado; La calle 42; Extraños en un tren; Houdini; Nenucha, la envenenadora de Monserrat y América Hurrah, entre muchas otras.

“Tras esto, seguí incorporándome al cine, y al respecto no puedo olvidar la película A través de tus ojos, donde compartí el personaje central con Pepe Soriano”, indicaba, sobre su paso a la pantalla grande. Sin embargo, su debut se produjo tiempo antes. “En 1966, el director Alfredo Mathe me llamó para hacer un pequeño personaje en Todo sol es amargo, aunque tuvieron que pasar varios años para mi regreso a la pantalla, que fue en 1975 con la película La Raulito, de Lautaro Murúa. Luego actué en Plata dulce, de Fernando Ayala, y más acá en el tiempo, trabajé en dos películas que me brindaron premios, halagos del público, de la crítica y de los espectadores: El abrazo partido, de Daniel Burman, y Mundo grúa, de Pablo Trapero”, repasaba.

De hecho, en los años noventa se convirtió en una de las actrices más convocadas por los entonces nuevos realizadores. “Yo no hacía mucho cine hasta que me empezó a llamar Burman. Esa gente eran compañeros de la facultad de mi hijo y yo iba de vez en cuando para hacer escenas, les decía: ´Chicos, cualquier cosa que necesiten, estudio lo que me digan y voy’. A mí me servía también trabajar con esa gente joven“, explicaba.

En televisión y en producciones para plataformas, se destacó en decenas de ficciones y programas humorísticos. Uno de ellos fue El mundo de Antonio Gasalla, donde se lució junto a Juana Molina, Norma Pons, Carlos Parrilla, Verónica Llinás, Atilio Veronelli, Claudio Giudice, Daniel Aráoz, Roberto Carnaghi, Clotilde Borella y Mónica Scapparone. “Eso fue divino porque a mí él me encantaba. Nos divertíamos muchísimo. Antonio me había visto en una obra en la que yo hablaba como española y aparecía colgada de una soga. Cuando me vio dijo: ‘A esta la quiero, si puede hacer esto puede hacer cualquier cosa’. Él era exigente con sus cosas porque no ensayábamos, pero conmigo nunca tuvo un sí ni un no. Me decía: ‘Andá al vestuario a elegirte la ropa’. Y yo me ponía cada cosa que no te puedo explicar. Cada sombrero… Torcía la boca y le decía ‘¿Qué te parece si hablo así?’, rememoró.

Otros programas televisivos y ficciones para plataformas de los que participó fueron El encargado, Planners, Poliladron, Mujeres asesinas, Loco por vos, Los exitosos Pells, Vulnerables, Signos, Amas de casa desesperadas y La bonita página. También fue convocada en varias oportunidades para trabajar junto al clan comandado por Stivel en el emblemático ciclo Cosa Juzgada y en distintas obras de teatro: “Trabajé mucho con ellos. Me llamaban siempre para hacer papeles chicos, en cualquiera de las obras. Tenía un vínculo con Norma Aleandro y Alfredo Alcón, que estaban medio en pareja. Con Norma después hice televisión y teatro. Era un grupo muy exquisito, gente muy culta que trabajaba mucho. Además estaban Bárbara Mujica, Marilina Ross, Emilio Alfaro, Federico Luppi, Juan Carlos Gené. Yo estaba chocha de la vida. Pensá que ellos ya eran figuras y yo venía del interior, no pronunciaba ni una ese. Un día Stivel me dijo: ‘Adriana, por favor, decime las eses, dejate de joder’. Yo le decía: ‘Bueno, voy a tratar de hacerlo, pero soy santafesina, qué querés que te diga’“.

Aleandro se convirtió con el tiempo en una de sus grandes amigas. Otra de ellas, Ana María Picchio recurrió este lunes por la noche a sus redes para despedirla.

Aizemberg mantuvo siempre su vida personal alejada de las miradas indiscretas. Se casó con su colega, Carlos Moreno, su gran compañero de vida, y en 1972 dio a luz a su único hijo, Rodrigo, hoy director de cine. “Pensé que Rodrigo iba a ser actor, ya que le resultaba muy fácil imitar y decir cosas. Con padres actores, además. Pero no. Las cosas que hace las escribe él. Trabaja con lo que imagina, lo que necesita, lo que quiere, lo que sabe. Todas sus películas me gustan”, contaba, orgullosa.

También le gustaba recalcar que, a pesar de ser una de las actrices más reconocidas y queridas del ambiente, y de que el teatro era “su gran y verdadera pasión”, también amaba cantar. “Fue en Houdini; en Nenucha, la envenenadora de Monserrat y en Eva, donde pude darme el lujo y el placer de cantar, esa condición que me había nacido en el coro de mi Santa Fe natal”, recordaba.

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